Para el debate independentista: cuatro constataciones y tres conclusiones

En su columna de hoy, Pere Martí (1) actualiza y profundiza la información sobre el enfrentamiento abierto en Madrid entre la Guardia Civil y el gobierno español. No añadiré, por tanto, más información en la que ya di ayer -cuando traté de enmarcar la importancia de esta crisis- ya la que él da hoy. Sí quisiera, sin embargo, situar la importancia de este asunto en relación con el proceso de independencia de Cataluña y quizá de más territorios de nuestro país y del actual Estado español.

Estoy sorprendido de algunas reacciones a estas noticias y del análisis que se hace. Porque observo una tendencia de alguna gente a disminuirlas o incluso a irritarse, gente que niega que esto sirva de nada o pronostica que, yendo muy bien, perderemos otra oportunidad y será todavía peor. ¡Hablemos de lo nuestro!, me dicen repetidamente, como si ‘eso nuestro’ no fuera un enfrentamiento que tiene un antagonista.

Ya he dicho una y otra vez que yo no puedo hacer nada contra la acritud que se ha apoderado del movimiento independentista. Ni es mi tarea argumentar contra los sentimientos íntimos de cada uno. Sí que he dicho, sin embargo, que no comparto en absoluto esta visión derrotista de las cosas. Visión que algunos, sobre todo desde los partidos políticos, quiere abonar para justificar su propia dimisión y que a veces tengo la sensación de que tiene más de pataleta infantil, de necesidad de consuelo, que de debate real. El problema es que veo que vamos entrando en una fase nueva y muy importante del proceso de independencia, y creo que ya basta de lamentaciones; hay que reaccionar de inmediato.

No pretendo convencer a nadie con este editorial de hoy, un poco extraordinario y quizás intempestivo. Nunca, en toda mi vida, he intentado convencer a nadie, pero hoy menos que nunca. Con los años he aprendido que las cosas pasan. Las dinámicas profundas, las placas tectónicas de la política, se mueven y no hay nada en este mundo, absolutamente nada, que sea imposible. Yo parto, por la experiencia personal y por las lecturas acumuladas, de este punto. Y partiendo de este punto veo todo esto:

1) En Europa ha habido históricamente dos maneras de encarar la cuestión nacional: buscar el acuerdo o negar la realidad. Básicamente son los modos del centro y la periferia. El Reino Unido con Irlanda, Escocia y el Brexit mismo, y Canadá, en la medida que Quebec es un fenómeno profundamente ‘europeo’, negocian e intentan encontrar una fórmula de solución del problema, si puede ser que no conduzca a la independencia. En la periferia la Unión Soviética, Yugoslavia (o España) se destruyen a sí mismas por la dinámica autoritaria que ponen en marcha en el momento en que se niegan a reconocer la existencia del problema. Y esta reacción los desestabiltza siempre como estados, los hace inviables a la larga por el coste que tiene. La pregunta, y es muy sencilla de responder, es la siguiente: ¿consideran, creen, que hoy España como nación-Estado se puede sentir más segura y confiada en sí misma, de su futuro en unidad, que es más viable, en definitiva, de lo que lo era en 2009 -antes de la sentencia del Estatut-, en 2017 -antes de la proclamación de la independencia- o en 1992 -en medio de los Juegos Olímpicos de Barcelona-?

2) La independencia se gana. No te la da nadie. Entre 2014 y el 2017 este país tomó la determinación de pasar de la ley a la ley. Proclamar la independencia siguiendo la vía de las naciones centrales, porque suponía que el Estado español estaba más cercano al Reino Unido que a la Unión Soviética. En 2014 esta era la realidad -¿recuerdan este video en el que en 2012 Iceta defendía en público un referéndum de independencia y que el programa del PSC lo incorporaba? las dos únicas condiciones eran que la pregunta debía ser clara y que debía ser fruto de un acuerdo entre el gobierno catalán y el español. Fueron ellos, los españoles, los que cambiaron y la única acusación que puedo aceptar es que nosotros nos mantuvimos en la democracia en todo momento. La represión del referéndum, la aplicación del 155 y todo lo que ha venido después evidencian que el Estado español ya no se puede considerar un Estado central, sino periférico y que, por tanto, la independencia llegará de una manera diferente a como se había previsto entre 2014 y 2017. y una de las grandes diferencias entre ambos periodos es que ahora llegará sólo si el movimiento independentista se la gana. Porque el papel de las instituciones será mucho menor. De hecho, ya no tenemos instituciones equiparables a lo que teníamos y las puntas culminantes del movimiento ya llegan todas desde la calle: la ocupación del aeropuerto, las Marchas de la Libertad, Urquinaona, la defensa persistente de los presos…

3) El independentismo se ha encontrado huérfano de liderazgos, pero esto significa tan sólo que no tiene líderes. Los partidos políticos actuales e incluso las organizaciones civiles ya no son suficientes ni están en condiciones de dirigir el embate contra el Estado. Todos se han despedazado en mil y una fracciones y no tienen ideas. Hay quien propone cada día de manera más abierta de olvidarnos de ser independientes -este sería aparentemente el discurso mayoritario, o no sé si decir más estridente, dentro de ERC- y hay quien cada día actúa asumiendo que ya no seremos independientes -esto es lo que hace Juntos por Cataluña cuando pacta la Diputación de Barcelona con el PSC o lo que se desprende de actuaciones de departamentos como ahora Interior. La ANC y Òmnium, por razones diversas, tampoco parecen saber mucho hacia dónde vamos. Entonces, ¿qué ha pasado?

Pues simplemente que hemos vuelto al pasado: estamos en el día después de la sentencia del estatuto. Ese día cientos de miles de personas gritaron independencia en el centro de Barcelona convocadas por Òmnium. Pero nadie sabía cómo se hacía. Pasaron dos años, lo vuelvo a decir: dos años, antes de que la ANC tomara cuerpo y el proceso de independencia arrancase en la calle. Y aquello fue posible, sobre todo, por la chispa creada por las consultas populares por la independencia y por el proceso de unidad entre los independentistas que originó. Estamos donde estábamos.

4) Las condiciones que necesitamos son muy obvias: unidad y unilateralidad, confrontación. No hay que hacer grandes elucubraciones. Sin unidad no habrá independencia, pero la unidad no aparece porque sí de manera mágica ni hay una sola manera de estar unidos. Nunca, ni en el mejor momento de Juntos por el Sí, los partidos se han sentido cómodos con la unidad. La unidad fue forzada, obligada, desde abajo y por eso toda la rabia acumulada, porque tenían que aguantar una unidad que no querían, ha explotado después. La gente frenó la dinámica excéntrica de los partidos, la frenaron ustedes, y así deberá ser de nuevo. La unidad no es cosa de los partidos.

Y la confrontación, que incluye la unilateralidad, es el escenario lógico del cambio de paradigma español, cuando se deja de funcionar como una democracia. De eso no tenemos la culpa: nosotros nos hemos comportado siempre como demócratas. No somos nosotros quienes tenemos que dar explicaciones, pues, sino ellos. Ahora, nosotros tenemos que saber en qué terreno jugamos, porque queremos ganar. Y aquí es donde vuelvo al principio. Todo esto que pasa en Madrid es muy importante porque debilita el Estado español, pero también porque nos lleva a una situación inevitable de confrontación. Cuando comenzó el proceso de independencia de Eslovenia en las calles aparecieron grandes pintadas que decían ‘Yugoslavia es imposible’. Pues eso.

Finalmente. Si alguien quiere seguir insistiendo en decir que todo eso no importa porque nosotros no sabemos cómo hacerlo y todo es pura palabrería, yo no tengo nada que decir. No sé, personalmente, cómo se hace, pero cada día intento saber más y esta me parece que es la actitud lógica de quien quiere ganar. Y, por si a alguien le sirve o le ayuda a reflexionar, he llegado a varias conclusiones:

1) El malestar social con los partidos independentistas, por su irresponsabilidad, es creciente y cada día más gente ve que aquí reside uno de los graves problemas, que por lo tanto requerirá soluciones radicales. Yo no sé cuáles son, pero sé que en 2012 las consultas y la ANC pudieron romper una dinámica partidista que era igual o peor que la que tenemos ahora. Así pues, cuanto antes la base del movimiento independentista olvide las herramientas que tenemos ahora y empiece a pensar cuáles son las necesarias para la nueva etapa, mejor para todos.

2) Nadie puede hacerse ilusiones de cualquier tipo sobre España ni sobre Europa. Este es un asunto catalán y sólo lo disputamos con la fuerza de los catalanes. Aunque hay que matizar, y la experiencia del exilio es muy importante en este terreno, que el marco europeo nos da unas palancas muy útiles, que no deberíamos menospreciar. Entiendo que alguien crea que es imposible derrotar a España, pero para mí esta creencia ahora mismo va contra todas las evidencias. Y al haber negado la democracia, España debe correr también con todas las consecuencias de haberlo hecho. Incluida una muy importante: si tanto les da la voluntad de la gente, entonces no hay ningún porcentaje que se nos pueda exigir. Y este es un aviso con precedentes históricos muy serios: si no quieren que nos contemos no será necesario que nos contemos.

3) España ha cometido y comete errores cada día más grandes. Uno ha sido alimentar el exilio, porque es irrecuperable. No tienen nada que ofrecerle y, por tanto, no lo pueden domesticar. Esto no quiere decir que el exilio pueda, necesariamente, dirigir el proceso. Pero la referencia será siempre, como una dificultad enorme, insalvable, para quien mande en Madrid. Y ayer con el show organizado a raíz de la propuesta de participación del president Puigdemont en un debate en el congreso de Madrid se volvió a constatar.

El otro error ha sido no dejar que funcionara el gobierno efectivo y ahogarlo como lo ha ahogado. El independentismo, tras las elecciones de diciembre de 2017, cometió la equivocación de sustituir la legitimidad republicana del Primero de Octubre por la legitimidad autonómica del 21 de diciembre. Y en este juego hemos perdido hasta la camisa. Si España hubiera pensado racionalmente, no había ninguna manera mejor que matar el Primero de Octubre que facilitar un buen gobierno del independentismo post-21 de diciembre que no llegara nunca a la independencia. Pero, como en la fábula del escorpión y la rana, no han podido evitar lo que les nace de dentro.

En este marco donde estamos, pues, creo que hay que recuperar la legitimidad del Primero de Octubre como prioridad absoluta, y creo que por eso la quieren disminuir o reducirla a folclore quienes se sentirían cómodos con el retorno a la autonomía. Creo que hay que discutir mucho cómo la potencia enorme que tiene la calle vuelve a tomar forma organizada, al igual que ocurrió en 2012, y vuelve a obligar a la clase política -y esto lo pueden hacer hoy mismo ustedes en cada barrio y población, sin esperar órdenes de nadie-. Y creo que la implosión del Estado español, que empezamos a ver de manera muy clara, favorecerá ahora unas nuevas oportunidades, incluso mejores que las de 2017. Oportunidades, sin embargo, que sólo podremos aprovechar si somos capaces de:

 

– Volver a pensarnos como pueblo, con independencia de los intereses particulares de cada uno,

– Volver a organizarnos sin más finalidad que la de ganar todos, por encima de cualquier división,

– y aprovechar hasta el fondo y sin reservas este momento soviético que tenemos ante la cara, cuando veamos en directo que Madrid empieza a estallar (3).

  1. Hay gente que dice que le gusta leerme de mañana porque soy optimista. No lo soy. Para nada. Soy positivo, que es algo muy diferente. Y de hecho eso del optimismo me enoja mucho. Muchos de ustedes lo dicen de buena fe y lo acepto incluso como una muestra de estima, pero piensen que cuando lo hagan reproducen un esquema malévolo que los que me quieren colgar la etiqueta saben bien por qué lo hacen: es la mejor manera de desacreditarme. El optimista no piensa ni analiza, sino que confía en que pasará algo y, por tanto, no es de fiar. Y, lo lamento mucho, pero no es eso, en absoluto, lo que hago cada día en esta columna. Yo pretendo analizar los hechos reales, cada día. Y sacar conclusiones de manera persistente, tenaz y constante. Y ayudarles a interpretarlos. Un día puedo estar más fino y otro más espeso, pero creo que los años y años de editoriales aquí en VilaWeb lo demuestran ampliamente y hablan por sí solos. Mi trabajo no es hacer de profeta. Mi trabajo es explicarles una visión propia de lo que sin embargo ustedes mismos tienen ante los ojos. De modo que buen día, un día más.

(1) https://www.vilaweb.cat/noticies/el-psoe-recull-ara-el-que-va-sembrar-loctubre-del-2017/

(2) https://twitter.com/i/status/867828541446017024

(3) https://www.vilaweb.cat/noticies/madrid-explotara-preparem-nos-per-a-fer-servir-la-seua-ira/