La pandemia de la Covid-19 ha generado un trauma macroeconómico global sin precedentes que ha situado todos los sectores energéticos en terreno desconocido. Y esto no sólo es cierto para el petróleo y el gas, sino también para otras industrias esenciales para la transición energética, como es el caso de las energías renovables y el vehículo eléctrico, entre otras.
La estrepitosa caída del precio del crudo –provocada por el doble shock de un desplome de la demanda ligado al impacto macroeconómico de la Covid-19 y un exceso de oferta derivado de la disputa por la cuota de mercado entre Arabia Saudí y Rusia– tiene todo el potencial para causar disrupciones en serie en las cadenas de suministro del sector energético. Por ejemplo, la situación ya ha llevado a las petroleras europeas a reducir su gasto y a comprometer menos capital en su apuesta por las energías renovables y otras tecnologías bajas en carbono, básicas para su trasformación en compañías multienergéticas.
Distorsiones
De hecho, los analistas de la industria vaticinan caídas significativas en la actividad de los sectores de las energías limpias, hasta no hace mucho en rápida expansión y que ahora se muestran inquietos ante los previsibles perjuicios asociados a la contracción económica, la caída de la demanda de electricidad y los bajos precios del gas natural. Así, Rystad Energy ha pronosticado que el comisionado de proyectos de energías renovables este año en todo el mundo se verá afectado, rebajando su predicción precoronavirus a un crecimiento total de 126 gigavatios (GW) de energía solar fotovoltaica y 71 GW de capacidad eólica. Un impacto negativo que al parecer será mucho más agudo en Estados Unidos que en Europa, ya que según la Asociación Americana de Energía Eólica la Covid-19 ha puesto en riesgo más de la mitad de los 44 GW previstos en nuevos proyectos para este año –y unos 35.000 empleos–. Al mismo tiempo, el director de la Asociación de Industrias de Energía Solar afirmaba que su sector también estaba ya experimentando los efectos de la pandemia.
Por otra parte, los analistas advierten que el desplome de los precios del petróleo podría perjudicar la demanda de vehículos eléctricos y retardar los avances en la mejora de la eficiencia energética. A fin de cuentas, una gasolina barata probablemente disminuirá, al menos a corto plazo, el atractivo del vehículo eléctrico para los consumidores. El mercado global de dicho vehículo ya había experimentado una ralentización el año pasado a causa de una demanda más débil en China y Estados Unidos, pero esta tendencia podría acentuarse por la propagación del coronavirus y sus efectos negativos sobre la economía global.
Despilfarro
Otra piedra en el camino de la transición energética es que los precios bajos de la energía suelen reducir los incentivos económicos para su ahorro y para encontrar formas más eficientes de utilizarla. Como recientemente ha recordado Fatih Birol, director de la Agencia Internacional de la Energía, “una energía más barata siempre conduce a un uso menos eficiente de esta” y, por tanto, “los bajos precios de la energía, particularmente del petróleo y del gas, harán menos atractivas las motivaciones económicas para el ahorro y, sin duda, esto no son buenas noticias”.
En cualquier caso, más allá del corto plazo, la principal incógnita poa despejar es cómo la transición energética y las industrias de las energías limpias emergen tras la pandemia y qué perspectivas de mercado tendrán. Como escribió Yuval Noah Harari en un artículo del Financial Times sobre las posibles consecuencias geopolíticas de la Covid-19: “Debemos preguntarnos no sólo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué tipo de mundo habitaremos cuando pase la tormenta”. Y en este sentido, como dice Fatih Birol, “estos asuntos –coronavirus, condiciones de mercado– son importantes, pero son temporales; quizás en unos pocos meses o quizás en más, el mercado se recuperará, pero los desafíos que el cambio climático nos plantea todavía estarán ahí”.
LA VANGUARDIA