¿A los intereses de quién sirve la actitud de Pedro Sánchez?

Dicen los expertos que ahora comienza el peor momento de la pandemia, nos cuentan que los quince días próximos nos pondrán a prueba como nunca. Aparte del trabajo de los hospitales, el autoconfinamiento en casa es la mejor medida que podemos adoptar para intentar contener la velocidad del contagio y ayudar a resistir así el pico que ya ve que difícilmente podrá contener el sistema sanitario. Pero por desgracia, y a pesar de la insistencia, el gobierno español autoproclamado autoridad competente aún no ha adoptado las medidas necesarias para hacer posible este autoconfinamiento con garantías -al norte, en el Estado francés, la situación es también compleja, con un contraste entre medidas igual de poco eficaces y otras mucho más directas y acertadas como el toque de queda implantado en Perpinyà, única ciudad catalana que ha adoptado hasta la fecha una medida como ésta.

En vista de la experiencia que ya tenemos y de lo que se ha visto que ya pasa en más lugares de Europa, hay tres medidas que todo el mundo sabe que se tendrán que acabar adoptando pero a las que el gobierno español se resiste: el confinamiento total y absoluto de la población en casa, el paro total de la producción que no sea imprescindible y el cierre de los territorios con mayor índice de contagios. Las dos primeras están conectadas entre sí: si hay gente que trabaja en trabajos no imprescindibles que es obligada a acudir a su puesto de trabajo no se podrá conseguir de ninguna manera un confinamiento suficiente de la población. Las tres medidas, además, tienen en común el hecho de que son tempodependientes. Es decir, que la eficacia depende del momento en que se adopten. Cuanto antes, más ayudarán a bajar la famosa curva que hay que aplanar. Cuanto más tarde se adopten, menos eficacia tendrán. La pregunta, pues, es ¿por qué Pedro Sánchez se niega a adoptarlas?

En estas últimas horas, varios de los opinadores de este diario, como Andreu Barnils, Bel Zaballa, Jordi Goula o Joan Ramon Resina han escrito textos duros y esclarecedores respecto de la actuación del presidente del gobierno español. Los suscribo. Y suscribo también el Tweet de Albert Lloreta resumiendo la actuación del presidente español de una manera tan precisa que prefiero copiarla: «Visto con perspectiva, lo único que ha hecho el gobierno del Estado es frenar a las comunidades que querían tomar medidas más drásticas más rápido y ha tomado el control general básicamente para controlar el discurso público, ofrecer presencia a los militares y tomar medidas lentas o parches». Es eso. Ahora, la gran pregunta es por qué. ¿A qué intereses sirve Pedro Sánchez? ¿Cuál es el contrapeso de la balanza que le empuja a tomar decisiones completamente equivocadas aunque se lo digan, se lo expliquen y se lo repitan.

El otro día un lector me recordaba la ‘navaja’ de Hanlon, un aforismo que pide esto: ‘No atribuyan nunca a la malicia a lo que puede ser explicado adecuadamente por la estupidez’. En filosofía, una ‘navaja’ es un método que se utiliza para reducir el campo de las hipótesis que tratan un fenómeno. Y es verdad que habitualmente hacemos grandes preguntas sobre por qué alguien hace algo pasando por alto que en realidad puede explicarse por la estupidez o la ignorancia.

Pero este caso es demasiado grave, demasiado grave, para pensar que alguien con responsabilidades públicas es tan osado y tiene tan poca consideración moral de sí mismo para no preguntarse si eso que le decimos no será verdad y si él no debe de estar equivocado. No me puedo creer, de verdad, que a estas alturas de la crisis y en vista de los datos que él tiene en la mano y que estoy seguro que son más dramáticos aunque no nos los explican, Pedro Sánchez no dude. En la conferencia de prensa del sábado, de hecho, llegó a decir que, cuando se está equivocado, hay que cambiar. Pero no cambió. Y su mirada, a punto de llorar más de una vez, me pareció que retrataba un hombre superado por los acontecimientos. ¿Por qué, pues, cuando ayer no ya solo la Generalitat de Cataluña sino cuatro gobiernos le piden confinamientos él sigue sin decir que no? ¿Por qué continúa evitando el cierre de las empresas que no son imprescindibles, el mismo día que Italia, dejó abiertos sólo cien sectores productivos en total y reconoció que lo habría tenido que hacer mucho antes?

Descontando la estupidez y, sobre todo, descontando la ya imposible ignorancia sobre los hechos, a mí sólo me queda una respuesta posible. Que es que del otro lado Sánchez recibe una presión más eficaz que de la del nuestro. Al presidente Torra, tras la reunión de ayer con los otros presidentes se le escapó una frase para mí muy significativo: ‘Es la vida o la economía’, frase que intuyo que explica el debate que tuvieron en privado. Y que toma sentido viendo las declaraciones no sólo de algunos dirigentes socialistas, sino incluso de los Comunes, que parecen -y yo no puedo entenderlo de modo alguno- más preocupados por la economía que por la salud de la gente, cuando esta contraposición es falsa porque no hablamos de ‘economía’, sino de los intereses de ciertos actores económicos.

Tenemos por delante un fenómeno nuevo y sorprendente, es verdad. Pero este fenómeno actúa sobre una sociedad que conocemos muy bien porque hace décadas que vivimos en ella, con la que trabajamos, que analizamos y que luchamos por cambiarla. Concretamente, sabemos a la perfección y de sobra que ‘más que un proyecto político, el Estado español es, ha sido, un proyecto económico. Y, más concretamente aún, un proyecto de enriquecimiento escandaloso de unas élites que la han saqueado, que lo han usado sin ninguna vergüenza ni prudencia’. Estas élites, que solemos identificar llamándolas ‘del Ibex’ o las ‘400 familias’ o el ‘palco del Bernabéu’ han dominado el franquismo y el postfranquismo haciendo que ‘en España la política y la economía se confundan a unos niveles imposibles de encontrar en cualquier otro Estado europeo’, aprovechando sobre todo que no es que el PSOE renegara del objetivo de la ruptura política, sino que renegó sobre todo del objetivo de liberarse de la trama económica de poder que había creado el franquismo. Incorporándose al mismo a través de las puertas giratorias y las maniobras político-económicas que todos conocemos.

Los textos que he dejado entre comillas corresponden al capítulo ‘Cansados de ser españoles’ de mi libro ‘Nuevo homenaje a Cataluña’, escrito en 2017, hace tres años. El análisis, entonces, era sobre todo política porque lo que había en juego tenía que ver con la organización de la vida pública. Pero hoy es la vida de las personas. Y tengo que decir que esto que escribí entonces, lamentablemente, creo que es la única explicación racional de por qué Pedro Sánchez hace como hace, la única explicación sobre a quién sirve realmente el presidente del gobierno español. La única explicación de quien manda de verdad en Madrid, contra la gente, si es necesario.

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