España ha sido durante décadas tierra de acogida de nazis, fascistas y dictadores. Como el belga Léon Degrelle, muerto en 1994 en Málaga, después de años de placidez en Torremolinos. Fundador del movimiento ultra Christus Rex, combatió con las Waffen-SS de Himmler y en 1936 se entrevistó con Mussolini y con Hitler, de quien le gustaba ser presentado como el “hijo adoptivo” y al que tenía por “el hombre más grande de nuestra época”. Con la rendición nazi en mayo de 1945, huyó de Noruega, donde se encontraba, hacia territorio español, en un bombardero Heinkel facilitado por el ministro nazi Albert Speer, y el aparato se quedó sin combustible en la bahía de San Sebastián, donde aterrizó. A pesar de la pena de muerte por crímenes de guerra, el franquismo lo acogió, protegió y se negó a su extradición, lo que también hicieron los gobiernos de UCD y el PSOE hasta su muerte. Retirada la nacionalidad belga por colaboracionismo con los nazis, en 1954 obtuvo la española, con el nombre falso de José León Ramírez Reina y, gracias a la Falange, recibió muchos contratos de obra del régimen franquista en su empresa. Siempre mantuvo sus posiciones políticas, entró en polémicas negando el Holocausto, escribió obras de divulgación fascista y fue uno de los fundadores de CEDADE (1).
Otto Remer, antiguo miembro de las juventudes nacionalsocialistas, residió en Marbella. En 1943, Hitler lo nombró general. Con motivo de la operación Walkiria, en la que el Führer salió ileso del atentado, recibió la orden de Goebbels de ocupar el cuartel general de Friedrich Fromm en Berlín, sospechoso de conspiración, y lo hizo detener. Por aquella actuación rápida fue ascendido a jefe de la seguridad personal de Hitler. Terminada la guerra, cumplió tres años de prisión y, en 1994, fue condenado a dos años más por cuestionar el Holocausto e intentar organizar el partido neonazi alemán, pena que evitó con la fuga a España, donde murió en 1997. El especialista en operaciones de comando, Otto Skorzeny, murió en Madrid en 1975, después de unos años de vida tranquila en Alcudia (Mallorca). Adquirió gran notoriedad al dirigir el rescate de Mussolini a través de la operación Roble, ‘Cara Cortada’ por las cicatrices de la cara, encabezó un comando de paracaidistas de la Wehrmacht que liberó al Duce del Hotel Campo Imperatore, donde permanecía vigilado, en una acción espectacular. Era el 12 de septiembre del 1943, y Mussolini fue trasladado directamente a Alemania con el Führer. Liberado sin cargos en la posguerra, parece que organizó Odessa, entidad que reunía a antiguos miembros de las SS.
El oficial de las SS Gerhard Bremer participó en la invasión de Polonia y, tras años de prisión, en 1954 se estableció en Dénia (Marina Alta), en un lujoso complejo turístico donde organizaba fiestas privadas y donde sonaba Wagner, el músico antisemita preferido de los nazis. Asistía con el uniforme de las SS. Murió en 1989 y la banda municipal se negó a tocar en su entierro, tal como pretendía el alcalde de entonces. Seis años más tarde, también en Dénia, moría Anton Galler, autor de la masacre en la población italiana de Stazzema, el 12 de agosto de 1944, donde fueron fusiladas 560 personas, en su mayoría niños y mujeres. Fue enterrado en el cementerio de Dénia con la misma normalidad con la que vivió. En 2011, en Marbella, donde murió Wolfang Juglar, escolta de Adolf Hitler. En su casa exhibía los uniformes de las SS, su condecoración de la Cruz de Hierro y un retrato del Führer. Los gobiernos de UCD, el PSOE y el PP nunca concedieron su extradición. Y de 1945 a 1965, se refugió en España huyendo de la justicia italiana Mario Roatta, militar fascista, jefe de los servicios secretos de Mussolini y verdugo despiadado en Croacia y Eslovenia en 1942.
El genocida Ante Pavelic, presidente de la Croacia independiente, murió en Madrid en 1959. Sus métodos sanguinarios sorprendieron a los mismos nazis y su tumba siempre está llena de flores, en el cementerio madrileño de San Isidro, donde están también las sepulturas de otros dictadores, como el militar venezolano Marcos Pérez Jiménez que vivió un exilio dorado en La Moraleja, donde murió en 2001. Y también de Fulgencio Batista, el dictador cubano derribado por Fidel Castro en 1959. Murió en 1973 en Marbella, donde residía. Un año antes, había muerto en Madrid Fulbert Youlou, el dictador congoleño, huido de la justicia, que encontró también cobijo en España. El 1970 fue exhumado el cadáver del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo y trasladado de París a Mingorrubio, donde reposa hoy en el cementerio de El Pardo, junto a Carrero Blanco, Arias Navarro y, ahora, Franco. No es de extrañar que, al morir este último, el único jefe de Estado que asistió a las exequias fuera, precisamente, otro dictador: Augusto Pinochet.
(1) https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADrculo_Espa%C3%B1ol_de_Amigos_de_Europa
LA REPÚBLICA.CAT