Forma parte de los análisis políticos sobre las campañas electorales el hacerse el escandalizado por la dureza de los ataques entre los partidos que concurren. Incluso me atrevería a formular una ley general que diría que cuanto más haya contribuido previamente el analista a enfrentar los partidos -hurgando insidiosamente en sus diferencias, exagerándolas y provocando mal ambiente entre ellos-, más hipócritamente escandalizado se mostrará durante la campaña. Estos días vemos que hay quien ya está afilando sus cuchillos de analista.
Y, sin embargo, anunciar que se acerca una campaña muy crispada ha sido el tópico habitual de todas las campañas. Las hemerotecas me darían la razón. Como también es perfectamente previsible adivinar que la máxima confrontación será entre quienes compiten por una misma franja de electorado. Los partidos, en campaña, terminan ignorando a los enemigos más alejados y se centran en el combate con aquellos con los que hacen frontera, es decir, con los adversarios más cercanos y con quienes comparten más objetivos. Extrañarse de eso es otra muestra de fariseísmo analítico.
Y tan cierto es que compiten más encarnizadamente quienes se disputan un electorado similar como que pasadas las elecciones es con estos adversarios cercanos con los hay que llegar a acuerdos para gobernar. Entonces hay que tragar muchos sapos, olvidar las graves acusaciones que se habían lanzado y haciendo de la necesidad virtud señalar las grandes coincidencias que justifican el sacrificio del pacto invocando la voluntad soberana del pueblo. De modo que, rápidamente, los mismos que atizaban el fuego, después serán -por poco tiempo- los defensores de pacificar las rivalidades, de valorar la oportunidad que ofrece la negociación y, claro, de lograr la tan necesaria estabilidad.
Ahora mismo, en el análisis político electoral es frecuente denunciar la “polarización” y el riesgo de “división”. Ya sabemos que cuanto más claros son los significados de los términos, más confusos y menos útiles son para referirse a realidades complejas. En este caso, decir a mismo tiempo que hay más polarización ideológica y que hay más fragmentación de partidos en la representación parlamentaria ya se ve que no encaja. En realidad, los periodos de máxima polarización han sido los que se definían por la existencia de dos grandes fuerzas políticas opuestas, fueran CiU-PSC en Cataluña o PP-PSOE en España. Pero ¿a que cuando el mapa político estaba más “polarizado” no se hablaba de división social?
Lo que esto nos muestra es que los términos que se suelen utilizar para hablar de política ya son políticos. Se trata de conceptos, como los que ahora señalaba, que no son neutros sino que llevan una carga valorativa. ¿Es necesariamente negativo que haya una confrontación política contundente? O, como es el caso actual, ¿es negativo que las confrontaciones sean diversas y en varios planos -unionistas contra independentistas; independentistas prácticos contra independentistas legitimistas; partidos radicalmente democráticos contra partidos autoritarios o abiertamente antidemocráticos-, o más bien son mapas de representación política más ajustados a la realidad social? Dicho en concreto: ¿Era mejor que la extrema derecha se ocultara dentro del PP? ¿Es recomendable que la diversidad independentista quede confundida en unidades forzadas como fue Juntos por el Sí? ¿Hay que leer en positivo que el antiguo votante del PSC fanatizado por Cs ahora vuelva a casa?
En definitiva, en muy buena parte, las nuevas tensiones que vive la política son la consecuencia no esperada -pero no necesariamente negativa- de lo que por otro lado se considera deseable, positivo. Por ejemplo, una mayor politización de la sociedad se traduce en una más alta y confrontada participación electoral. O una mayor actitud crítica del ciudadano implica más desconfianza ante las debilidades de los partidos. Y, además, una mayor libertad informativa significa desengañarse de los oasis que dibujaban los tradicionales grandes medios hegemónicos. En cualquier caso, desconfiemos de las simplificaciones tópicas.
ARA