Bipartidismo insuficiente

La incapacidad de los partidos políticos españoles de llegar a un acuerdo para gobernar su Estado ha provocado la cuarta convocatoria consecutiva de elecciones al Congreso de Diputados y al Senado de España, en sólo cuatro años. Cada año, pues, toca ir a elecciones porque los partidos españoles no se ponen de acuerdo. Es alarmante constatar la incompetencia de todos juntos cuando se trata de llegar a algún tipo de pacto, a partir del reconocimiento de la diversidad ideológica de los demás. Y si entre ellos tienen esta inhabilidad manifiesta para el acuerdo, no hace falta decir que pensar que pueden llegar a algún tipo de entendimiento con los que no son como ellos es ya un pensamiento delirante. Si no reconocen, políticamente, su diferencia y la necesidad de entendimiento, por encima de la pluralidad de ideas, ¿cómo podemos imaginar que se entiendan con nosotros, admitan la diferencia singular y lleguen a algún tipo de acuerdo? Por eso sorprende tanto la actitud de algunos catalanes empeñados en picar en hierro frío y tender la mano a quien no reconoce que existes, a quien afirma con arrogancia que no quiere acuerdos contigo y que asegura, además, que volverá a aplicar el 155, en su caso.

España y diversidad, pues, no riman, ni con vaselina, ni con la intervención desinteresada de maestros de rima, ni siquiera por una equivocación de la madre naturaleza. Es curioso constatar cómo, por ejemplo, de las tres condiciones que en su último culebreo mediático Cs puso para investir a Sánchez, dos hacían referencia a la cuestión nacional, el carácter plurinacional del Estado: Navarra y la aplicación del 155 en Cataluña, en la mejor línea policíaca del sheriff yanqui que primero dispara y, justo después, te pregunta si vas armado. Pero, al mismo tiempo, es muy significativo que los tres condicionantes en el panorama electoral que señala Sánchez -Pedro, porque Jordi Sánchez está en la cárcel por independentista-, dos sean internacionales (Brèxit y deterioro de la situación económica) y el único elemento interno del Estado que mencione sea, precisamente, la reacción catalana a la sentencia contra los dirigentes independentistas encarcelados. Se quiera reconocer o no, el hecho nacional, el español y los demás, determina la política en este Estado.

Durante décadas, el régimen español se ha fundamentado en dos pilares clave,en dos referentes políticos-, a derecha e izquierda (es un decir), que aseguraban su existencia, su continuidad y su inmovilidad: PSOE y UCD, primero, PSOE y PP, ahora. Estas fuerzas son los partidos de Estado, ellos son el Estado. Era lo que podríamos llamar bipartidismo suficiente. Cada uno de los dos partidos podía gobernar en solitario o bien, como mucho, llegando a acuerdos sucesivos con fuerzas de la periferia plurinacional, pero, en ningún caso, con una presencia plural en el gobierno. Con un partido de Estado ya era suficiente. España y gobierno de coalición aparecen, hasta el momento, como una pareja de baile imposible. Lo que es normal aquí (Cataluña, País Valenciano, Islas Baleares) y el País Vasco (Vitoria y Pamplona) es anormal, inexistente, impensable allí. Ya el primer gobierno de la Generalitat restaurada, con el Presidente Tarradellas, fue un gobierno de coalición entre todos los partidos, comunistas incluidos, por primera vez en Europa desde la II Guerra Mundial. En España, todavía no. Prefieren, al parecer, gobernar solos o, simplemente, no gobernar e ir despilfarrando, convocando elección tras elección, expresando así su inmadurez democrática.

Ahora hemos pasado de un bipartidismo suficiente a un bipartidismo insuficiente, pero parece que los partidos de Estado no se quieren dar cuenta. Efectivamente, ya no estamos en esa etapa de dos grandes partidos estatales y una multitud de siglas periféricas y plurinacionales, a mucha distancia en número de escaños, sino que ahora hay dos grandes partidos estatales y, justo detrás de ellos, dos fuerzas estatales también , pero con representación menor, con la compañía inevitable de la periferia plural. España tiene que admitir que ya ha pasado la época en que un partido podía gobernar solo porque tenía mayoría absoluta parlamentaria. El próximo gobierno español deberá ser un gobierno de coalición, o bien con una mayoría parlamentaria progubernamental de coalición, entre uno de los dos partidos de Estado (PSOE/PP) y otro de las fuerzas de ámbito estatal menores (Cs/UPDM). Claro que, si se tiene en cuenta que lo que España empieza a jugarse, precisamente, es su continuidad como Estado, con los límites territoriales actuales, no me sorprendería nada que los dos partidos profesionales españoles, los dos partidos de Estado, se entendieran e hicieran un gobierno de coalición o bien una mayoría parlamentaria progubernamental, PSOE- PP. Ya sé que puede parecer una apreciación exagerada, pero se trata de salvar los muebles y con el dinero no se juega. Sobre todo, con el dinero del banco donde los partidos españoles tienen sus créditos y del que, por lo mismo, dependen.

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