La fantasmada de la inseguridad

Ya hace tiempo que las cloacas del Estado español, a raíz del proceso de independencia de Cataluña, están llevando a cabo una operación que afecta a diferentes ramas de nuestra vida con la pretensión de destruir la imagen de lo que es en realidad la nación catalana:  una colectividad democrática, cívica, avanzada, eficiente, amiga de la palabra, enemiga de la violencia… El Estado español, empujado por sus tripas -hay ser muy burro para intentar destruir a quien te alimenta-, se ha lanzado como un caballo  desbocado para intentar destruir la economía, el turismo, la sanidad, la educación y la convivencia catalanas presuponiendo que una Cataluña debilitada, Reducida a la categoría de cuatro provincias habitadas por “laboriosos y pintorescos lugareños”, no solo no tendrá suficiente fuerza para rebelarse contra la  tiranía española, sino que tampoco tendrá conciencia de ser lo que verdaderamente es: una nación de Europa.

El problema del Estado español no es el llamado “problema catalán”.  En absoluto.  El verdadero problemas del Estado español es él mismo.  Es un Estado tradicionalmente catalanofóbico, históricamente tiránico, alérgico a los valores democráticos y enemigo de toda actitud parlamentaria ante la vida.  Es un Estado que, forzado por las circunstancias, a raíz de la muerte de Franco, se vio obligada a contemporizar construyendo un guiñol de apariencia homologable con los regímenes democráticos.  Pero tuvo cuidado de proteger al fascismo y de ocultar el mantenimiento del dogal en el cuello de Cataluña.  Estamos hablando de un Estado que ha condecorado a torturadores y nazis y que ha llegado a crear una banda terrorista para matar personas cuyos miembros están en la calle.  Y no pasa nada, Porque este Estado ha visto que le es mucho más rentable por razones de imagen oprimir Cataluña desde la Moncloa que desde el Palacio del Pardo.

¿Y cómo desarrollan, entonces, las cloacas del Estado la operación para dinamitar la imagen de nuestro país como colectividad democrática, civilizada y puntera en diferentes áreas del conocimiento?  Pues diseñando un plan estratégico que afecte a un conjunto de áreas clave mediante la expoliación fiscal, la asfixia económica, la desestabilización laboral, la convivencia ciudadana, la elevación sibilina del hurto de una cartera a la categoría de crimen organizado o la amplificación de todo tipo  de hechos negativos que puedan deteriorar la imagen de Barcelona.  Así, por medio, del fomento del miedo, un miedo abstracto, irreflexivo y promovido a golpes de titular sensacionalista, se intenta hacer creer a los barceloneses que realmente viven en una de las ciudades más peligrosas del planeta.  Un amigo que ha estado recientemente de vacaciones en Navarra me contaba que la gente le preguntaba: “Pero, escucha, ¿qué está pasando en Barcelona?, ¿es ​​que es tan peligroso ir por la calle? ¡No paráis de salir en las noticias!”

¿Curioso, no, el conjunto de hallazgos misteriosos que misteriosos bañistas han hecho ‘casualmente’ en la costa barcelonesa este verano?  “¡Oh, mira, qué casualidad! ¿Sabes qué? Me estaba bañando y… patapam, me he encontrado una bomba!” “¿Ah, sí? ¡Pues un primo mío también se encontró otra, mira tú!” Y claro, playas cerradas esperando a que la Guardia Civil venga a “salvar” a los desamparados bañistas catalanas y extranjeros, cámaras de televisión que lo filman y lo difunde en los informativos y un rumor que corre y que vacía locales Porque ya sabemos que ir al Puerto Olímpico de Barcelona es tan suicida  como lanzarse por un acantilado.  Y si sales vivo, será tu día de la suerte, porque de diez personas que van, nueve no salen vivas.  Los trece asesinatos que el año pasado se registraron en solo diecinueve días en Londres, por ejemplo, no son nada comparados con el terror que se vive en las calles de Barcelona.  ¡A dónde vamos a parar!

Por otra parte, cualquier objeto que “aparezca” en una playa de Barcelona se conceptúa inmediatamente como “bomba” o “explosivo”.  No importa que después todo sea un bluf, el titular y el despliegue guardiacivilesco y mediático ya se ha hecho, que es de lo que se trataba. Otro aspecto Importante a tener en cuenta es la inhabilitación de los Mossos d’Esquadra para operar en aguas de la capital de Cataluña.  Y es que es necesario que los catalanes interioricen que su policía y nada son lo mismo, y que aquí ‘quien manda es España’.  Cabe decir, sin embargo, que, a veces, alguien se sale repentinamente del guión y deja ver las costuras de la fantasmada, como la del inocente artificiero español que, al ser entrevistada por televisión a pie de playa, dijo que la ‘bomba’ -una ‘bomba’, mira por dónde, encontrada por un bañista guardia civil en horas de ocio- había sido manipulada y que probablemente alguien la habría llevado allí. ¡Fantástico!  Puedo imaginarme la bronca que a continuación le cayó encima. ¡Pocas cosas hay tan ridículas como esconderse tras una cortina y enseñar los pies, ¿no?

En cuanto a la desestabilización de la vida social, no basta con ahogar Cataluña por vía férrea, con el servicio tercermundista de Renfe, y por vía aérea, con la gestión anticatalana de Aena, para ofrecer una imagen caótica de la estación de Sants y del aeropuerto del Prat: “¡No vayan a Barcelona! ¡Miren qué caos! ¡Y dicen que quieren ser un Estado! ¡Ja, ja, ja!” Es fácil: sólo tienes que verter dinero a Barajas y estrangular el personal de tierra de el Prat.  Las reivindicaciones laborales serán justas, pero motivadas, obviamente, por la discriminación estatal.  Inclusivo hemos llegado a ver ataques violentos al Bus Turístico con individuos enmascarados gritando: “tourists go home!”  En fin, podríamos seguir hablando de otros sectores y maniobras, como el atizamiento en la sombra de huelgas en fechas de eventos que proyectan Barcelona en todo el mundo, Nosotros, mientras tanto, entregaremos Cataluña a Pedro Sánchez y al PSOE.  Que cada lector saque sus propias conclusiones.

EL MÓN