La manifestación autodeterminista y republicana del sábado pasado en Madrid ha servido para volver a desmentir la idea del desinfle soberanista. También para buscar complicidades en el republicanismo español, algo que ya se debería haber hecho hace tiempo. Y, además, para ratificar el carácter cívico de las formas de lucha independentista mostrando capacidad de sacrificio -prácticamente veinticuatro horas entre autocar y manifestación-, un buen sentido del humor y dejando las calles limpias como una patena. Pero, desde mi punto de vista, la utilidad más grande ha sido la de volver a ver cómo el Estado responde a las aspiraciones democráticas de un gran número de catalanes.
¿Y cómo han reaccionado estos partidos a la petición de libertad de las decenas de miles de catalanes en Madrid? Pablo Casado, del PP, que ya ha amenazado con una aplicación larga del 155 si gobierna, ahora ha añadido que si un partido tiene un líder investigado se le deberían retirar las subvenciones que le corresponden, que es tanto como eliminar los partidos incómodos. Memoria corta para el partido que ha tenido más ministros simultáneamente investigados de la historia de España! Por su parte, Albert Rivera, que reaccionaba con “ni agua a los que quieren liquidar España”, aprovechó el día siguiente de la manifestación para presentar como un gran fichaje el abogado del Estado que fue apartado de la causa del Procés por empeñarse en defender la acusación de rebelión. Le consideran un “héroe” nacional, ellos que dicen que abominan de todo nacionalismo.
Ahora bien, la respuesta más ilustrativa ha sido la de Pedro Sánchez, del PSOE, la que debería ser la cara más amable de las que podrían gobernar España los próximos años. ¿Y qué ha dicho? Que mientras ellos gobiernen, Cataluña no será nunca independiente. Si Aznar dijo a los vascos que sin violencia se podía hablar de todo, Sánchez ha ido más allá: sin independencia se puede hablar de todo. Y, sin sonrojarse, Sánchez ha añadido que España es una de las democracias más avanzadas del mundo. ¿Más que Canadá o el Reino Unido, que sí permiten referendos de secesión?
Se puede entender que en tiempos electorales las declaraciones suban de tono. Lo hacen todos los candidatos, siguiendo unas lógicas simplificadoras y de confrontación que banalizan la decisión de voto. Pero en el caso de los principales aspirantes a las elecciones españolas del 28 de abril, el caso es que no exageran lo más mínimo. PP y Cs, porque ya han hecho amenazas aún más graves. Y Sánchez, porque hemos visto que ha preferido acabar la legislatura precipitadamente antes de que sentarse a dialogar -con un relator- con los independentistas. De modo que pensar que el camino de la independencia pasa por la quimera de un ejercicio del derecho a la autodeterminación pactado de buena fe con España sólo puede entenderse como una estrategia cínica de dilación temporal, o la expresión de un triste ejercicio de autoengaño.
El drama es que siempre se ha sabido que el Estado español nunca aceptaría un proceso de independencia pactado. Y quien no quiera un proceso de ruptura con la unilateralidad del Estado, tiene razón en rendirse. Como decía Duran en la entrevista con Antoni Bassas citando a Tarradellas, “lo que no es posible, mejor no proponerlo”. Pero este principio también se le puede aplicar el independentismo: si el pacto no es posible, pues hay que proponerse otras alternativas. Y vale para el unionismo: si los gobernantes españoles piensan que a base de amenazas y de dejar pasar el tiempo aquí se acabará renunciando a la independencia, se equivocan. Esto tampoco será posible, y por lo tanto sería mejor que no se lo propusieran.
En definitiva, no tengo ninguna duda de que esto acabará con diálogo. Pero ya sabemos que no ha comenzado, ni es el camino. La brutalidad policial del 1-O lo dejó claro y las sentencias de este juicio-farsa lo ratificarán. Desengañémonos: no habrá independencia sin un portazo. Y luego ya dialogaremos.
ARA