Jack London, un vagabundo muy letrado

‘HACE 100 AÑOS

Mi error fue abrir un día un libro’, así justificaba John Griffith Chaney, alias Jack London, su inmersión en el universo de las letras norteamericanas. Escritor autodidacta, logró posicionarse en el primer puesto de superventas en el mercado estadounidense al alcanzar la cifra de medio millón de ejemplares vendidos en diez años, con El lobo de mar (1904). La carrera literaria de este melancólico, mujeriego y alcohólico crónico fue fructífera en muchos registros: Jack se convirtió en adalid del socialismo heterodoxo (Lenin fue uno de sus lectores más entregados ) y pionero del periodismo social. Una herencia de 50 libros y 200 historias, un éxito literario que le persiguió desde la publicación de sus relatos El hijo del lobo , en 1900 dan fe de ello. Autor de cabecera e inspiración de generaciones posteriores, fue el más comprometido de los escritores estadounidenses, un ejemplo de integridad y c ompromiso con el socialismo y el mundo animal. John Griffith Chaney, alias Jack London, vivió una vida de novela y supo plasmar con talento en el papel todas sus hazañas vitales.

 

Infancia y juventud de un bastardo

Convertido en un clásico de la literatura juvenil, paradójicamente su infancia y juventud no fueron precisamente idílicas.

Jack desembarcó en este mundo el 12 de enero de 1876 en San Francisco. Su padre biológico (un astrólogo itinerante que abandonó a su amante en cuanto supo de su embarazo), hubiese determinado sin duda que su signo zodiacal, Capricornio, le predestinaba a grandes logros, ahí quedó todo…

Su madre, Flora Wellman, una profesora de música aficionada al espiritismo, algo desequilibrada, miembro de una familia venida a menos, se desentendió de su futuro vástago en cuanto lo sintió en su seno. Un ama de cría negra le amamantó durante ocho meses. Después, mamá Flora, contrajo matrimonio con un viudo enfermo, el veterano de guerra John London, cuyo apellido adoptó. Jack no había alcanzado aún la adolescencia cuando empezó a vender periódicos y a trabajar largas jornadas en la cadena de montaje de una dickensiana fábrica de conservas durante catorce horas diarias.

Con 14 años, el futuro escritor, sintió la primera llamada de lo salvaje : “Quería estar donde soplaban aires de aventura’. Jack como un trabajador más, frecuentaba los garitos, tabernas y burdeles de la ciudad, y tras unos cuantos tragos en el estómago se envalentonaba y prestaba oído a las historias de cazadores de focas, balleneros y arponeros. A los 17 el joven London, se sentía todo un hombre y los aires de aventura se materializaron en una goleta la ‘Sophie Sutherland’ en la que embarcó con destino al mar de Bering, ¿su destino?, cazar focas.

 

Un aventurero americano

Su espíritu intrépido le llevó a los 20 años a ‘invadir’ Alaska. Corría 1896 y George Karmack un aventurero americano, había encontrado oro en el corazón de aquel estado. Corajudo, Jack acomete la aventura, su hazaña se salda con un botín inaudito. El joven tras padecer escorbuto, vuelve tan pobre como cuando partió pero con su mente repleta de material para sus relatos, tan valioso como el oro y con el tiempo mucho más rentable y con una ventaja añadida, es inagotable.

 

Autodidacta letrado

Desde su adolescencia Jack gustaba de visitar la biblioteca de Oakland, allí traba contacto Darwin y Nietzsche, al tiempo que devora con fruición la obra de Kipling, Conrad y Melville, a su vuelta de Alaska, cumplidos los 21 se entrega a la escritura con absoluta dedicación. Confiado en su talento, envía originales a todas las editoriales de la Costa Oeste. Finalmente, en 1900, la ‘Atlantic Monthly’ le publica un relato corto. Pocos meses después Houghton Mifflin, le edita una recopilación de sus relatos en Alaska. El volumen se convierte en un bestseller al coincidir con una demanda de libros de acción en el mercado editorial estadounidense.

 

Jack, un mujeriego de pro

Robusto, de anchos hombros, y de profundos ojos azules, Jack era un hombre muy atractivo. Como su producción literaria, su trayectoria no tiene desperdicio. A los 24 años se casó con Bessie Madern, una atractiva pelirroja irlandesa profesora de matemáticas con la que concebiría dos hijas. Pero Jack no era hombre de una sola mujer y no tardó en serle infiel. Charmian Kittredge, la secretaria de la revista literaria californiana, Overlan Morthly,se convertiría en su amante y su verdadero amor. Ella era una mujer de pro, estaba a favor del sufragio femenino y fue una de las primeras californianas en montar a horcajadas a caballo.

Junto a su amada Charmian, construiría una barcaza, el Snark, y correría una de sus aventuras, zarpando del puerto de San Francisco en 1907 rumbo a los mares del sur. Tras año y medio de navegación por el pacífico, London escribiría El crucero del Snark. A modo de curiosidad señalamos que en el mismo, el escritor describe su asombro al descubir el surf.

 

Vagabundo con madera de reportero

A los 18 años, recorrió Estados Unidos, miles y miles de kilómetros, como un ‘sin techo’, subiéndose de polizón en los ferrocarriles, mendigando y vagabundeando hasta acabar entre rejas. Todas estas experiencias se convirtieron también en material para sus obras, así en 1903, publicó The people of de abyss , una sórdida crónica de su estancia en los barrios bajos del East End londinense en 1907, precediendo a los beatniks, publicó The Road auténtica narración de su vagabundeo por juvenil.

London fue granjeándose un prestigio como autor y acumulando títulos que le convirtieron en una de las firmas más prestigiosas y leídas de Estados Unidos.

Ello llevaría al magnate de la prensa Randolph Hearst le ficha en 1904, tras convencerle para cubrir como reportero la guerra ruso-japonesa, Jack no se arredra y desde el frente de Manchuria, envía unos reportajes memorables y toma instantáneas que hoy figuran en los anales de la fotografía bélica.

Ese mismo año, London escribe The Game , una novela centrada en el boxeo. Fascinado por este deporte, quizás un eco de su juventud en los muelles de San Francisco, el escritor cubriría los principales hitos pugilísticos de comienzos del siglo XX, entre los que destacaría también una serie de cuentos publicados bajo el título Knock Out: tres historias de boxeo – Colmillo blanco , en 1906, impugnada nada menos que por el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, que acusó a London de ser un falsificador de la naturaleza y de no saber nada sobre lodos…(sin palabras)-

 

Un ‘bonito’ cadáver

Vivió deprisa e intensamente, pero no dejó un bonito cadáver. Corría 1916 cuando London murió de sobredosis a los 40 años en el porche de su rancho, Rancho Hermoso, en Sonoma, California, acompañado de sus perros. Adicto a la morfina, que tomaba para paliar los intensos dolores que le provocaban sus dolencias: tenía disentería, el hígado roto de beber y uremia, una dolorosa insuficiencia renal. Había sobrevivido al escorbuto, a varias fiebres exóticas y a dos matrimonios intensos.

Sobre su muerte se ciernen sombras de duda, hay quien defiende que London se inyectó la sobredosis de morfina voluntariamente, tal y como hiciera el protagonista de su autobiográfica Martin Eden y quien por el contrario la achaca a su grave uremia o a un mero accidente.

John Griffith Chaney, alias Jack London, descansa junto a su esposa Charmian, en el Parque Histórico Jack London, ubicado en Glen Ellen, California.

LA VANGUARDIA