La operación Felipe VI contra la independencia de Cataluña, en cuatro hipótesis

Informe sobre las consecuencias de la sucesión de Juan Carlos de Borbón para el proceso soberanista.

¿La abdicación del rey Juan Carlos de Borbón tiene relación directa con el proceso de independencia que emprendió Cataluña hace unos cuantos años? Lógicamente, el monarca español no lo reconoció ayer explícitamente en su discurso. Pero el calendario y el contexto político dan pistas del peso que ha tenido en esta decisión el auge del independentismo. El debilitamiento del bipartidismo en las elecciones europeas, el triunfo de ERC en Cataluña, la victoria rotunda de los soberanistas, el ascenso de fuerzas republicanas en España… todo ello ha influido con seguridad, en la abdicación. Asimismo, la incapacidad de Juan Carlos de pilotar el Estado contra el proceso soberanista, junto con las presiones internacionales crecientes, pueden haber obligado a actuar rápidamente sólo cinco meses antes de la consulta de independencia.

El sucesor dinástico, el príncipe Felipe de Borbón, asume un lío de conflictos abiertos que piden respuesta. Y lo más importante para el Estado es el avance del independentismo catalán. Por tanto, es lógico el sopesar cuál puede ser la estrategia borbónica para frenar el proceso. A continuación presentamos cuatro hipótesis sobre esta maniobra que ha sorprendido a todos:

Hipótesis 1: no cambia nada, sólo una limpieza de imagen

A finales de junio, después de haber aprobado por procedimientos de urgencia la ley de sucesión monárquica, el congreso español proclamará a rey Felipe de Borbón, Felipe VI. El nuevo monarca puede decidir mantener un perfil alejado del debate político, en la línea de su padre. El nuevo rey español puede hacer algunos gestos, como hablar en catalán o dejarse ver aún más por Cataluña, pero renunciando a dirigir ninguna reforma.

Si fuera el caso, la renuncia de Juan Carlos podría tener únicamente motivos vinculados a la casa real: bien el estado de salud del monarca, bien la difícil resolución legal de la sucesión. En caso de muerte del rey español no habría tiempo de hacer una ley, que todavía no existe, para establecer la continuidad de la dinastía. Muerto el monarca, se podría atizar mucho más vivamente que ahora el debate sobre monarquía y república en España.

Por tanto, en esta hipótesis la maniobra consistiría básicamente en un lavado de cara mirando a la comunidad internacional, donde la figura de Juan Carlos ha desprestigiado al máximo. Felipe podría ofrecer un tono más combativo para la resistencia a las presiones internacionales en favor de la consulta.

Hipótesis 2: dilatar el proceso para ganar tiempo

Sin tener ninguna opción clara para encarar el proceso catalán, la coronación de Felipe pretendería detener el calendario e impedir a los catalanes el votar el 9 de noviembre. Con el pretexto del cambio de titularidad de la corona y de una promesa de reformas más adelante, el Estado trataría de conseguir un aplazamiento de la consulta.

Se trataría de crear un estado de opinión favorable a ‘dar una oportunidad’ a Felipe, que ofrecería una imagen más amable y complaciente a los catalanes y que presentaría el referéndum catalán como un desafío injustificado en un momento de cambio tan importante en la cúpula del Estado. La gesticulación del nuevo monarca iría acompañada en Cataluña por voces reconocidas que se alzarían pidiendo tiempo. Pero, en el fondo, no habría ninguna oferta concreta de cambio en la estructura del Estado español. Tan sólo sería un intento de ganar tiempo esperando que la mejora de la situación económica y la nueva cara amable del Estado disminuyeran el temple del soberanismo.

Hipótesis 3: pilotar una reforma constitucional

Felipe de Borbón, una vez entronizado, puede hacer una propuesta de reforma de estilo federal, en la que se remarque la singularidad catalana. El Estado español sabe que ya no puede detener el proceso de independencia y que sólo una reforma profunda de la constitución le permitiría vislumbrar alguna posibilidad de invertir la tendencia. Pero las instituciones españolas actuales y los dirigentes de los grandes partidos están tan desprestigiados que no pueden encabezar un cambio rotundo.

Una reforma constitucional para favorecer el encaje de Cataluña no tendría ningún coste para el nuevo rey y, en cambio, implicaría un castigo electoral muy grande para los dos grandes partidos, PP y PSOE. Si fuera el caso, la mayoría parlamentaria española podría utilizar la voluntad del monarca como coartada para explicar la decisión al electorado, que debería digerir este cambio de rumbo copernicano.

Cómo afectaría esto a la consulta del 9 de noviembre es muy difícil de prever ahora mismo. Los partidos catalanes se han comprometido a hacer la consulta y, en caso de que hubiera una propuesta desde España, someterla también a votación.

Hay que tener en cuenta que si la reforma no es sólo estética el proceso legal pide la aprobación por dos tercios del congreso y el senado, la disolución de las cortes españolas y elecciones constituyentes con una mayoría resultante que ratifique la reforma. Este proceso es imprescindible si la reforma afecta al título preliminar de la carta magna española, condición necesaria para ofrecer algo de peso en Cataluña. Con todo, en este momento no parece que ni a la monarquía ni a los dos grandes partidos les convenga una convocatoria electoral, pues les podría debilitar aún más.

Otra posibilidad sería, sin embargo, utilizar la consulta del 9-N como coartada para la reforma constitucional. En este caso, el Estado debería aceptar o tolerar la consulta y preparar una oferta de respuesta. Si Cataluña vota a favor de la independencia, entonces España ofrece una reforma federal completa, con la monarquía como garantía y con la fuerza simbólica necesaria para legitimarse ante el pueblo español.

Hipótesis 4: un monarca para dos estados

Como último recurso, en caso de que las tres hipótesis precedentes no fueran posibles, la monarquía ‘renovada’ podría intentar convencer a los catalanes de mantener el rey como jefe del nuevo Estado catalán independiente. Esta última propuesta serviría para no cortar todos los lazos con el Estado español. Sería una solución de urgencia para dejar la puerta abierta a una reintegración de Cataluña dentro de España en un futuro no muy lejano. Según esta hipótesis, la monarquía compartida por los estados catalán y español haría posible la ‘reconciliación’ en un mismo Estado.

Con todo, la monarquía y el Estado español asumen un riesgo altísimo con esta maniobra, sea cual sea la hipótesis que se acabe imponiendo. Sobre todo, por las dificultades legales y políticas que implica el cambio de monarca y porque abre un debate importante en España sobre la recuperación de la república. La operación Felipe VI no tiene ninguna garantía de éxito porque los catalanes siguen teniendo en sus manos la decisión final sobre su futuro. Ni partidos ni ciudadanos se encuentran obligados a aceptar ninguna de las cuatro hipótesis presentadas en este análisis. Sea como sea, los partidos que impulsan la consulta han expresado el compromiso de someter la independencia a votación.

VILAWEB