La estabilidad y el inmovilismo

El tesoro británico hizo ayer un gran gesto de estabilidad. Anunció que en el supuesto de que Escocia votara la independencia, el Reino Unido asumiría toda la deuda que tiene el Estado, y que en todo caso más adelante ya negociaría con Escocia cómo se lo repartían. Gran Bretaña cree que el ‘no’ ganará en el referéndum escocés, pero al mismo tiempo sabe qué valor tienen estos gestos en la comunidad internacional. Por eso, por si alguien se pusiera nervioso con la separación escocesa, anuncia que asumirá la deuda más allá de donde le correspondería y todo.

El gesto tiene evidentemente una parte de puesto propagandístico hacia los electores escoceses, pero sobre todo es un gesto preventivo dirigido a la comunidad internacional: la estabilidad, pase que pase, está asegurada. Londres, Inglaterra, Gran Bretaña o lo que quede no entrarán en ningún túnel ni originarán conflicto en la comunidad internacional. Un mensaje, el de la estabilidad, que tanto los estados como las empresas estiman sobremanera. La Gran Bretaña, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y país acostumbrado a la independencia de excolonias, sabe lo importante reafirmar este principio y por ello lo proclama. Proclama que, con independencia de que pueda hacer Escocia, continuará asegurando la estabilidad del Reino Unido, tal como lo hemos conocido hasta ahora o tal como quede pasado septiembre. Aun la de Escocia. Y que por lo tanto no debe haber ningún problema.

El contraste con España es, nuevamente, hiriente. España últimamente no para de llenarse la boca hablando de la inestabilidad que presuntamente crearía la independencia de Cataluña. Se piensa que este mensaje puede impresionar a los demás estados y ponerlos en contra de nosotros. Ignora que en el mundo de hoy nadie, salvo ellos y algunas dictaduras, confunde inestabilidad e inmovilismo. Como ha vuelto a demostrar justamente el gobierno de su majestad británica.

Y son significativos, en este sentido, algunos de los informes internacionales que conocimos la semana pasada y que coinciden, desde países diferentes, en cuestionar que sea legítima la actitud de cierre absoluto de España hacia la cuestión catalana -de inmovilismo-. El catedrático, precisamente galés, Huw Evans lo decía bien claro: España pierde la legitimidad si se niega a debatir democráticamente un problema político indiscutible, en este caso el catalán. Lo que, traducido, equivale a decir que es el estado español, y no el movimiento popular catalán, quien origina inestabilidad internacional. Eso de lo que todo el mundo -todo el mundo sensato- huye, como acaba de demostrar la Gran Bretaña.

Vicent Partal
VILAWEB