En la edición facsímil del libro de mi abuelo, Salvador Cardús i Florensa (1900-1958) -un historiador autodidacta-, ‘Terrassa durant la guerra separatista dita dels segadors’ (‘Terrassa durante la guerra separatista llamada de els segadors’), publicado por primera vez en 1971, he tenido ocasión de releer una jugosa cita del famoso don Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde de Olivares y duque de San Lúcar (1587-1645). Este personaje, consejero del joven Felipe IV, en 1625 escribió un Memorial que es todo un programa político y al mismo tiempo la estrategia para realizarlo. La estrategia, claro, que causó aquella guerra separatista de 1640. La cita de la que hablo, releída ahora, pone de manifiesto dos cosas importantes. Una, que el nacionalismo español sigue siendo heredero del pensamiento absolutista y asimilacionista con que el conde de Olivares entendía España, sin que haya evolucionado en lo fundamental: la adquisición de una cultura democrática y el reconocimiento de una realidad plurinacional. Y la otra, que la estrategia propuesta por Olivares -con las distancias debidas por el cambio de época- no es muy diferente de la seguida por el actual PP y, por tanto, que nos puede servir de advertencia sobre lo que pasará.
El punto de partida de Olivares en su Memorial es tan parecido al de la FAES, los fabricantes de pensamiento político del PP que lidera José María Aznar, que para hacerle justicia habrían hecho bien en poner el nombre del conde duque a la fundación. Según Olivares, el objetivo más importante del monarca debía ser que no se contente con ser rey de cada uno de los reinos de Portugal, de Aragón, de Valencia o conde de Barcelona, “sino que trabaje con consejo maduro y secreto por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla, sin ninguna diferencia”. Y para conseguirlo, aconsejaba al rey tres caminos. Los transcribo en catalán: “El primero, señor, que es el más difícil de seguir, pero también el más seguro, consistiría en que su majestad favoreciera a los súbditos de sus otros reinos para que vinieran a vivir a Castilla y que se casaran allá: hay que facilitarles esta vía a fin de que, viéndose ya naturalizados castellanos y admitidos a los oficios y dignidades de Castilla, olviden sus orígenes…” Como puede comprobar el lector, este consejo es exactamente el precedente del conocido Puente Aéreo… “El segundo medio sería que su majestad […] conduzca los reinos a tratar de su reunificación por vía de negociación, uniendo la fuerza y la astucia: la fuerza hará mucho, pero, sin que se note mucho, hay que mostrarla como por casualidad”. Es decir, lo que ha sido la trampa del modelo autonómico de los últimos 30 años o la actual promesa federalista del PSOE. Pero atención al consejo final: “La tercera vía, que sería una vía sin previa justificación, pero la más eficaz, consistiría en una visita personal de su majestad, acompañado de la fuerza militar de la que he hablado, […] [actuando] de forma que se levantara un gran tumulto popular, y con este pretexto comenzar la represión, y con el fin de llevar la calma y evitar que recomenzaran los disturbios disponer las leyes de este reino de conformidad con las de Castilla por derecho de conquista”. No hace falta que diga que si Olivares habla de “tercera vía”, sólo lo hace porque va en tercer lugar, pero como dirían Les Luthiers: “¡Caramba, qué coincidencia!”.
Me interesa sin embargo, insistir en la tercera vía de Olivares, que ahora no se llevará a cabo por la vía militar sino a través de tumultos provocados con la imposición de leyes -como la Wert-, desprestigiando a la policía catalana y a otras instituciones a través de técnicas de propaganda y falsos rumores. Y, por tanto, quisiera advertir del tipo de cañonazos que ya se disparan y que algunos de los nuestros tragan con una ingenuidad que clama al Cielo.
ARA