-En un escenario como el que proponéis en la invitación a la reflexión, es muy probable que aparezcan movimientos controlados y dirigidos por los partidos políticos de adscripción abertzale que, en su afán por alcanzar posiciones hegemónica en sus ámbitos y carentes e perspectivas de Estado, planificarán objetivos desviados del que entiendo que debiera ser el principal y que no es otro que la recuperación del Estado Vasco soberano. Se dará un incremento de las reivindicaciones por la libertad de los presos, movimientos a favor del euskera, de los servicios públicos vascos (educación, sanidad, cultura, transporte…). Objetivos generosos y, por supuesto, deseables, pero a los que veo condenados al fracaso estratégico. Porque ¿cómo conseguirlos sin un Estado Vasco? Un pueblo sin Estado dotado de medios propios adecuados (y es nuestro caso), está indefenso ante la expansión subyugadora de los que disponen de ellos. Puede, eso sí, que les posibilite el acceso a puestos destacados en los organismos y en las instituciones (congreso, senado, gobiernos (¿) autónomos, etc.), que con tanto alborozo celebran tras las elecciones, pero que les mantienen cada vez más alejados del poder. Esta persistente confusión requiere una superación analítica y, si bien contamos con numerosas personas de reconocido talento, habida cuenta de las enormes dificultades con las que nos encontramos y de que estamos enfrascado en una contienda con enemigos muy poderosos, nos vemos en la necesidad de utilizar sabiamente todos los recursos de que disponemos (mentales, políticos, morales y representativos) para poder alcanzar el éxito. Deberá ser la sociedad la que marque el camino, por lo que las iniciativas deberán de partir de organizaciones sociales en las que los grupos de reflexión de sensibilidades independentistas adquieran protagonismo y presenten, con decisión y contundencia una alternativa clara.
Y tengo el convencimiento de que también aumentarán las reclamaciones y exigencias, más que legítimas, sin duda, de independencia. Pero tenemos que tomar conciencia de que no tiene sentido reclamársela a los estrados gran-nacionales español y francés, que no nos la van a conceder. (“Es una constante histórica la incapacidad de las clases dominantes españolas asumir pacíficamente las reivindicaciones democráticas de los pueblos sometidos” nos dice J.E. Garcés en “Soberanos e intervenidos” y E. Said nos advierte que “el imperialismo nunca devuelve nada de buen grado”). Más que un derecho es una obligación que depende de nuestra voluntad. Sería una irresponsabilidad dejar la solución en manos de quienes son el problema.
Las primeras consideraciones que se me ocurren en previsión de la situación que se nos pueda plantear es atender a la advertencia de Fanon en cuanto a que los problemas reales surgen después de que los oprimidos dejan de estarlo, porque es entonces cuando las cuestiones de la transformación social, del nacionalismo, del desarrollo, pasan a ser realmente responsabilidad de los, hasta entonces, oprimidos.
Claro que antes de llegar a ello hay una cuestión que nos debe preocupar: Una de nuestras prioridades ha de ser el reconocimiento internacional. Estoy totalmente de acuerdo con Salvador Cardús cuando dice que ser reconocido por el mundo es uno de los principales atributos de lo que se entiende por soberanía. Y es uno de los objetivos fundamentales de cualquier emancipación nacional. No tengo la certeza de que nuestra posición en este aspecto resulte adecuada. (“Hoy somos más lo que no somos que lo que hemos llegado a ser y aún seguimos siendo” J. Oteiza “Quosque tandem…!). Me parece muy acertada la conclusión de Eneko Urtiaga en una interesante reflexión sobre la urgencia de la independencia en el nº 70 de Nabarralde kazetaria: “Pienso también que el nuevo Estado debe recoger en su primera declaración de independencia y en sus bases jurídicas internacionales la soberanía arrebatada injustamente al Estado de los Vascos, Navarra. Más todavía, su legitimidad internacional sigue viva y creo que es el momento de ejercerla”.
La actitud del gobierno español con respecto al desarrollo de nuestro proceso no nos sorprenderá. Son muchos siglos de dominación y no tenemos más que ver cómo reaccionan ante las resoluciones del Tribunal de La Haya (Kosovo) y en estos días contra la de Estrasburgo (doctrina Parot). De cualquier manera, por resumir, veamos algunos testimonios que nos hablan de las características y del inmovilismo de los poderes del Estado español: L. Futchwagner a través de uno de los personajes de su novela “Goya”, nos dice refiriéndose a la clase política española: “Esta naturaleza belicosa va ligada a un ligero desprecio por la erudición y el intelecto y también a un tremendo orgullo, famoso y tristemente célebre en el mundo entero: el orgullo por la unidad de la nación”. Rafael Altamira, prestigioso historiador, experto en problemas relacionados con la enseñanza de la historia y exiliado como consecuencia de la victoria franquista, justifica la expulsión de los judíos que le parecía “moralmente condenable”, porque obedecía a “una finalidad superior” como es “la unidad nacional”. No nos resulta inverosímil que se produzca un intento de aniquilación, es decir de reducción a la nada, pues como dice Elías Canetti en sus “Apuntes”: “El orgullo español. Y luego lees en la prensa lo que los españoles hicieron en América del Sur.. ¿De qué pasado puede estar nadie orgulloso?. Considerar, igualmente la respuesta de Bono a Carod Rovira cuando éste le pregunta cómo reaccionarían ante una declaración de independencia alcanzada por medios democráticos: “Les mandaremos el ejército”. Y tantos y tantos más…
En cuanto al encaje internacional del Estado español, no creo que mejore su posición, alcanzada como consecuencia de la corrupción y despilfarro, del errático sistema de Autonomías, carente de legitimidad democrática y apoyado en una constitución continuadora del régimen franquista de la que derivan leyes cuestionadas en las más altas instituciones internacionales y rechazadas por las organizaciones defensoras de los DDHH. Como he señalado más arriba, es nuestro reconocimiento internacional el que me preocupa.
Por último, considerada esta situación no deberíamos desaprovecharla y prepararnos para actuar con firmeza. Hemos visto en estos últimos años cómo países con movimientos independentistas de menor intensidad que el nuestro, han sabido aprovechar las circunstancias externas favorables y han conseguido la emancipación.
No tenemos que caer en el desánimo, Aimé Césaire cita en uno de sus trabajos a un poeta que concluye:
Ninguna raza posee el monopolio de la belleza, la inteligencia o la fuerza.
Y hay sitio para todas en el lugar de la victoria.