En el transcurso de los últimos cien años, las propuestas de “terceras vías” han sido una constante. Son muy conocidas, por ejemplo, las propuestas en el seno de la tradición socialista. E.Bernstein propugnó “revisar”, es decir, volver a mirar, las tesis del marxismo clásico, postulando una vía reformista entre el capitalismo y el socialismo revolucionario como la más adecuada a las sociedades del cambio de siglo. La propuesta fue rechazada en el seno de la Segunda Internacional, pero posteriormente se fue imponiendo en la izquierda europea. A finales del siglo XX, Tony Blair, volvió a presentarse como paladín de una pretendida “tercera vía” entre el liberalismo económico y la socialdemocracia.
De hecho, la aparición de posiciones intermedias resulta casi inevitable. Hay diferentes razones que explican la potencial seducción inicial de estas propuestas centrípetas. Una de ellas es de carácter epistemológico. Sabemos que los cerebros humanos muestran a menudo la tendencia a organizar la realidad a partir de contraposiciones conceptuales binarias (interior-exterior, frío-caliente, cercano-lejano, cuerpo-alma, capitalismo-socialismo, etc). Es lo que se llama la perspectiva de la mente discontinua (discontinous mind). Una estrategia conceptual dualista simplifica la realidad y permite actuar con rapidez, una característica que ha sido útil a lo largo de la evolución. Pero esta estrategia puede suponer una excesiva simplificación ante cuestiones complejas. Así, las “terceras vías” pueden parecer de entrada más elaboradas, ya que en principio implicarían haber analizado las dos alternativas previas y haber combinado sus ventajas. Pero la experiencia muestra que éste no siempre es el caso. Si bien el reformismo de Bernstein se acabó imponiendo en la izquierda europea de la segunda mitad del siglo XX, la tercera vía posterior de Blair se ha disuelto como el agua de lluvia en los ríos del continente.
La cuestión central consistirá en ver si la “tercera vía” propuesta: 1) resulta analíticamente clara y está empíricamente bien informada en relación a las dos vías previas, y 2) resulta plausible su implementación práctica en un contexto determinado. Claridad con solidez empírica y facticidad práctica. Así, sus partidarios están obligados a concretar el contenido de la propuesta (el qué) y la manera de implementarla (el cómo). ¿Qué se puede decir de estas dos condiciones en el contexto político de la Cataluña actual?
1) Claridad y solidez empírica (el qué). Las “terceras vías” remiten aquí a alguna variante de carácter “federal” o “confederal”. Y éste es un mundo complejo. Dentro de los modelos federales hay, como mínimo, tres grupos de teorías federales y 23 federaciones prácticas que son diferentes en muchos aspectos. Primera pregunta: ¿las terceras vías “federales” presentan un modelo teórico e institucional claro, adecuado a la sociedad plurinacional española?. Leyendo los documentos de los partidos que hablan de ello, la respuesta general es “no”. Cuando tratan de concretar el modelo, aunque sea a grandes rasgos como pretende hacer el documento de Granada aprobado por el PSOE (y asumido por el PSC), el resultado no puede ni calificarse de federal, y mucho menos de plurinacional. Más bien se trata de una mera reforma parcial del Estado de las autonomías. El tema nunca se plantea desde supuestos plurinacionales, no se establece un reconocimiento nacional ni un amplio autogobierno para Cataluña en los ámbitos simbólicos, económicos, fiscales, europeos, internacionales, etc. La propuesta del PSOE es simplemente “antigua”. Llega tarde y mal. No se trata de un cambio de modelo, sino que más bien mantiene una lógica lampedusiana: proponer algunos cambios para que de fondo no cambie prácticamente nada. Desde Cataluña resulta imposible “comprar” esta propuesta. Y mucho menos en el momento actual. En resumen, se trata de una falsa tercera vía.
La propuesta “confederal” de UDC puede parecer de entrada más atractiva, pero además de necesitar una mayor concreción en diversos ámbitos, contiene una deficiencia conceptual de base: en la política comparada actual no hay “estados confederales” (con la posible excepción del caso atípico de Bosnia-Herzegovina). El modelo territorial de los estados es federal (USA, Canadá, Suiza), regional (Reino Unido) o centralizado (Francia), o bien responde a situaciones intermedias o más específicas dentro de estos tres modelos básicos (estados asociados, federación, etc). Lo que sí existen son las confederaciones de estados -previamente independientes- para regular aspectos económicos o de defensa de manera común. Algunas confederaciones históricas, como la americana o la suiza, evolucionaron hacia la constitución de federaciones (1787 y 1848, respectivamente). Conceptualmente, la tercera vía confederal, hoy un tanto confusa, quizá podría asociarse a un Estado federal plurinacional muy descentralizado y fuertemente asimétrico, incluidos los ámbitos simbólico e internacional. Se trataría de un planteamiento adecuado si viviéramos en otro planeta, más civilizado, pero que no parece tener ninguna plausibilidad de ser llevado a la práctica en el caso español. El principal problema de esta vía es su facticidad.
2) Facticidad práctica en el contexto español (el cómo). Aquí la carga de la prueba consiste en mostrar el realismo de la propuesta. Segunda pregunta: ¿resulta plausible establecer, a través de una reforma constitucional, un Estado federal plurinacional muy descentralizado y asimétrico -el único modelo “federal” que podría ser aceptable hoy desde Cataluña- en el “marco mental” y de comportamiento de las instituciones y de los partidos españoles?. Francamente, creo que nadie ha ofrecido argumentos de plausibilidad práctica dadas las características de las instituciones del Estado y de la cultura política de los principales partidos nacionalistas españoles (PP y PSOE).
Algunos hechos recientes, como meros ejemplos: el gobierno central habla de “diálogo” mientras sigue manteniendo una ofensiva centralizadora y unitarista en los ámbitos educativo, judicial, simbólico, lingüístico, internacional, etc.; practica un ahogo económico sistemático a los ciudadanos de Cataluña basado, para más escarnio, en un permanente expolio fiscal; recorta drásticamente las inversiones; margina las infraestructuras; no paga lo que debe de acuerdos anteriores; elabora informes falsos y difamatorios sobre el Presidente de la Generalitat (y luego no pasa absolutamente nada); trata sus graves casos de corrupción (Bárcenas, Gurtel, etc) con una frivolidad propia de dictaduras o de estados autoritarios; el Tribunal Constitucional, cuya composición ya refleja una alarmante falta de separación de poderes, avala que su presidente pertenezca a un partido (PP) y haya colaborado con su Fundación -argumento que sí fue decisivo para recusar a un magistrado durante el proceso del Estatuto-; el Fiscal General destituye al fiscal de Cataluña por unas declaraciones comprensivas sobre el derecho a decidir; destacados políticos populares y socialistas hacen declaraciones que reflejan una cultura política conservadora o jacobina completamente refractaria al pluralismo nacional, etc. En fin, la lista podría ser obviamente mucho más larga. La conclusión es que el Estado no muestra interés por solucionar el tema territorial y nacional. El Estado va a ganar. Desde la arrogancia. Desde las amenazas. Desde la imposición.
Hace unos años elaboré un modelo de federalismo plurinacional para el caso español basado en la teoría federal y en la política comparada. Sin embargo, la experiencia ha mostrado de manera fehaciente que no resulta posible implementar este tipo de modelos en este contexto. Ante las prácticas institucionales y de la cultura política común en el tema nacional que muestran tanto la derecha como la izquierda españolas, proponer hoy modelos federales o confederales de base plurinacional no resulta factible. Simplemente. Es tener interés en negar la realidad (por los motivos que sea). Es plantear autoengaños que se encuentran más allá de las posibilidades, incluso mentales, de la cultura política de las instituciones y de los principales partidos españoles. Y esta falta de realismo de las terceras vías no dispone ya hoy de la coartada que tienen los planteamientos hipotéticos no comprobados.
El ascenso del independentismo también se basa en la falta de credibilidad de las “terceras vías”. De hecho, éstas no deberían venir de Cataluña, sino del Estado. Y para que fueran creíbles deberían cumplir las dos condiciones anteriores. Desde el catalanismo, presentar alternativas que no resultan plausibles es proponer la inoperancia, seguir perdiendo el tiempo sin solucionar el problema de fondo. Probablemente, vendrán propuestas de reforma constitucional, pero todo indica que serán de vuelo raso, de tipo “lampedusiano”. Ninguna de las terceras vías propuestas muestra realismo. Las terceras vías podrían ser una alternativa, pero en la práctica no lo son ni parece que en el futuro tengan capacidad de serlo. Cataluña ha de seguir su propia vía. La impulsada por la mayoría de sus ciudadanos.
Ferran Requejo
ARA