Contra el consenso

Si Groucho Marx decía que cuando oía la palabra ‘cultura’ se aprestaba a buscar la cartera, a mí me pasa algo parecido con tres conceptos: consenso, pluralidad y cohesión social. Con el paso del tiempo, la política y los medios de comunicación -o de interpretación- han construido un lenguaje propio lleno de palabras que se han convertido herramientas de control. Hay muchos libros y estudios completos que explican cómo el lenguaje se ha convertido en una herramienta más a favor del control político y mediático de las sociedades. Mi crítica al uso del consenso, la pluralidad y la cohesión social no va tan lejos en el plano teórico, pero estoy convencido de que se han convertido en un recurso sistemático contra el progreso y el cambio. Es decir, en un pretexto conservador.

 

Me explicaré con un ejemplo reciente que, de hecho, es lo que me ha hecho recuperar algunos apuntes que había hecho sobre estas tres palabras. El Once de Septiembre se realizará la ‘Vía Catalana’ por iniciativa de una entidad que tiene como razón de ser la independencia de Cataluña. La Asamblea Nacional Catalana (ANC) es un movimiento ciudadano que organiza acciones para conseguir que Cataluña tenga un Estado propio. Sin que nadie se lo encargara, la ANC convocó una inmensa movilización netamente independentista en la fiesta del año pasado y este año lo ha vuelto a hacer en forma de cadena humana de punta a punta del Principado. La mayoría de partidos no han dicho ni mu hasta hace cuatro días. Algunos han anunciado su apoyo entusiasta a la propuesta, pero otros han tratado de condicionar su participación a un cambio radical del sentido de la convocatoria, cuando se han dado cuenta de que la cosa sería un éxito espectacular. La razón expuesta para pedir que la movilización fuera por el derecho de decidir y no por la independencia como ha sido el consenso.

 

Este es uno de los muchos ejemplos aplicables a ámbitos muy diferentes de la política que demuestran que el consenso es un pretexto para no ir más allá. Y es una herramienta que utilizan indistintamente lo que algunos identifican como derechas e izquierdas (UDC e ICV, por ejemplo). Esta coincidencia se produce igualmente con el uso de la pluralidad y la cohesión social contra propuestas ‘que dividen la sociedad’. Todo ello me reafirma en la idea de que las divisiones entre derecha e izquierda cada vez son más ineficaces para analizar el comportamiento político de partidos e individuos. Las fuerzas que impiden el progreso social, nacional y económico se definen indistintamente de derechas o de izquierdas. Se pueden identificar fácilmente por el uso constante que hacen de las palabras consenso, cohesión social y pluralidad como pretexto conservador contra el cambio. Hay izquierdas conservadoras y derechas progresistas. Y a mí me interesa más esta distinción.

 

Nos puede pasar que la apelación al consenso sobre el derecho de decidir acabe siendo un freno que nos impida expresar nuestra voluntad de independencia. ¿La independencia romperá la cohesión social? ¡Pues que la rompa! ¿O es que preferimos que una mayoría clara de la sociedad adormezca su anhelo democrático a favor del anhelo de una minoría? De hecho, si somos razonables nos daremos cuenta de que lo que pone en peligro la cohesión social es continuar en España.

 

A mí no me interesa el consenso, sino la democracia -el combate de las ideas y la deliberación de una ciudadanía informada-, no me interesa la pluralidad, sino la complejidad -prefiero un parlamento bipartidista donde prevalezcan los candidatos y las ideas de las personas, que una cámara con disciplinas orgánicas de coloretes-, y no me interesa la cohesión social, sino la esperanza de cambio, el compromiso con un futuro de oportunidades para todos.

 

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