Prestigios oficiales

Siempre hemos dicho, desde el catalanismo, que en Cataluña no había ningún problema con las lenguas, y que era desde el españolismo monolingüe y homogeneizador desde donde se creaba una división social estéril y estúpida, basada en lo que Fernando Savater dice ‘el derecho de ser monolingües en castellano en toda España’ (y que en ningún caso permite, sin embargo, ser monolingüe en catalán en Cataluña).

 

Este derecho a ser monolingües en castellano es lo que hay detrás de la petición de desplazar el catalán como lengua vehicular, ambición que la ley Wert quiere poner negro sobre blanco y que en Cataluña unas cuantas familias -amparadas en la mala fe de los codiciosos- han querido exigir contra la ley catalana. Lo más interesante de todo ello, en mi opinión, consiste en investigar las razones del otro, el por qué de su modo de pensar, qué valores y qué ideas fundamentan su mentalidad. ¿Por qué esa terquedad con el castellano en Cataluña, cuando saben positivamente que todo el mundo lo habla, lo entiende y lo respeta?

 

Yo me crié en Mallorca -en una familia de clase media, y no en Sarrià o Pedralbes, como apuntan obsesivamente algunos lectores en los comentarios-, y es allí donde aprendí que hay una fuerza oscura que siempre costará erradicar. Los catalanohablante mallorquines sienten que su lengua materna no es digna de respeto, y es por lo que votan al PP y se ponen a favor de cualquier propuesta que la desprecie.

 

El mallorquín es la lengua ‘del pueblo’, del ‘terroso’, del ‘campanario’, de los padrinos iletrados, mientras que el castellano es la lengua del prestigio, del cosmopolitismo con zapatillas de marca, del poder central y del conocimiento sin fronteras. Me harto de escuchar a los padres y las madres de mis amigos pidiendo a los profesores que se enseñara menos catalán, y más matemáticas o inglés, o hablar -eso les molestaba mucho…- el castellano ‘sin nada de acento’; un acento, en el castellano, que no les molesta en boca de un gallego, de un andaluz o de Mourinho… ¿Cuántos mallorquines me seguirán pidiendo en catalán -que escriba en castellano, porque así tendré más lectores, y así también me leerán ellos, que no han hecho el esfuerzo de aprender a leer en su propia lengua por culpa de un franquismo educativo que sin embargo no lamentan?

 

Desde Mallorca -y me temo que desde Valencia también- no se percibe que el catalán es una lengua de normalidad de conocimiento y de prestigio, una realidad sólo percibida desde Barcelona. Si los mallorquines y los valencianos conocieran la realidad catalana y la fuerza del catalán y el reconocimiento que tiene, y el vigor que le saben dar sus hablantes y sus intelectuales, el discurso del PP -y de Ciudadanos, y del PSOE, en muchos aspectos- quedaría sin el más mínimo recorrido.

 

Ahora, la excusa en las Islas es la educación trilingüe -catalán, castellano, inglés-, que es muy cierto que podría funcionar en un mundo ideal, pero que seguro llevaría a hacer del catalán el nuevo inglés: la lengua ortopédica de turno, que sirve para hacer ejercicios de gramática y aprender listas infinitas de un ‘vocabulario’ que se olvida al día siguiente del examen.

 

Una educación trilingüe que se pide en las comunidades bilingües, y nunca en las monolingües en castellano: ¿imaginan una educación trilingüe (castellano, inglés, alemán) en Valladolid? Es cierto: no conozco ningún niño que hable inglés con naturalidad, por muchas horas que dedique en la escuela… Es decir, que todo acabaría como siempre: el castellano se impondría como lengua natural y viva, y el resto sería como el latín o las matemáticas: abstracciones mecanizadas que sirven para ir pasando cursos.

 

Sin embargo, cuando descubres que lingüísticamente no eres tan pequeño ni tan ridículo -que con tu lengua se escriben libros que se venden, que se dan clases en las universidades de prestigio, que se habla en los cafés de los barrios ricos, que sirve en la consulta del cirujano plástico o permite escribir artículos en los periódicos serios- la relación con tu lengua cambia totalmente. En Barcelona, sin hablar catalán, no puedes aspirar a tener un papel socialmente relevante: puedes hacer de camarero incómodo y mal educado en las Ramblas, es cierto, pero ¿puedes ser dentista, abogado, editor, periodista, ingeniero o arquitecto? ¿Saben los partidarios del monocultivo castellanista que están quitando oportunidades laborales a sus hijos en la economía más importante de España -o de este rincón del Mediterráneo?

 

Algo que tampoco saben los que odian su lengua, en Mallorca, Valencia o Aragón, es que muchos catalanes perfectamente bilingües son profesores de universidad en Estados Unidos, por ejemplo, o que muchos catalanes que no han renunciado a su lengua son grandes médicos, abogados o empresarios, bien implicados en el destino de su país. Para estos resentidos -en la línea de lo que se piensa en Francia- continuar con ‘las lenguas regionales’ es continuar ‘chapoteando en el barro’, anclados en un particularismo contraproducente e improductivo, en la idolatría de un dios menor que no garantiza la salvación del reconocimiento universal de la lengua castellana. En Francia, hablar el francés con acento ‘regional’ puede ser un impedimento muy grande para hacer carrera en París o en el cuerpo administrativo del Estado.

 

Ahora ya hay quienes perfilan la política lingüística de la Cataluña independiente. ¿Castellano oficial? ¿Sólo el catalán? ¿Prescindir de lengua oficial, como Estados Unidos o Australia? Yo todavía no veo cómo se saldrá de España sin pasar antes por la cárcel, pero ya hay quienes diseñan el uniforme del ejército catalán o hacen de la sardana el nuevo Harlem Shake.

 

¿Ha servido para algo la política lingüística de España de cara a borrar el catalán durante los últimos siglos? ¿Ha servido la política catalana de cara a la normalización plena del catalán en casa, cuando se ha disfrutado de autogobierno? ¿Servirá de algo, pues, la política lingüística que pueda implementar el hipotético Estado catalán independiente? ¿O bien todo depende de otros factores, y no de la oficialidad o no de una lengua o la otra?

 

 

 

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