La vergonzosa y ridícula decisión del gobierno aragonés, con el apoyo del PP y el PAR, borrando con un golpe de fuerza institucional la lengua catalana y la aragonesa de la minúscula presencia legal que tenían en Aragón, debería ser la gota que hiciera derramar el vaso, ¡el ‘vas, el got, el veire i el tassó i tot’ (el vaso en las diversas variantes del catalán) y todo! No se trata de un hecho aislado o una anécdota hija de la ignorancia lingüística, la incultura filológica o el desconocimiento científico. No pueden ser tan burros, tan asnos, tan pollinos, como para hacer ver que desconocen el alcance de lo que están haciendo y pretender revestir de ingenuidad neutral su acción política criminal, no sólo en el terreno de la filología, sino en el de la identidad de los pueblos. Todos los diccionarios del mundo, empezando por el nuestro, el de la IEC describen muy bien la palabra “genocidio”, como expresión del exterminio de un pueblo, un grupo étnico, una cultura… El diccionario de la Real Academia Española habla de eliminación sistemática de un grupo social, por motivos de raza, etnia, religión, política o nacionalidad y tengo a mano otros diccionarios (italiano, portugés, francés) e insisten también en el carácter sistemático de la destrucción, asociado a esta palabra. Josep Benet ya se refirió a ello en un libro ‘El intento franquista de genocidio cultural contra Cataluña’, con un estudio minucioso y documentado. Ahora se trata de un intento de “genocidio lingüístico”, de una operación perfectamente diseñada y calculada, “sistemática”, pues, para exterminar la lengua catalana, empezando por donde se supone que el eslabón de la cadena es más débil: fuera del Principado. No se trata, por tanto, de un gesto espontáneo, imprevisto, de un mal momento un día concreto, sino que forma parte de una operación “sistemática”.
Al ser de dimensiones oceánicas el nivel de estupidez mental de los fenómenos que han parido este nuevo atentado de muerte contra la lengua corremos el peligro de tomárnoslo en broma, como mofa y befa y por tanto como burla capaz de generar todo tipo de chistes, bromas fáciles e ilustraciones y juegos de palabras realmente ingeniosos. Parece como si, de tan bestia como llega a ser la cosa, esta última del Lapao, el único recurso que tuviéramos fuera el de descojonarnos de ello, sin darnos cuenta de que, mientras nosotros nos reímos, ellos ridiculizan y ellos desautorizan en nombre de la ciencia y del sentido común, ellos a lo suyo, van cumpliendo su plan, de forma “sistemática”, hacia la destrucción de la unidad de la lengua, como primer paso para la eliminación de la lengua misma y de rebote, la principal seña de identidad de la comunidad lingüística diferenciada que la tiene como propia. Porque, en realidad, la parida estúpida del Lapao no tiene nada que ver con la ciencia, ni la filología, ni la diversidad lingüística, sino sólo con la política y la ideología, aunque sea con unas prácticas tan repugnantes para cualquier persona que sepa leer ya escribir. Francamente, siempre habíamos pensado que la política y la ideología eran otra cosa, pero se ve que no. Por lo menos, su política y su ideología no lo son porque no tienen nada que ver con el cerebro, sino con el estómago y la zona testicular, en rigurosa exclusiva.
Su catalanofobia, su odio congénito contra todo lo sea catalán y lleve su nombre, puede más que cualquier otra consideración. Y ese fanatismo les lleva a cargarse también el aragonés… en Aragón por el gobierno aragonés de Aragón, valga la redundancia. Es una monstruosidad escalofriante, indicativa de hasta qué punto no les importa absolutamente nada, ni al PP ni al PAR (¡¡¡Partido Aragonés Regionalista!!!), la lengua más característica de este territorio, la que les hace absolutamente únicos porque sólo se habla allí, no importa cual sea la máxima aportación hecha por Aragón al patrimonio cultural de la humanidad, aportación del todo insustituible. Antes de reconocer que en el territorio de Aragón hay gente que habla catalán, prefieren negar la evidencia y, de un solo golpe, hacer desaparecer también la realidad de la lengua aragonesa. Les puede más la rabia anticatalana que la ciencia y que al amor a Aragón y a su identidad cultural. Ni aragoneses ni aragonesistas pues sino nacionalistas españoles obsesos por encima de toda otra consideración, partidarios del uniformismo más absoluto, defensores de un Estado donde solo haya lugar para una lengua, una cultura, una religión, una identidad Nacional, una selección deportiva…. No sienten, ni ven, ni quieren, pues, el aragonés como cosa propia, sino como estorbo impropio. Por eso les resbala su presente y su futuro y lo sacrifican en el mismo altar que el catalán.
Lo que pasa en Aragón, no obstante, forma parte la misma estrategia sistemática de persecución y destrucción de la lengua catalana, común también en Valencia, en Baleares y Cataluña. Lo más desesperante, sin embargo, es que todavía haya tanta gente en el Principado que no se dé cuenta, que no lo quiera ver y actúe como si nada, como si cualquier ataque contra la lengua catalana, sea donde sea, no afectara también a cualquier catalanohablante, sea de donde sea, es decir, de cualquier parte en donde esta lengua sea hablada. Una de las medidas clásicas en todo proceso de genocidio lingüístico, de destrucción sistemática de un idioma y los referentes comunes de sus hablantes, es la destrucción de los topónimos y su sustitución por topónimos en castellano o en grafías imposibles, no ligadas a ningún sistema lingüístico identificable por la filología. Ya lo hizo el franquismo, convirtiendo San Boi en San Baudilio o Terrassa en Tarrasa, como lo ha hecho con Maó, El Campell, El Torricó o Palma. Nada, pues, es nuevo, y en cuestión de genocidio todo es plagio.
La existencia de un nombre popular del idioma, regionalizado en cada lugar, es un hecho bastante común en muchas lenguas. Del mismo español, único nombre con el que existen los departamentos que enseñan el idioma en las universidades de todo el mundo, hay otras denominaciones más domésticas, como castellano, argentino, etc., Sin que ello comporte que llamar diferente signifique hablar lenguas diferentes. Llamar valenciano, mallorquín, rosellonés o tarraconense a lo que se habla, no tiene porque significar que este valenciano, mallorquín, rosellonés o tarraconense forme un sistema lingüístico totalmente independiente de lo que es conocido como catalán, por toda la comunidad científica internacional. La mayoría de idiomas se estructuran, sobre todo en cuanto al idioma hablado, en dialectos internos de la propia lengua y eso es lo más normal del mundo. Por eso no existe ni una sola universidad en el mundo donde haya una cátedra de castellano, como no hay ninguna de mallorquín, valenciano, rosellonés o tarraconense, sino de catalán y cuando se habla del español o del catalán como idiomas, se estudian también los diferentes dialectos de estas lenguas, las diferentes fisonomías que cada idioma adopta en los diferentes puntos de su territorio lingüístico.
En el caso del Lapao, lengua hablada en China como muy bien se explicaba en este diario digital, el nombre es toda una declaración de principios. De hecho quiere decir “lengua aragonesa propia del Aragón oriental” y se esfuerzan en decirnos que lapao no es el nombre del idioma. ¿Cuál es, entonces? Si en Aragón oriental hablan una lengua que no es el castellano, porque si no ya le llamarían así, ¿qué hablan? ¿Cuál es esa lengua que se habla? ¿Carece nombre? ¿Es la única lengua del mundo, junto con el aragonés, que no tiene nombre? Es el catalán, naturalmente, pero es justamente lo que no quieren reconocer. No sólo eliminan el nombre, sino que en condenan a muerte su uso. El nombre de “valenciano” en Valencia, o de “mallorquín” en Mallorca no ha ido acompañado por el apoyo institucional decidido el uso del “valenciano” o el “mallorquín” en todos los ámbitos, sino por su sustitución directa, progresiva y constante por el castellano y se ha acabado el brócoli. En la práctica, por tanto, “valenciano”, “mallorquín” y ahora Lapao no se oponen a castellano o español sino solo a catalán. Esta es la realidad y no hay otra. En las cortes valencianas, en el gobierno balear, la mayoría de intervenciones de los miembros del gobierno, las ruedas de prensa, los discursos institucionales, la práctica lingüística del día a día, no se hace en valenciano o en mallorquín, sino en castellano. No engañan a nadie, no hay nadie que no se dé cuenta, excepto, claro, la mayoría de catalanohablantes, en cualquiera de sus modalidades dialectales…
En la Franja (de Poniente para nosotros, oriental para ellos, y es lógico que así sea) al catalán siempre le ha negado toda consideración social y toda la estrategia ha sido siempre la de presentarlo como una serie de “chapurreaus” desligados entre sí, sin conexión entre lo que se habla entre y un otro pueblo, pero inexplicablemente comprensible entre ellos y, lo que es aún más increíble, por la gente de Lleida que tienen al lado. Es decir, que lo hablado en Fraga, por ejemplo, no tenía nada que ver con el hablado en Calaceit, porque en un lugar se hablaba “fragatí” y en el otro “calaceitano”, hasta llegar a tener tantas lenguas como municipios, algo insólito en el panorama de la diversidad lingüística en los cinco continentes. Cuatro indocumentados, sin ninguna relación con el filología, toman decisiones sobre un ámbito que sólo es competencia de la ciencia. El ministro Wert, de Educación y Cultura de España, es analfabeto en cuatro de las cinco lenguas oficiales en diferentes puntos del territorio de su competencia. La nueva consejera del mismo ramo y color del Gobierno Balear, por no pronunciar el nombre maldito de “catalán”, dice que en su casa los padres le enseñaron que “rallava pla” (“hablaba plano”), y por tanto, esto es lo que se habla en Baleares cuando se usa “la otra lengua oficial que no es el castellano”. ¿Ah, sí? ¿Y en qué estatuto o constitución sale este idioma “plano”? Y esto de “plano”, ¿lo hablan sólo en Menorca, o también en Mallorca, Ibiza, Formentera y Cabrera cuando no hay militares? Mis amistades menorquinas, en una isla donde hasta ahora no había problemas reales en este punto, están atónitas y comprensiblemente indignadas. ¡Qué vergüenza, qué cara, qué incultura, Virgen del Toro poned remedio!
En Baleares comenzaron suprimiendo la dirección general de Política Lingüística y ahora acaban de hacer lo mismo con el Servicio de Enseñanza del Catalán, sin embargo, eso sí, crearon la dirección general de Caza, para que quedara claro por dónde iban los tiros y no es un juego de palabras… ¿Por qué, mantenerlos, si, de hecho, no se quiere que se use la lengua, ni que exista, es un gasto superfluo, y por tanto, deben suprimirse, como dice el Círculo Balear, academia de prestigio científico internacional incuestionable. En fin, alzar los dialectos contra la lengua, levantar los dialectos sin nombre contra la lengua, no tiene más intención que ir contra la lengua. Hace unos meses escribía esto, aquí mismo: “Cuando no quede nada, / solo baldías las tierras, seco el mar, / quedará la palabra. Quedará”, escribía Desideri Lombarte el poeta de Pena-roja de Tastavins. Ahora, pues, ni la palabra quieren dejar, porque lo primero que ya les irrita es el nombre del idioma. Una lengua que no sería lo que es sin la aportación de escritores de la Franja como Jesús Moncada, Héctor Moret, Mercè Ibarz o Francisco Serés. En fin, España necesita ser rescatada y no sólo económicamente. ¿Para cuando el rescate cultural de Reino de España?
Y ya estamos al final de la calle: el PP y el PAR hacen genocidio lingüístico por acción. Pero los que callan y no dicen nada, ¿no lo hacen también por omisión, desde un silencio que les hace cómplices? ¿El PSOE e IU estatales, no sólo los maños, no tienen nada que decir? ¿Donde está la UPyD? ¿Y Ciudadanos? ¿No tienen nada que decir? ¿Qué piensan? ¿Dónde está no ya la España progresista, de izquierdas, solidaria con todas las causas nobles de todos los pueblos del mundo, en el momento que debe ser solidaria con nosotros? ¿Dónde está la España democrática, culta, liberal, ilustrada, la España que sabe leer y escribir? Sencillamente si no se le oye, si calla, si no dice nada, es sólo porque no existe. Los silencios delatan y hablan más que la ambigüedad. ¿Quién nos defiende en España? Ya teníamos la experiencia reciente de cuando, convocados por Òmnium, fuimos en 2005 a Madrid a defender el Estatuto Nacional de Autonomía aprobado por nuestro Parlamento. Entonces se hizo un llamamiento a los españoles liberales, ilustrados, progresistas, solidarios, para que acudieran a un acto de apoyo en el Círculo de Bellas Artes. Y, en honor a la verdad, debo confesar que vinieron todos: Santiago Carrillo y su mujer. Nadie más. Ningún cantante, ningún músico, ningún actor, ningún periodista, ninguna actriz, ningún escritor, ningún intelectual ni uno, de estos tan modernos a quien nosotros hacemos la pelota y se pasean por la Plaza Mayor, un día de sol al lado de los soportales y “no tienen nada contra Cataluña”. Por lo que se ve, tampoco a favor. Les trae al pairo la lengua catalana, la cultura catalana, porque no lo ven, ni lo tienen, ni lo quieren como cosa propia. De los que hablamos catalán no quieren ni la lengua, ni la cultura, ni los valores colectivos, ni la identidad nacional, sólo los impuestos y basta. Estos sí los quieren y no están dispuestos a renunciar. Y, por favor, ya tengo una edad como para que alguien me acuse ahora de demagogia. El problema es que al catalán no es una cuestión de Estado, porque el catalán no tiene Estado. Y, sobre todo, el catalán no es cuestión de España.
En fin, si ahora, desde el Principado, no nos damos cuenta de que estamos ante un intento deliberado de genocidio lingüístico y no actuamos en consecuencia, tal vez más valga que nos dediquemos a la cría del champiñón ¡oh!, ¡ecológica, claro, faltaría…! Si ahora, instituciones, ayuntamientos, diputaciones, consejos, Gobiernos, parlamentos, partidos, sindicatos, patronales, universidades, periódicos, radios, televisiones, entidades, asociaciones plataformas y cualquier cosa que se mueva, no somos capaces de dar una única respuesta general inteligente y coordinada, en los territorios donde al decir “bon dia”, aún hay quien nos responda “bon dia”, más vale que lo dejemos correr todo y dejemos de hacer comedia nacional. Basta ya de la miopía estéril del “ahora no toca” o de la falsa prudencia de “ahora no es el momento”. Porque o nos salvamos todos o nos hundimos todos. Yo no quiero hundirme. No quiero hundan los míos, la familia, los amigos, los vecinos, los conocidos, la gente que quiero. Y, en este caso, los que hablan como yo, con todos los acentos de la misma lengua. Quiero seguir viviendo en mi país, abierto al mundo, en catalán. Que ya nos toca, ¡carajo! Porque si no es ahora, ¿cuándo será? Si no es aquí, ¿dónde será? Bon dia a tothom! (¡Buenos días a todos!)