Algunas voces informadas creen que, en términos de legitimidad política estricta, no habría que hacer un referéndum en Cataluña para que se convirtiera en un nuevo Estado europeo y dispusiera de la capacidad de decisión que tienen, por ejemplo, Holanda, Finlandia o Dinamarca. Tan sólo habría que atender a la historia y recordar que el país perdió sus derechos y libertades colectivas por la fuerza de las armas. Efectivamente, Cataluña fue conquistada militarmente, previo abandono de Inglaterra del bando austracista, en el contexto de una guerra internacional entre potencias europeas por la disputa de la corona española a inicios del siglo XVIII. Sin embargo, creo que en el contexto de las democracias europeas del siglo XXI, la fuerza de las urnas constituye un argumento incontestable. La gran fuerza política actual de los catalanes son los votos.
Dada la hostilidad constitucional española hacia el pluralismo nacional interno y hacia las consultas democráticas, el referéndum se hará probablemente con reglas y observadores internacionales. Una cuestión importante es decidir cuál es el mejor momento para hacerlo. Una posibilidad con claras ventajas sería hacerlo coincidir con el referéndum de Escocia, previsto para el otoño de 2014. Si los dos referendos se hicieran el mismo día, el tema se convertiría inmediatamente en una “cuestión europea”. Sería el día del Referendum Scot-Cat. Podría ser que los resultados dieran una mayoría del “sí” en un lugar y del “no” en el otro. La UE estaría interpelada desde el primer momento y debería acomodar el territorio que hubiera optado por un proceso democrático “de ampliación interna”.
Hay que “desespañolizar” el referéndum. Resulta espectacular el contraste entre el Reino Unido y España ante esta cuestión. El gobierno español está haciendo el ridículo internacional también en esto. Muestra una obsoleta mezcla, provinciana y nada liberal-democrática, de arrogancia y de ignorancia, la del ignorante que incluso ignora que lo es.
Se puede esgrimir que la propuesta Scot-Cat tiene un problema de tiempo. Dos años pueden parecer a algunos un período demasiado largo. Sin embargo, desde la perspectiva de todo lo que el próximo gobierno de la Generalitat deberá hacer antes del referéndum, especialmente en el ámbito internacional, dos años no es mucho tiempo. Hay que valorar varios factores, ritmos y escenarios, pero de entrada, creo que la coincidencia de los dos procesos ofrece una vía para salir del callejón sin salida del obsoleto marco Constitucional español.
Las elecciones al Parlamento son un paso importante del proceso “Cataluña, nuevo Estado de Europa”. Es fundamental que los partidos favorables a este proceso obtengan la mayoría más amplia posible. Los posicionamientos de los partidos parlamentarios marcan la conveniencia de votar a CiU o ICV o ERC o SI. El espectro es bastante amplio. Estas elecciones no son como ninguna de las anteriores. Y el gobierno que salga tampoco será un gobierno más. Es básico seguir jugando bien el partido.
Probablemente, en los próximos meses habrá una apariencia de evolución en la actitud de los partidos españoles. Es difícil que mantengan la pobreza argumentativa mostrada hasta ahora, basada sólo en el supuesto anatema de la “inconstitucionalidad” y en el discurso del miedo. Desde las instituciones y partidos nacionalistas españoles se dirá que hay que “dialogar”, establecer “puentes”, rehacer el espíritu de “consenso” de la transición (olvidando los intentos de golpe de estado), se propondrán comisiones intergubernamentales, etc. Todo de cara a mostrar a Europa que, sin embargo, son “civilizados”. Nos dirán que nos necesitamos mutuamente (?), O incluso que nos aman (?). Cantos de sirena. ¿Alguien puede imaginarse a PP y PSOE firmando una reforma constitucional (se necesita el acuerdo de los dos) basada en un federalismo plurinacional en el que Cataluña dispusiera del concierto económico, y de un reconocimiento y autogobierno nacionales en los ámbitos interno y internacional que permitiera a los catalanes ser un actor diferenciado en el mundo? Porque, de hecho, se trata de eso. Francamente, con la primitiva cultura política y el nacionalismo decimonónico que muestran PP y PSOE, imaginar un pacto federal plurinacional es hacer un inútil ejercicio de política ficción. Y ya hemos perdido mucho tiempo por la vía fracasada los intentos de acuerdo.
Aviso para federalistas bienintencionados: por la vía federalista, España nunca será federal. Una federación plurinacional se entiende, el único modelo que podría ser aceptable desde Cataluña. Un modelo con rasgos confederales y asimétricos en el que casi todas las decisiones internas e internacionales estuvieran en manos de una Generalitat protegida constitucionalmente (no como ahora). Con modelos federales uninacionales el resultado sería incluso peor que el Estado de las autonomías. Pero en todo caso, para lograr un acuerdo plurinacional lo que ahora conviene es votar a partidos favorables al Estado propio, no a partidos federalistas sin ideas claras sobre los diferentes modelos federales de la política comparada. En Madrid, el lenguaje que entienden es el de la fuerza. Sólo desde la contundencia de los resultados electorales a favor del Estado propio se podría negociar una federación plurinacional. Pero este modelo, como decía, está más allá de las posibilidades mentales de los actores políticos españoles. Para Cataluña, la vía federalista es una vía muerta.
En el siglo XXI, cada vez será democráticamente más inviable mantener territorios nacionales dentro de fronteras en contra de la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos.