Se inicia la segunda intentona legitimista

conquista_11

Vimos hace ya varias semanas que la muerte de Fernando el Falsario, acaecida el 23 de enero de 1516, espoleó las ansias de los navarros por recuperar su independencia. El mismo rey de Francia, Francisco I, había animado a los reyes navarros a atacar, y a tal efecto se había puesto en marcha el mariscal Pedro, que había regresado de Italia a uña de caballo. El ataque lo protagonizarían exclusivamente navarros y bearneses, sumando en total algo menos de cinco mil soldados. Se dividieron en dos grupos de los cuales uno, mandado por el propio rey, seguiría la ruta tradicional de Orreaga-Pamplona, mientras que el segundo, bajo el mando del mariscal, seguiría una difícil ruta de montaña, de alto valor estratégico, que pasando por el puerto de Arrakogoiti permitía entrar en la Alta Navarra por Roncal. Según el plan trazado, ambos ejércitos confluirían sobre Pamplona como una tenaza. El 17 de marzo de 1516 los dos cuerpos expedicionarios pusieron pie en la Alta Navarra, y fueron recibidos como libertadores en los valles de Aezkoa, Salazar y Roncal, donde se les unió Petri Sanz de Bereterra, capitán de los roncaleses. Al extenderse la noticia, además, numerosas villas navarras se alzaron en armas contra los ocupantes. Olite fue la primera de ellas, enarbolando en lo alto de su castillo el pendón real de los Albret. En Sangüesa los soldados de guarnición fueron atacados por la población, y tuvieron que escapar, desnudos y desarmados, hacia Aragón.

A pesar del éxito inicial de la operación, las cosas empezaron a torcerse muy pronto. El tiempo cambió de improviso y se desató un temporal de frío y nieve, que convirtió en un auténtico infierno el paso de los puertos para los soldados del mariscal. Según Pedro Esarte, más de un centenar de ellos murieron despeñados o congelados antes de trabar contacto con el enemigo. Además, la columna mandada por el rey Juan se vio interceptada por el ejército español que, avisado por sus espías, les salió al encuentro a Roncesvalles, bloqueando el camino e incendiando de paso el monasterio. Las tropas del rey quedaron atascadas en San Juan de Pie de Puerto, con lo que el mariscal quedaba aislado en Roncal con su millar de soldados, sin poder volver atrás, debido a la nieve, y con las tropas del coronel Villalba, muy superiores en número, acercándose rápidamente. Su suerte estaba echada, como podremos ver la semana próxima.

Noticias de Navarra