Jaume López
Un ’10 A’ la democracia
LOS datos. Este último domingo, 10 de abril (10A), se celebró en Barcelona una consulta popular sobre la independencia de Cataluña. La pregunta: “¿Está de acuerdo en que la Nación catalana se convierta en un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?” Participaron 257.645 votantes (un 21,37% del censo), de los cuales un 89,7% se expresaron a favor de la independencia y un 8,8% en contra. Junto a Barcelona, otros 21 municipios de Cataluña también hacían la misma pregunta a sus conciudadanos cerrando el proceso de consultas que se inició el 13 de setiembre de 2009, cuando en el pueblecito de Arenys de Munt se llevó a cabo la primera, no exenta de gran polémica (con intervención de la abogacía del Estado y Falange incluidas). Desde entonces, se han producido cinco oleadas de consultas: el 13 de diciembre de 2009 (167 municipios), el 28 de febrero de 2010 (80), el 25 de abril (211), el 20 de junio (48) y, finalmente, la de este fin de semana. En total 554 municipios de los 946 que tiene Cataluña. Los resultados acumulados ascienden a 885.000 votos (18% de participación): 92,3% a favor de la independencia, 5,5% en contra, 1,8% en blanco (y 0,3% nulos). La consulta también se ha hecho entre los catalanes que viven en países como Estados Unidos, Irlanda, Suiza, Holanda, Quebec… (próximamente en Argentina y Ecuador).
Las comparaciones (nunca he entendido por qué son odiosas). La anterior consulta ciudadana o referéndum, según lo calificaban sus organizadores, en el que participaron los barceloneses fue promovido por el Ayuntamiento y versaba sobre la planificación urbanística de la avenida Diagonal. En él participaron un 12,2% de los ciudadanos (la mitad, pues, de los que ejercieron su derecho a voto el domingo). El PSC e ICV-EUiA gobiernan en coalición la ciudad condal con menos votos que los que se recogieron el domingo. A nivel de toda Cataluña, la victoria de CIU en las pasadas elecciones catalanas obtuvo 1.200.000 votos, lo que supera la participación total en la consulta. Sin embargo, no es el caso del segundo partido, el PSC, con 575.000 votos. De hecho, en las anteriores elecciones que dieron la presidencia a Montilla el PSC obtuvo 796.000 (89.000 menos que los catalanes que se han pronunciado sobre la independencia). El llamado referéndum de la Diagonal costó al erario público, tal como reconocieron sus impulsores, tres millones de euros. La consulta del 10A no ha costado ni un céntimo al contribuyente. Sus organizadores han cifrado su presupuesto en 200.000 euros financiados mediante donaciones.
Las valoraciones. “Quien diga que votar sobre la independencia no interesa a los barceloneses es que no toca de pies en el suelo.” Así se expresaba, al conocer los datos, el portavoz de la consulta de Barcelona, el escritor Alfred Bosch. Junto a la satisfacción de los partidos que se declaran abiertamente independentistas, las posiciones del resto de formaciones políticas se han movido desde el “apoyo, pero ahora no es el momento, primero el concierto económico” (Convergencia), “sólo sirve para generar frustración” (Unió), “ahora toca hablar de crisis” (PSC), “no incluye la opción federalista” (IC) y el rechazo frontal (PP, Ciudadanos). En la prensa, el abismo de posiciones se da entre los medios afincados en Cataluña y los de Madrid. Mientras que los primeros subrayan la importancia del fenómeno, aunque alguno lo haya equiparado con un proceso propagandístico (El Periódico), la prensa de Madrid lo ningunea sin paliativos valorándola como “independentismo de domingo” (La Razón), “farsa” (El Mundo) o ignorándola (ABC).
La democracia. Entre los argumentos contrarios se ha oído decir que se trata de un referéndum no vinculante o ilegal. Sobre la primera cuestión, conviene recordar que salvo los refrendos constitucionales ninguno lo es (ninguno obliga por ley al gobierno). No lo fue ni el referéndum sobre la Unión Europea, ni el de la OTAN, por ejemplo. Sobre lo segundo, esta consulta no ha sido organizada por ninguna administración pública por lo que no requiere de un permiso ni atribución legal, aunque en la primera consulta de Arenys inicialmente no lo entendiese así la abogacía del Estado. Su posición no prosperó como lo demuestra que ningún organizador haya pasado a disposición judicial. Esto no quiere decir que no hayan habido garantías. Como no se disponía del censo electoral (por imperativo legal, se ha dicho), los organizadores tuvieron que crear una base de datos con los números de identificación de todos los ciudadanos que han participado en todas las consultas para que no pudiesen votar dos veces. Todas las mesas electorales disponían de un portátil suministrado por los propios miembros de la mesa conectado permanentemente por internet para realizar la comprobación previa. De hecho, la necesidad de alimentación eléctrica para las algo más de 500 mesas electorales en el caso de Barcelona planteó problemas cuando el ayuntamiento negó la posibilidad de que se enchufaran en el alumbrado público, problemas que fueron superados con imaginación (pidiendo permiso, por ejemplo, a las tiendas para conectar un cable sin cruzarlo por la acera). Asimismo, en algunas consultas como la de Barcelona, se ha contado con numerosos observadores internacionales.
Los múltiples problemas logísticos han sido superados gracias al entusiasmo y voluntad de miles de voluntarios. En el caso de Barcelona, 7.000 ciudadanos (3.000 de los cuales movilizados en las mesas del domingo). ¿Quién dice que a la gente no le interesa la política? Uno de los elementos de la campaña proparticipación fue un vídeo titulado “No votes” (que se puede visionar en Youtube) en el que diversos rostros públicos plantean con ironía las razones para no participar, siguiendo el modelo de uno de los vídeos de la campaña de Obama. También se han editado folletos explicativos en múltiples lenguas que han facilitado que, por ejemplo, de los participantes en Barcelona, 13.349 fueran personas de 16-18 años o extranjeros empadronados en la ciudad (sin derecho a voto en los comicios legales). Democracia en estado puro.
La marea. Las consultas posiblemente cierren un ciclo iniciado con las primeras movilizaciones multitudinarias que reivindicaron el derecho a decidir del pueblo catalán en febrero del 2006 y diciembre del 2007. Después vino la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto que, nuevamente, sacó a centenares de miles de ciudadanos a la calle, el 10 de junio del 2010. En aquella ocasión se hizo referencia a la figura del “català emprenyat” (el catalán enfadado) para explicar la masiva reacción. El ambiente festivo de este domingo quizás debería hacernos hablar ahora del catalán ilusionado. ¿Se retirará esta marea? Aunque algunos puedan atribuirle un contenido contextual, lo cierto es que, como todos los estudios sobre democratización a nivel mundial constatan, los valores democráticos y postmaterialistas vinculados a la autonomía personal y a la capacidad de decidir cuando se asientan difícilmente retroceden. Esto se mueve, y quien no quiera verlo que no lo vea.
Salvador Cardús i Ros
Cambian las tornas
Con las últimas consultas soberanistas del domingo pasado, incluida la de la gran capital del país, se ha cerrado un ciclo de movilización a favor de la democracia en mayúsculas. Es decir, del ejercicio democrático que se atreve a preguntar por las grandes cuestiones políticas pendientes y no sobre asuntos tan secundarios como dónde colocar los carriles bici o bus en una gran avenida. A la vista de los resultados conseguidos, y en las condiciones en las que se ha trabajado, puede ya asegurarse que se trata de la dinámica organizativa de participación popular más importante conocida hasta ahora en nuestro país y quizás en toda Europa. Ahí es nada los 555 municipios participantes con sus equipos de voluntarios – 7.000 personas en Barcelona-y la movilización de más de 880.000 votantes. Y unos datos a tener en cuenta: según fuentes oficiales, la consulta sobre la Diagonal gozó con el apoyo de toda la administración y consiguió 168.163 participantes gastando del erario público unos tres millones, a 17,8 euros por votante. Los 253.647 participantes en la consulta de Barcelona (Hereu obtuvo en 2007 sólo 182.216 votos) han costado 200.000 euros de aportaciones particulares, apenas 70 céntimos de euro por voto: veinticinco veces menos.
Dejemos para la historia los silencios, los miedos, los menosprecios, los rechazos, los insultos y a quienes los han protagonizado. Sirvan, simplemente, para contextualizar mejor las condiciones en las que se han desarrollado las consultas, tan distintas de las de cualquier convocatoria electoral oficial. Y poco a poco se sabrá que lo de las urnas no lo fue todo, porque también están los miles de actos públicos, como conferencias, debates, cinefórums, conciertos o fiestas populares (se lleva calculada una media superior a siete eventos en cada municipio), a los que las consultas han dado empuje y vida, y que siguen teniendo continuidad por donde han pasado. Todo un mazazo al discurso sobre la desafección política. En definitiva, siendo un movimiento sin liderazgo claro, que desde la primera consulta en Arenys de Munt ha durado 19 meses y que ha sobrevivido a sus trifulcas internas, tampoco ya no vale interpretarlo como algo meramente reactivo, como podría decirse de la manifestación del 10-J. Las consultas han sido la expresión del avance de un proceso de fondo que, además, no va a acabar ahí.
La importancia del movimiento de las consultas que se cerró el domingo deberá estudiarse con rigor, sine ira et estudio. Ya tenemos algunas aproximaciones, como la reciente tesis leída por el doctor Ricard Vilaregut sobre la Plataforma pel Dret de Decidir, o artículos especializados como el de Jordi Muñoz, Marc Guinjoan y Ricard Vilaregut, “Les consultes sobre la independència”, publicado en el Informe sobre l´estat de la democràcia a Catalunya 2010 (IGOP, UAB). Pero ya podemos sacar algunas conclusiones que deberían tener en cuenta quienes quieran superar viejos esquemas de análisis para entender mejor lo que está ocurriendo a su alrededor. Y la primera de todas las lecciones es que ya no va a ser posible, sin hacerse trampas al solitario, seguir vinculando el independentismo a una mera pulsión sentimental, y las alternativas de corto alcance -como el concierto fiscal o el pacto fiscal-, al interés racional. Para empezar, es objetable suponer que interés y sentimientos se desarrollen por separado. Nada más lejos de la realidad: los sentimientos fuertes suelen ir muy pegados a los intereses fuertes. Pero es que, tal como se ha desarrollado la política de desencaje profundo entre España y Catalunya, lo que sí puede afirmarse es que alguien que aún cree que el concierto económico es posible, es que está atrapado en fuertes sentimientos vinculados a intereses muy particulares hasta el punto que no le permiten razonar con claridad. La independencia de Catalunya será tan difícil como ustedes quieran, pero el concierto económico dentro del marco constitucional, estatutario y con el escenario político español actual y futuro, es simple y llanamente imposible. Y, en cualquier caso, ya no depende de nuestra voluntad.
Y, segunda lección, si la aspiración a la independencia ya no es lo meramente sentimental -frente al unionismo que hasta hace cuatro días era presentado como lo único racional y serio-, tampoco ya no podrá seguir diciéndose que sea la primera la que pone en peligro la cohesión social, sino el segundo. Con las tornas cambiadas, en cuanto se alcance -si no la tenemos ya- una mayoría social deseosa de conseguir la soberanía nacional plena, lo único que podría poner en peligro la cohesión sería una actitud antidemocrática del unionismo que diera cobertura ideológica a expresiones intolerantes. Si el independentismo traza su camino apelando a la radicalidad democrática, sería de esperar que el unionismo no se defendiera agarrándose a un statu quo establecido hace más de treinta años en condiciones de excepcionalidad y amenaza.
Como en todas las casas, en la del independentismo hay de todo. Pero quien se ensañe en las expresiones más burdas del mismo empecinándose en conservar sus prejuicios, en los meses venideros va a tener más de un disgusto. Acabada la serie de consultas, el independentismo definirá nuevos y más altos objetivos, buscando llevar sus argumentos a nuevos sectores de catalanes para que, más allá de viejas sentimentalidades, descubran cuáles son sus verdaderos intereses sociales y políticos.