CON todo lo insulsos que me parecen los ocho carteles preseleccionados para anunciar los Sanfermines de 2011, soy de la opinión de que la imagen ofrecida en su presentación fue infinitamente peor que cualquiera de ellos. La rueda de prensa la llevaron a cabo en la Sala de Exposiciones Conde de Rodezno, cuyo nombre actual escrito sobre una frágil chapa de poliuretano homenajea al primer ministro de Justicia franquista, y tapa con dificultad su denominación primigenia cincelada sobre la piedra de su frontispicio: “Navarra, a sus muertos en la Cruzada”. Más concretamente, el acto lo realizaron bajo la cúpula central del edificio, pintada al fresco por Ramón Stolz Viciano, en la que San Francisco Javier aparece rodeado de aguerridos combatientes requetés. Por lo tanto, presentaron los carteles a los periodistas a escasos metros de la cripta en la que yacen los restos de los militares golpistas y sanguinarios Emilio Mola y José Sanjurjo. Eso es un marco incomparable y lo demás, tonterías. No se me ocurre un lugar menos sanferminero en todo Pamplona, en todo el universo mundo. A tenor de los antecedentes -mantuvieron la denominación de Conde de Rodezno para la plaza, argumentando que era un homenaje al condado en general que no al conde franquista en particular-, lo mismo se justifican diciendo que hicieron la presentación en el Monumento a los Caídos en homenaje a los caídos en el encierro. ¿Qué tipo de anomalía en las conexiones interneuronales te puede llevar a relacionar los Sanfermines con el Monumento a los muertos en la Cruzada? ¿Qué tipo de disfunción en el lóbulo occipital te puede llevar a juzgar apropiado celebrar un acto de índole festiva en un lugar tan tremendamente siniestro? ¿Qué será lo próximo? ¿Pasar del baile de la alpargata al baile de la momia, celebrando cada mañana sanferminera una verbena en la cripta de Mola? ¿Negar la subvención municipal a toda peña que no se avenga a lucir reproducciones de los frescos de Stolz Viciano en su pancarta? Visto lo visto, quizás el cartel más apropiado de entre los ocho preseleccionados sería el cubo de Rubik. Simboliza perfectamente lo que pretende el actual equipo de gobierno: cuadricular los Sanfermines para que dejen de ser una espiral de fiesta popular.