El 14 de marzo de 1916, el presidente de EEUU Woodrow Wilson enviaba un ejército a la búsqueda y captura del líder revolucionario
Pancho Villa
Un 14 de marzo de 1916, Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos, enviaba un ejército de más de diez mil soldados al otro lado de la frontera, en busca y captura de Pancho Villa, uno de los jefes de la revolución Mexicana, que había atacado un destacamento estadounidense. Después de once meses de persecución por los desiertos de Chihuahua, los hombres de la llamada Expedición Punitiva se retiraron sin haber conseguido atrapar al mítico guerrillero.
Un personaje poliédrico
Pancho Villa es un personaje poliédrico, con una vida de película. Una película de acción, de disputas, de traiciones, de clamor popular. Una película con un final trágico, como no podía ser de otra manera. Es la vida de un rebelde con causa que, consciente o no, tuvo una participación decisiva en un momento clave de la historia de México. Su leyenda perdura y es, todavía, símbolo de un México que reclama justicia social.
Un fugitivo
Pancho Villa se llamaba, en realidad, Doroteo Arango. Nació en 1878 en San Juan del Río, Durango. Hijo de una familia muy humilde, empezó trabajando en el campo, de jornalero. A los 16 años un incidente le cambió la vida. Le disparó un tiro al dueño de la finca donde trabajaba por haber abusado de su hermana. Tuvo que huir a las montañas. Para despistar a sus perseguidores se cambió de nombre. Adoptó el de Francisco Villa, una especie de retorno a los orígenes debido a que su padre, Agustín de Arango, era hijo natural de un tal Jesús Villa. Con la etiqueta de proscrito a la espalda conoció de cerca el frío y el hambre, hasta que decidió sumarse a un grupo de bandoleros. Se dedicó a forjar a conciencia su cara más rebelde. También la más sanguinaria. Es el Villa bandolero. Por necesidad, pero también por convicción. “Los ricos, que son los que gobiernan, y las autoridades, que son los instrumentos de los ricos, matan al pobre pueblo de hambre”, escribió unos años más tarde en sus memorias. Y efectivamente, robaba a los ricos y ofrecía alimento a los más necesitados. Un Robin Hood de carne y hueso. Con luces y sombras, como todos los grandes rebeldes.
Durante aquellos años junto a los desarraigados, cualquier robo o ejecución de un terrateniente se atribuía a Pancho Villa. Se le imputaban homicidios, incendios premeditados, robos, asaltos a trenes. De todo, y más. Hombre de carácter, Villa cultivó una personalidad indómita. A veces paternalista con sus hombres, a veces implacable, era capaz de fusilar a sus oficiales si daban muestras de insubordinación. No había perdón para los traidores ni para los cobardes. Los odiaba a muerte.
El revolucionario
En 1910 marcó un punto de inflexión en su trayectoria. El proscrito se convirtió revolucionario. Pancho Villa decidió unirse a las fuerzas que luchaban contra Porfirio Díaz, el dictador que estaba en el poder desde 1876.Díaz gobernaba México con mano de hierro. Francisco I. Madero se erigió en el político que lideró la oposición al dictador. Madero reunió a su alrededor un amplio abanico de personas, desde idealistas extranjeros hasta soldados de fortuna. Y entre los más fieles seguidores, Pancho Villa, que no dudó en poner su persona y sus hombres a las órdenes de Madero y de la revolución. Fue así como Villa tomó partido, de una forma pública y notoria, en la lucha de los desarraigados contra los poderosos. Los pobres contra los ricos. En poco tiempo se convirtió en un auténtico líder revolucionario, y eclipsó el resto de jefes locales. Se le atribuía un extraordinario don de mando y un intuitivo talento militar. Se movía como nadie en el campo de batalla. Los éxitos militares se acumularon uno tras otro.
En mayo de 1911, Francisco I. Madero logró entrar en la capital del país. Era el punto final a la larga dictadura de Porfirio Díaz (que se exilió y murió en París). Madero fue elegido presidente. Con todo, las reformas sociales que la revolución propugna topan pronto con la oposición de los terratenientes, tanto del propio país como de fuera, sobre todo de los Estados Unidos. El gobierno de Madero se vio acorralado por la contrarrevolución. En 1912 Pascual Orozco (antiguo comandante supremo de las fuerzas revolucionarias de Madero) inició el levantamiento contra el Gobierno Madero. Las tropas de Villa fueron agregadas a las del general jefe de la campaña, Victoriano Huerta, y entre ambos lograron derrotar las fuerzas insurgentes.
Pancho Villa molestaba
Pero la figura de Victoriano Huerta salió muy reforzada y, muy pronto, lo aprovechó para mostrar sus cartas. Huerta no quería a Villa a su lado. Le molestaba. Demasiado poco manejable por los intereses de alguien dispuesto a todo para alcanzar el poder absoluto. Huerta se las ingenió para acusar Villa de insubordinación, ante la pasividad del presidente Madero. En un juicio que duró 15 minutos, un tribunal militar le condenó a muerte. En el último momento Madero le salvó de la ejecución. No evitó, sin embargo, su encarcelamiento. A pesar de este gesto de debilidad, Villa continuaría fiel a Madero hasta el final, sin vacilaciones. Una posición ciertamente inédita en esta historia llena de traidores y de traiciones.
Dentro de la cárcel, Pancho Villa aprovechó para adquirir buena parte de la formación académica que no había tenido hasta entonces (la educación fue una de sus grandes prioridades cuando, posteriormente, se convirtió en gobernante de su estado). A los pocos meses, Villa huyó de la cárcel. El gobierno de Madero hizo la vista gorda y Villa se retiró a una finca de El Paso, Texas. No tardó, sin embargo, volver al primer plano. El motivo: Madero fue asesinado en febrero de 1913. Detrás había, por supuesto, la mano de Victoriano Huerta, que se apoderó del gobierno del país. El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, lideró, entonces, una ofensiva contra el usurpador. Aquí comenzó una nueva etapa de la revolución mexicana, la llamada revolución constitucionalista, en la que Pancho Villa volvió a tener un papel destacado. Él mismo explica, en sus memorias, que decidió volver a la vida pública al constatar “que las traiciones de un abominable Pascual Orozco y de un espantoso Victoriano Huerta amenazaron la obra magna del pueblo redimido por el inmortal Francisco I .Madero “. Siempre fiel a Madero.
En septiembre de 1913 Pancho Villa había constituido la División Norte y, junto con Emiliano Zapata desde el sur, se sumaron a las fuerzas de Carranza. En cuestión de días Villa ya había reclutado un batallón de más de 3.000 voluntarios. Con esa potente milicia de campesinos consiguió algunas de sus grandes victorias, como las conquistas de Chihuahua, Saltillo, Torreón o Ciudad Juárez. Al final de 1913 casi todo el norte de México estaba liberado y Villa fue nombrado gobernador de Chihuahua.
En los dos años que ejerció de gobernador demostró sus habilidades organizativas y saber aplicar un modelo coherente con sus ideales revolucionarios. Aprovechó, por ejemplo, para confiscar tierras de algunos terratenientes y repartirlas entre los más necesitados. Con ello atrajo la simpatía y el respeto de grandes sectores sociales del país. Su mito continuaba creciendo. También aprovechó para expulsar a los españoles del territorio bajo su control, por su adhesión a la contrarrevolución.
El tándem Pancho Villa y Emiliano Zapata
La campaña de la División Norte contra el régimen de Huerta terminó con la caída de Zacatecas, el 24 de junio de 1914. Carranza entraba victorioso a la ciudad de México. Pronto, sin embargo, se destaparán serias diferencias entre Villa y Carranza. Mientras Villa se mantenía fiel a las propuestas revolucionarias, Carranza mostraba signos de debilidad ante las presiones de los sectores más adinerados. Villa, con el apoyo de Zapata en el sur, acabó repudiando públicamente la autoridad de Carranza, lo que formó dos grandes bandos . A mediados de noviembre de 1914 estalló una guerra inevitable entre los que querían sacar adelante los principios de la revolución (como Villa y Zapata) y los que la querían frenar. Carranza obtuvo el apoyo de todo un estratega militar, el general Álvaro Obregón. EEUU también se pusieron del lado de este bando, a través del suministro de armas. Este apoyo explícito daría lugar emblemático ataque de Villa en territorio estadounidense..
La alianza Villa-Zapata no logró derribar Carranza. Villa fue vencido reiteradamente en el campo de batalla por el general Álvaro Obregón. La estrella de la División Norte se fue apagando y Villa entró en una etapa de guerra de guerrillas contra el ejército constitucionalista. En 1920 se rindió definitivamente. Un año antes habían asesinado a Emiliano Zapata, el otro gran líder revolucionario. Al final de ese mismo 1920, Álvaro Obregón fue elegido presidente de México. Esta fecha simboliza, para muchos, el fin del proceso revolucionario mexicà. Durante sus últimos años, Villa se retiró de la vida pública. Se dedicó a la agricultura en la finca que el mismo gobierno, en forma de amnistía, le cedió en Canutillo, Durango. El 20 de julio de 1923 sufrió una emboscada mientras se desplazaba a Parral y fue asesinado. Su tumba fue profanada en 1926. Robaron su cráneo, que no ha vuelto a aparecer.
Miquel Erra, con el asesoramiento del historiador Javier Laviña
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