Información, seguridad y transparencia

Un australiano de 39 años ha puesto patas arriba los secretos del Pentágono y del ejército británico, de todas las tropas de la OTAN, en las guerras de Iraq y Afganistán. Los documentos secretos filtrados por Julian Assange se cuentan por cientos de miles. No sé cómo se podrá descifrar tanto secreto.

Pero el hecho cierto es que el fundador de Wikileaks ha sembrado la alarma en todos los servicios de inteligencia occidentales porque ha expuesto la parte más fea de la guerra, los abusos, las muertes de inocentes, la tortura. Assange ha buscado refugio en Suecia, Berlín, Reykavik y Londres. De hecho, su paradero es desconocido y su residencia oficial en Suecia no se va a renovar cuando caduque en los próximos meses. Está en fuga y aparece de vez en cuando, como este fin de semana al dar cuenta de la nueva entrega de 400.000 secretos del Pentágono.

La enorme fuga de documentos se considera el mayor fallo de seguridad de la historia militar de Estados Unidos. Existe el precedente de los Papeles del Pentágono que fueron publicados por el New York Times en 1971 y que cambiaron el rumbo de la guerra. Se cuenta que Assange es un “hacker” desde sus primeros años de escuela en Australia. Su figura puede perfectamente compararse con la del autor de la inquietante película, La Red Social, que muestra la personalidad del creador de la millonaria red de amigos, Facebook, que está más solo que la una.

Los amigos de Mark Suckerberg, alumno de Harvard y genio de la programación, sólo pueden estar intensamente enchufados al ordenador y nada más. Julian Assange se va quedando solo por la misma razón. Pero la soledad de estos dos traficantes de intimidades personales o militares, no tiene nada que ver con su capacidad para arañar los secretos que circulan por la red, almacenarlos y soltarlos instantáneamente y globalmente en directo o bien en un solo día. Al fundador de Wikileaks le persiguen los gobiernos y le abandonan los amigos. Ha situado en el espacio virtual globalizado lo que permanecía escondido en los Estados Mayores.

La preocupación de Obama y de todos los servicios de inteligencia occidentales es comprensible porque no están dispuestos a exponer las brutalidades de las guerras en Iraq y Afganistán, o de cualquier otro conflicto. Se plantea el viejo contencioso entre la transparencia informativa y la seguridad nacional de tantos estados. La historia demuestra que la información, siempre que sea veraz, no sólo no hace daño sino que mejora la vida de poderosos y personas ordinarios.

Estados Unidos tiene experiencia en este tipo de filtraciones. El Watergate no hizo caer solamente a Ricard Nixon en1974 sino que hizo que la Casa Blanca no volviera a ser durante un cierto tiempo un armario cerrado a cal y canto sobre los abusos de un presidente. Lo mismo ocurrió en Vietnam y ahora va a producirse con los despliegues militares del Pentágono en tantas partes del mundo. Un senador californiano de hace siglo medio dijo que la primera víctima de una guerra es la verdad.

La propaganda, los servicios de espionaje, los traidores de todo pelaje, van en la dirección de ganar políticamente un conflicto aunque la realidad de los ejércitos desplegados haya vulnerado los más elementales principios de la decencia. Hay que reconocer que Estados Unidos es el país que, en plena guerra, ha comprobado cómo los secretos han llegado a la opinión pública que, finalmente, tuerce la voluntad de los gobiernos y convierte la opacidad en transparencia.

Se ha descubierto que Irán ha intervenido muy directamente en la guerra de Iraq. Se sabe también que las tropas ocupantes cometieron abusos, asesinatos, encubrieron torturas y demás tácticas para vencer como sea al enemigo. Wikileaks tiene una nómina de 40 voluntarios y unos 800 colaboradores que trabajan sin percibir salario alguno.

Va cobrando cada vez más fuerza la idea de que las guerras del futuro se librarán también en la red cambiando radicalmente las teorías de Klausewitz que han sido aplicadas en todos los conflictos desde hace dos siglos. Entre más información y más opacidad, ganará la información, aunque la vida de Julian Assange, un extrovertido que se ha convertido en fugitivo, esté tan en peligro como la de Salman Rushdie durante varios años.

 

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua