En los últimos tiempos han surgido en nuestro país voces que abogan por adoptar vías y modelos catalanes en nuestro camino hacia la independencia. La iniciativa de las consultas sobre la independencia realizada en cientos de municipios del Principat es el mejor ejemplo de esas opiniones. Se argumenta que esa es la mejor forma de activar las fuerzas independentistas. Sin entrar en detalles, y desde el máximo respeto a quienes han promovido esa iniciativa, creo que los resultados han sido bastante magros, con participaciones que en pocos casos han superado el 30% del censo. Se ha movilizado a los independentistas, es evidente, pero la mayoría de la población ha ignorado la iniciativa y ha preferido no participar en ella.
A veces, la frustración de no ver con claridad la estrategia a seguir conduce a contemplar espejismos ajenos, que se convierten en cuasi milagrosos. Es cierto que el Principat cuenta con una gran potencia económica, que el nivel organizativo de muchos sectores sociales es grande, que la lengua catalana gana espacios día a día y que el Barça es uno de los mejores equipos de fútbol del mundo. Sería de necios negar esas evidencias. Ahora bien, tampoco podemos pasar de despreciar las anteriores estrategias catalanas, basadas en aquel pujolismo de negociar y negociar mientras se llenaban la cartera, a ensalzar sin matices los nuevos rumbos del independentismo catalán.
En primer lugar se debe distinguir a los agentes y fuerzas cuyo campo de trabajo son los Països Catalans de quienes se limitan a hacerlo en el Principat de Catalunya. Es como hablar de quienes tan sólo hacen política en la CAPV y quienes lo hacen en el marco de Euskal Herria. Por lo tanto, el tema de la territorialidad también incumbe, y mucho, a los proyectos independentistas catalanes.
Además hay que señalar la división enfermiza que asola al movimiento independentista. Algunos estudios confirman que se trata de un movimiento transversal, que afecta incluso a ciertas bases militantes del PSC e ICV, pero aparte de este matiz sociológico, tenemos que centrarnos en las fuerzas que se proclaman como independentistas.
Se acercan las elecciones autonómicas, que pueden ser determinantes para aclarar el futuro del Principat. Ante ellas, y si dejamos a un lado a CiU, nos encontramos con ERC (Puigcercós); Reagrupament (Carretero); Solidaritat Catalana (Laporta, López Tena, Bertran); SI (coalició per a la independència); CUP (que no presenta candidatura) y alguna otra que se me escapa. Pero aparte de las candidaturas, el número de partidos o agrupaciones es inmenso: Partit Republicà Català; Bloc Sobiranista; Crida per la Terra; Els Verds-Alternatiba Verda; Força Catalunya; Estat Catalá… La lista sería interminable.
Esta división absurda, que en muchos casos tan sólo obedece a personalismos y ansias de protagonismo (me refiero a Laporta y Carretero especialmente), se contradice con la supuestas virtudes prácticas del pueblo catalán. No hay nada menos práctico que la atomización de las fuerzas que se reclaman del independentismo. Para colmo de desdichas, resulta que la formación que más ha trabajado estos últimos años en la base, con candidaturas municipales propias y un marcado carácter de izquierdas, las CUP, no presentan su opción a los comicios, dejando en manos de paracaidistas y oportunistas varios la suerte del independentismo en el Parlament del Principat.
Al final, y desearía equivocarme, lo más probable es que la suma de diputados independentistas no supere los 21 escaños logrados por ERC en las últimas elecciones autonómicas. El esperado bajón de esta formación, desgastada y escindida por su coalición con el PSC, unido a a la presentación de varias candidaturas que se mueven en el espacio independentista-populista puede conducir al desastre. Y como consecuencia añadida, la reciente movilización multitudinaria en protesta por la sentencia del Estatut puede convertirse en el canto del cisne del movimiento. Hace ya 30 años, la división entre Nacionalistes d’Esquerra (NE) y el Bloc d’Esquerra d’Alliberament Nacional (BEAN) dio al traste con las expectativas electorales del independentismo catalán. La historia se puede volver a repetir. Esperemos que no sea así.