La última batalla

Este mes de agosto me he zambullido en una lectura excepcional donde se “rescata” la memoria de un vecino de Alcampell (la Litera, Huesca) durante los años de la República, la guerra civil i la posguerra. Un ball per la República se gestó cuando el sociólogo Josep Espluga fue abordado por su nonagenario vecino José Enjuanes, que le invitó a escuchar su historia personal. De esta conversación inicial se sucedieron una serie de encuentros que Espluga gravó y fue transcribiendo y comentando con anotaciones históricas. El resultado es interesante en cuanto que ofrece una micro-historia del siglo XX, o cómo una persona de la calle vivió sus convulsiones.

Espluga es un estudioso diversificado, ya que además de dedicarse a investigar sobre sociología del riesgo, la salud y el medio ambiente también se ha interesado por la Franja de ponent, es decir, el territorio aragonés de habla catalana. Fruto de ello han surgido títulos como Franja, frontera i llengua (1995, en colaboración con Arantxa Capdevila), Planeta Franja (2005) o Com embolicar la Franja amb una fulla de pi (2008). Este baile por la República alimenta la atracción sobre la sociedad, la historia y la identidad de la Franja de ponent, pero es un libro que trasciende lo personal, lo local y cualquier circunscripción regional o nacional y se añade a la literatura universal memorialista de hechos bélicos.

La soledad del narrador

Uno de los valores indiscutibles del libro es la explicación de cómo Enjuanes vive el proceso que le permite explicar su historia, unos hechos de los que no se ha hablado, un pasado que se ha retenido durante siete decenios, que no se ha explicado. Espluga describe la reacción de Enjuanes cuando el sociólogo le ofreció un primer borrador escrito, enseguida llamó a su mujer para enseñarle el pliego de hojas emocionado. De todas las batallas vividas por Enjuanes a lo largo de su vida, la de dar su versión narrativa era la más importante y definitiva, y esta vez la ha ganado. Superado el hito, Enjuanes murió un mes después de salir publicado el libro, en abril de 2010. El hombre pidió ser enterrado con un ejemplar.

Espluga explica como, durante las entrevistas, se dio cuenta de la dificultad de “entender la magnitud de los daños físicos y morales que aquello significó” (todas las traducciones nuestras del catalán). La experiencia de la guerra y sus sufrimientos son ciertamente inconmensurables y transmitirlos, imposible: inenarrable. Explica Espluga: “Los narradores como Primo Levi, Steiner o Semprún comentan la radical soledad que han experimentado tras contar todas sus peripecias por los campos de exterminio nazis; notan la profunda frustración que padecían en darse cuenta que lo esencial de su experiencia continuaba sin ser explicado; la soledad que les generaba el hecho de saber que quien lo escucha o lee continúa sin comprender lo que pasó”.

Muro de silencio, agrietado

El libro contrapone la memoria, recordada, a la historia analizada. Así, el relato de Enjuanes contiene algunas imprecisiones, sesgos propios de quien vive la guerra desde dentro, mientras que Espluga realiza anotaciones históricas y de contexto social que nos ayudan a entender el relato. Por otra parte, el sociólogo intenta introducir elementos de tensión narrativa que impulsan la lectura y actúa como mediador de una historia retenida en el “muro de silencio”, que según el autor no han conseguido derrocar tras años de democracia. Dos aspectos caben comentar de la obra, la apuesta de Espluga por plasmar el habla de la Franja, lo que dota el texto de cierto interés etnográfico-lingüístico, y algunas faltas a nivel de edición (básicamente erratas orto-tipográficas y de tecleo) que valdría la pena reparar en caso que se realice una segunda impresión.

Este muro tiene aún así cada vez más grietas por las que calan relatos “anónimos”, discursos no hegemónicos que empapan territorios habitualmente inundados por narrativas elaboradas desde el poder. Para encontrar estas pequeñas fuentes refrescantes cabe acercarse a espacios alternativos. Creo que estamos viviendo un momento de intensa re-explicación de la historia. Habrá notado el lector que en el inicio del artículo he escrito “rescatar” entre comillas, porque la memoria y la historia no se rescatan sino que se explican en cada momento, a menudo con un sesgo que favorecen los poderes fácticos de cada contexto. Hoy, tras decenios de silencio, banalización y miedo, las historias que emanan desde abajo son cada vez más accesibles y no nos referimos exclusivamente a Internet, una herramienta de democratización narrativa notable.

Lo he comprobado este verano durante tres días por los valles del Pirineo de Lleida. En los pueblos importantes, en las librerías locales, es fácil encontrar una crónica, un pliego de memorias, una biografía donde se narran desde la proximidad y de primera mano las historias de la guerra civil, la brutalidad de la represión y las consecuencias nefastas de la victoria del bando franquista y de la abolición de la democracia. A los escritos publicados por pequeñas editoriales o corporaciones locales se suma el incremento de espacios museísticos que nos explican desde la Batalla del Ebro hasta las rutas que hacían los exiliados a través de los Pirineos.

Hacer memoria

Esta tarea de “hacer memoria” es especialmente intensa en Cataluña, aunque podemos observar movimientos en otras partes como en el caso que comentamos aquí centrado en un testigo de Alcampell. Otro ejemplo cercano es el libro reciente de Anna Oliver sobre el último alcalde republicano de la localidad de Carcaixent (Ribera alta, País Valenciano). Esta abogada ha publicado una muy bien documentada monografía sobre la guerra civil en la localidad, enfocada especialmente en el sumario del juicio a Paco Cucarella, alcalde cenetista ejecutado junto a doce políticos locales más en 1939 y que forman parte de las 101 víctimas directas de la represión franquista en el municipio.

De esta represión y crímenes cometidos, tanto el relato gestado en Alcampell como el de Carcaixent evidencian a nivel local lo que ya se ha dicho a nivel estatal: mientras la represión republicana fue ejercida en un momento muy inicial y contenida por el gobierno en la medida de lo posible, la ejercida por el bando nacional, una vez ganada la guerra, fue cuantitativamente y cualitativamente mucho más perniciosa, además de recibir la protección oficial. Es un hecho que ya puso de manifiesto el historiador Josep Fontana en su España bajo el franquismo: “En el bando republicano, los máximos dirigentes políticos condenaron públicamente los excesos y se esforzaron por limitarlos (…) Nada semejante a estas denuncias y a estos intentos se puede encontrar en el otro bando, donde el exceso y la violencia fueron alentados y legalizados por los propios dirigentes”.

Volviendo al libro de Enjuanes y Espluga, quizás lo más doliente no es el relato de las batallas de Brunete, la participación en la batalla de Teruel y la defensa de Lleida, su paso por hospitales militares, por campos de concentración, etc., sino el retorno al pueblo, bajo la represión franquista, y la asunción de que debía de habitar allí hasta los últimos años de su vida. Hoy Enjuanes, que tenía serios problemas para caminar, ya no se pasea con su motoreta por las calles de Alcampell, pero su relato publicado produce una especie de comunión con la memoria colectiva. En un poético epílogo, Espluga comenta que es una historia personal más, entre las cerca de siete mil millones posibles en el mundo, ni más ni menos valiosa que otra. Eso es lo fantástico de este relato.

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Ficha de lectura

Un ball per la República. La vida d’un home d’Alcampell, a la Llitera, durant el segle XX

José Enjuanes i Josep Espluga Pagès Editors. Lleida, 2010.

240 páginas, 15 euros.

 

Entre el silenci i l’oblit. Paco Cucarella, el darrer alcalde revolucionari de Carcaixent

Anna Oliver Borràs Edicions 96. Carcaixent, 2010.

294 páginas, 15 euros.

 

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua