Adictos a Bush

Durante un par de años, fue el amor que no se atrevía a pronunciar su nombre. En 2008, los candidatos republicanos casi nunca mencionaban al presidente que seguía ocupando la Casa Blanca. Después de las elecciones, el Viejo Gran Partido (GOP en sus siglas en inglés) hizo cuanto pudo para acallar todas las conversaciones sobre la manera en que nos metimos en la caótica situación en la que nos encontramos e insistía en que teníamos que mirar hacia delante y no hacia atrás. Y en los medios de comunicación, muchos le siguieron la corriente comportándose como si por alguna razón fuera una grosería el que los demócratas mencionaran siquiera la época de Bush y su legado.

Lo cierto, sin embargo, es que el único problema que tuvieron los republicanos con George W. Bush fue su bajo índice de aprobación. Sus políticas y su forma de gobernar siempre les encantaron y las quieren de nuevo. En las últimas semanas, los líderes del GOP han abogado por un regreso absoluto al programa de Bush, incluyendo las deducciones fiscales para los ricos y la liberalización financiera, y hasta han resucitado el plan para recortar las futuras prestaciones de la Seguridad Social.

Pero tienen un problema: teniendo en cuenta el historial de Bush, ¿cómo pueden adoptar sus políticas? A fin de cuentas, las dos iniciativas más destacadas de Bush fueron los recortes de impuestos y la invasión de Irak, y ambas, según la opinión pública, fueron unos fracasos estrepitosos. Los recortes de impuestos nunca aportaron la prosperidad prometida, sino que junto con otras políticas -especialmente la guerra de Irak, para la que se carecía de fondos- convirtieron el superávit presupuestario en un déficit permanente. Entretanto, resultó que las armas de destrucción masiva por las cuales invadimos Irak no existían y, hacia 2008, la gran mayoría de los ciudadanos creía no solo que la invasión fue un error sino que la Administración de Bush engañó deliberadamente al país para que entrara en guerra. ¿Qué puede hacer un republicano?

Ya conocen la respuesta. Actualmente se está llevando a cabo un esfuerzo coordinado para rehabilitar la imagen de Bush por lo menos en tres frentes: la economía, el déficit y la guerra.

Respecto a la economía: la semana pasada Mitch McConnell, el líder de la mayoría en el Senado, declaró que “no existe la más mínima prueba de que las rebajas fiscales de Bush redujeran realmente la recaudación. Aumentaron los ingresos, por la vitalidad que dieron estos recortes a la economía”. De modo que la consigna ahora es que la economía de la época de Bush se caracterizaba por su “vitalidad”.

Supongo que depende del significado de la palabra “vitalidad”. El balance real de los años de Bush fue: 1) dos años y medio de disminución del empleo, seguidos de 2) cuatro años y medio de modesto crecimiento del empleo, a un ritmo significativamente más bajo que el de la media de los ocho años con Bill Clinton, seguidos de 3) un año de catástrofe económica. En 2007, en el momento álgido de la “expansión de Bush”, los ingresos medios de las familias, ajustados a la inflación, seguían siendo inferiores a los de 2000.

Pero los apologistas de Bush esperan que ustedes no se acuerden de todo eso. Y también tienen una teoría, que estoy oyendo cada vez más: a saber, que el presidente Barack Obama, a pesar de que todavía no ejercía su cargo y ni siquiera había sido elegido, causó la recesión de 2008. Como ven, la gente estaba preocupada de antemano por sus futuras políticas y eso es lo que hundió la economía. En serio.

En cuanto al déficit: los republicanos afirman ahora que la Administración de Bush fue en realidad un modelo de responsabilidad fiscal y que el déficit es culpa de Obama. “El último año del Gobierno de Bush”, aseguraba McConnell hace poco, “el déficit como porcentaje del producto interior bruto era del 3,2%, dentro del radio de lo que la mayoría de los economistas piensa que es razonable. Un año y medio más tarde, es de casi el 10%”.

Pero resulta que esa cifra del 3,2% corresponde al ejercicio fiscal de 2008, que no fue el último año de la Administración de Bush, ya que finalizó en septiembre de 2008. En otras palabras, finalizó justo cuando la caída de Lehman Brothers -durante la guardia de Bush- estaba desencadenando un hundimiento financiero y económico generalizado. Este hundimiento provocó que el déficit se disparara: en el primer trimestre de 2009 -con solo un hilillo de estímulos financieros- el endeudamiento federal ya había alcanzado casi el 9% del PIB. En opinión de algunos de nosotros, esto dice que la crisis económica que empezó con Bush es la responsable de la mayor parte de nuestro déficit actual. Pero el Partido Republicano no quiere saber nada de ello.

Y por último, sobre la guerra: para la mayoría de los estadounidenses, todo el debate sobre la guerra es agua pasada a pesar de ser doloroso, pero no para los obsesionados por restablecer la imagen de Bush. Ahora Karl Rove afirma que su mayor error fue dejar que los demócratas se salieran con la suya con la “escandalosa” afirmación de que el Gobierno de Bush promocionó a bombo y platillo los argumentos para invadir Irak. ¡Corramos un tupido velo!

Por otra parte, los republicanos no tratan de restablecer la reputación de George W. Bush por razones sentimentales, sino que tratan de despejar el camino para el regreso a las políticas de Bush. Y eso contiene un mensaje para cualquiera que espere que los republicanos se comporten de una manera diferente la próxima vez que ejerzan el poder. Si creen que han aprendido algo -digamos, sobre prudencia fiscal o la importancia de una regulación eficaz- se están engañando a sí mismos. Más vale afrontarlo: son adictos a Bush.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de Economía 2008.

© 2010 New York Times News Service.

Traducción de News Clips.

 

Publicado por El País-k argitaratua