El pasado 22 de abril, coincidiendo con la celebración del Día de
El naufragio de la plataforma y la consiguiente rotura de la conducción que unía esta con la boca del pozo originaron un escape de crudo. Tras más de un mes de vertido incontrolado, el derrame ha causado una marea negra que cubre un área de
La repercusión mediática de la catástrofe ha sido enorme. Los ciudadanos de todo el mundo han sido puntualmente informados sobre los detalles relacionados con la progresión de la mancha de crudo, de los sucesivos intentos de BP por controlar el vertido en profundidad, de los esfuerzos de esta compañía y de las autoridades federales y locales por minimizar los daños en superficie, así como de la tormenta política desatada en Washington en torno a la aparente “complacencia” regulatoria mostrada por
El desastre de
No cabe, por tanto, atribuir el accidente al uso de un equipo obsoleto (la plataforma fue construida en 2001). Ni tampoco a que se abordara un desafío especialmente complicado. A fin de cuentas, en el golfo de México, durante el periodo 2000-2008, la industria petrolera había completado 80 sondeos de exploración horadando fondos marinos localizados bajo más de
En su afán de encontrar y extraer hidrocarburos bajo el lecho marino, enfrentándose a profundidades de agua cada vez mayores, la industria del petróleo y del gas se ha embarcado en una espectacular carrera tecnológica. El resultado es que la extracción mundial de petróleo de campos localizados bajo aguas profundas (entre 400 y
Pero, pese a todo el impresionante desarrollo tecnológico, la experiencia acumulada y las medidas de seguridad desplegadas en las operaciones en aguas profundas y ultraprofundas, la industria petrolera sabe que afronta riesgos físicos nada despreciables. Entre estos destacan las altas presiones y temperaturas reinantes a varios kilómetros de profundidad en el subsuelo, la existencia de acumulaciones de hidratos de gas en una franja próxima al lecho marino que pueden ocasionar súbitas erupciones explosivas de metano, así como el comportamiento plástico de las formaciones salinas que en ocasiones deben atravesarse antes de llegar a la roca que contiene los hidrocarburos. Por otro lado, las petroleras no pueden descuidar en ningún momento la supervisión de los mecanismos de seguridad de los sofisticados sistemas de producción instalados sobre el fondo marino.
Desgraciadamente, con este trasfondo, los accidentes resultan inevitables, aunque su frecuencia y probabilidad sea baja y el daño causado en la mayoría de los casos sea limitado. Cualquier sucesión en cadena de errores técnicos y/o humanos, como la que parece haberse producido en el caso de la plataforma Deepwater Horizon, puede tener consecuencias fatales. Las explosiones e incendios en plataformas, con la consiguiente pérdida de vidas humanas y el vertido de pequeños volúmenes de crudo, son los accidentes más comunes y, de hecho, en los últimos 30 años este tipo de incidentes se cuentan por docenas.
Por el contrario, los vertidos submarinos incontrolados desde la boca de un pozo, como el caso de Macondo, son excepcionales. El gran precedente es el derrame originado el 3 de junio de 1979 por la explosión del pozo de exploración Ixtoc 1, operado por la compañía mexicana Pemex en aguas del golfo de México, a unos
Desde entonces, la mayoría de las grandes catástrofes ecológicas ocasionadas por derrames de crudo están ligadas al naufragio de superpetroleros (como el Exxon Valdez y el Prestige, entre otros).
En Estados Unidos, la catástrofe del pozo Macondo suscitará, sin duda, un endurecimiento de la normativa existente para prevenir y combatir el potencial impacto medioambiental asociado a las actividades de la industria del petróleo en aguas marinas. Y algo similar puede ocurrir en otras partes del mundo, muy especialmente en algunas regiones árticas de Canadá, Noruega y Groenlandia y, quizás también, frente a las costas de Brasil.
Sin embargo, no es probable que a medio plazo el incidente suponga un punto de inflexión en la exploración y producción de hidrocarburos en aguas profundas y ultraprofundas. Aunque quisiera, el mundo no se lo puede permitir. Básicamente, porque satisfacer la sed global de petróleo requiere beberse cada día el contenido medio de un campo del golfo de México (unos 83 millones de barriles). Y, si se quiere mantener este ritmo de consumo, no puede obviarse el hecho de que en los últimos 10 años los yacimientos marinos representaron cerca del 70% de los principales descubrimientos de hidrocarburos efectuados a escala global. Ni tampoco que bajo las aguas profundas y ultraprofundas puede esconderse entre el 20% y el 35% de los recursos recuperables de petróleo por descubrir. Estamos hablando de
Mariano Marzo es catedrático de Recursos Energéticos en
Publicado por El País-k argitaratua