Pequeños gestos

Un estudio publicado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que en el 2010 habrá más de tres mil quinientos millones de teléfonos móviles, dos mil millones de televisores y mil millones de ordenadores personales funcionando en el mundo. El informe (Gadgets and gigawatts) constata que el crecimiento del uso de la electrónica de consumo (EC) y de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ha sido tan vertiginoso que representa ya el 15% del consumo eléctrico residencial a escala global. Y las previsiones son que el actual consumo doméstico ligado a la EC y las TIC se multipliquen por dos en el 2022 y por tres en el 2030, de modo que en esta última fecha ambos conceptos totalizarán globalmente el equivalente a la suma de la electricidad utilizada hoy en día por todo el sector residencial de Estados Unidos y Japón. Un hecho que implicará una factura eléctrica cercana a los 200.000 millones de dólares.

Estas tendencias globales son preocupantes porque suponen una dificultad adicional a la hora de mejorar la seguridad de suministro eléctrico y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. De todas formas, el informe de la AIE se muestra relativamente optimista, concluyendo que una política energética bien orientada y decidida puede lograr que el consumo de electricidad residencial asociado al uso de la EC y las TIC se reduzca a la mitad, simplemente aplicando tecnologías y procesos ya disponibles en el mercado. Sin duda, tales políticas energéticas pasan también por fomentar los pequeños gestos individuales. Sin embargo, resulta imprescindible que los ciudadanos que deben ponerlos en práctica estén puntualmente informados de que actuaciones merecen la pena y cuales pueden resultar superfluas.

David Mackey, asesor científico del Ministerio de Energía y Cambio Climático del Reino Unido, describe en un excelente libro (Sustainable energy-without the hot air) dos casos paradigmáticos de ambos tipos de actuaciones. Por un lado, destaca el potencial de ahorro subyacente al hecho de que una impresora láser inactiva pero conectada a la red chupa la misma electricidad que un frigorífico. Por otro, como ejemplo de acción fútil, el profesor recuerda cómo en el 2005 la BBC News advertía a los británicos sobre la importancia de desenchufar los cargadores de móviles una vez utilizados, para, un año después, tras considerar que el mensaje no había llegado a la ciudadanía, proclamar que “Gran Bretaña encabezaba la liga de malgastadores de energía” ya que “el 65% de los consumidores del país dejaba los cargadores conectados”. Una afirmación errónea. Dejar el cargador enchufado, sin tener conectado el móvil a él, comporta un consumo de 0,01 kilovatios hora por día; lo que significa que la energía ahorrada desconectando el cargador durante un año equivale a la gastada al tomar un solo baño caliente o a la empleada conduciendo un coche durante un segundo.

A menudo se nos dice que todos los gestos personales, por pequeños que sean, ayudan. Cierto. Pero, para no bordear el ridículo, también es aconsejable hacer previamente algunos números.

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua