Bagdad
En otro país hubiese sido una jornada catastrófica. Desde la apertura ayer por la mañana de los colegios electorales, una veintena de explosiones tuvieron lugar en Bagdad -una de ellas en la fortificada “zona verde” estadounidense en la que hay también importantes oficinas del estado irakí- en sus barrios de Hurriya y Jadria, así como en otras localidades de la república como Anbar y Ramada, en las que murieron treinta y ocho personas hiriendo a más de cien. ¡Es la anónima muerte de cada día!.
La nebulosa red de “Al Qaida” había amenazado de muerte a todo aquel que participase en estas elecciones legislativas. Como hizo en 2005 con sus atentados en los que perecieron cuarenta y cuatro irakíes, querían aterrorizar a los electores para no que no acudiesen a las urnas. Entonces cometieron ataques suicidas, ahora dispararon bombas y morteros.
La diferencia del número de víctimas entre ambas fechas no es tan grande. Pero pese a esto ahora se ha estimado que el resultado del escrutinio de ayer es menos negativo del que hubiese podido ser, sobre todo porque los sunís que anteriormente lo habían boicoteado han votado en gran número en Samarra, en la provincia de Diyalia y en otras de sus localidades.
En Faluja, uno de los electores gritó “¡Votad contra Al Qaida que nos ha aterrorizado durante años!”. En el barrio de Salhie de esta capital, un barrio suní residencial en decadencia, con chalets y bloques de edificios construidos por el régimen “baasista”, el ambiente de la votación era relajante con familias que acudían a las urnas, con mujeres con niños en brazos, con altavoces que difundían alegres himnos patrioticos.
En orden, disciplinadamente, penetraban en las aulas de esta escuela bautizada con el nombre del gran héroe de la lucha por la independencia árabe Omar Multar para depositar en las urnas de plástico sus papeletas tan grandes como folios impresos. Después les marcaban el índice con tinta indeleble como en el vecino Irán. El colegio electoral estaba vigilado por soldados y policías y en sus alrededores apostados vehículos militares de fabricación estadounidense, los Humeer.
“Los irakíes no tenemos miedo -me decía un estudiante de Medicina- porque ya estamos acostumbrados a esta situación. Cuando en algún sitio hay algún atentado, la gente lo evita durante unos días pero luego vuelve a aquel mercado, a aquella plaza, a aquella mezquita. El pueblo irakí sufre desde hace treinta años guerras, sanciones internacionales, una ocupación militar, el terrorismo callejero. De todas formas, creo que desde 2008 la situación va mejorando poco a poco” .
El barrio periférico de Ciudad Sadr, uno de los más pobres de Bagdad donde se hacinan un millón de chiís, es el más escrupulosamente vigilado. Doscientos mil agentes de seguridad fueron desplegados para guardar el orden público en toda la capital, y otros doscientos cincuenta mil fueron destacados en toda la república. El extenso barrio de casas bajas, de insalubres callejuelas, de descampados, donde a veces pacen rebaños de ovejas, ha sido hasta hace poco tiempo feudo de Muqtada Sadr y de sus fanáticos partidarios que sembraron el terror en la población. El desmantelamiento de su milicia tras la derrota provocada por el primer ministro Nuri Al Malik, ha sido uno de los factores que ha permitido reducir la violencia sectaria entre chiís y sunis.
Muktada Sadr, exilado en Irán, ha instado a sus seguidores que fuesen a votar. El primer ministro que presume que con su acción de gobierno ha disminuido la inseguridad, minimizó la importancia de estos atentados, diciendo que eran simples gesticulaciones para ahuyentar a los votantes de las urnas. El general, gobernador de la plaza de Bagdad, afirmó: “Estamos en combate y actuamos en un campo de batalla donde nuestros hombres esperan lo peor”.
Andando muchas veces largas distancias debido a la prohibición decretada del tráfico rodado, los irakíes, desafiando atentados y amenazas, acudieron a los colegios electotales. A veces tuvieron que ir a otra dirección porque su nombre no estaba registrado en las listas. A menudo esperaron la tarde para depositar su voto, porque es sobre todo durante las mañanas cundo hay más explosiones.
Los irakies han dado prueba de su ciudadanía, pese a la corrupción, a la incapacidad de sus gobernantes de proporcionarles lo que más necesitan, la seguridad, el agua, el fluído eléctrico. Ahora habrá que esperar días, semanas para saber el resultado definitivo del escrutinio, porque en los próximos 10 y 11 de marzo solo se conocerán resultados parciales. Y para formar gobierno habrá que esperar varios meses. Si estas elecciones consolidarán el poder chií es prematuro saberlo y si obtendrán además el anhelado retorno de los suníes a la actividad política estatal.