Cárcar resultó uno de los pueblos navarros más castigados por la represión franquista del 36, si se compara el total de la población, 1.844 almas, con el número de asesinados de la localidad: 63. Se conoce la filiación política de la mayoría de ellos: 8 eran de la CNT, 2 del PNV, 2 del PCE… y 47 de la UGT. A este mismo sindicato socialista pertenecía el alcalde de la localidad, Lucio Gutiérrez, y los otros seis concejales fusilado, de los nueve con los que, en total, contaba la Corporación. Sin embargo, la semana pasada, el actual Ayuntamiento de esta localidad de la Ribera del Ega denegó su participación en el homenaje que, para el próximo mes de abril, prepara una asociación republicana local a sus antecesores del 36. No sorprende el voto negativo de los concejales de UPN, coherentes al fin y al cabo con la actitud beligerante que, a todo reconocimiento a las víctimas de aquel año, ha mantenido este partido y sobre todo su presidenta Yolanda Barcina. Más perplejidad causa el desmarque de los corporativos del PSN, fuerza mayoritaria en el Ayuntamiento de Cárcar, y herederos, aunque sea formales, de la corporación aniquilada en la escabechina de la Guerra Civil. Decir que el nombre es una de las pocas cosas que tienen en común el Partido Socialista Obrero Español del año 2010 y el de los tiempos de la República, no es formular una crítica, sino una obviedad. No es muy diferente lo que les sucede a otras formaciones con solera, como al PCE o al PNV, para los que tampoco tres cuartos de siglo han pasado en balde. Es verdad que ningún hijo está obligado a pensar y actuar como sus padres. Con todo, hasta el más alejado espiritualmente de ellos encuentra unos instantes para honrar su memoria. Aunque sólo sea por estética. Hay desapegos que recuerdan a la amnesia voluntaria que el nuevo rico muestra por sus progenitores. No sé si se avergüenzan de lo que han sido, pero lo parece.