Akmal Shaikh no obtuvo gran ayuda de sus correligionarios. No me refiero a Occidente, aclaro. Desde
Puedo imaginar que la rugiente economía china enmudezca la voz de los más valerosos y humanitarios clérigos de la patria islámica. Cuando China promete oponerse a que Estados Unidos interfiera en Medio Oriente en una acción de defensa de sus propios intereses, ¿qué árabe va a exigirle a Pekín rendir cuentas por matar a un narco musulmán?
Claro, también hay hipocresía a paletadas de “nuestra” parte. ¿Hubo siquiera un susurro o una nota depreocupación por los cientos de musulmanes en Arabia Saudita que son decapitados por “crímenes” menores, después de juicios aún más absurdos de los que se montan en China? El petróleo es un poderoso contrapeso a nuestra compasión.
Al mismo tiempo, ¿cuántos clérigos musulmanes han condenado la ejecución de musulmanes uighur chinos o el asesinato de manifestantes musulmanes en Irán, muertos con la venia de los mismos clérigos que debían mostrarles compasión, o la tortura de prisioneros musulmanes en Egipto, para el caso, la matanza masiva y fratricida de un millón y medio de musulmanes durante la guerra Irán-Irak?
No existe regla en el Islam que diga que la crítica es sacrosanta. Mohamed Hussein Fadlallah, el elocuente chiíta que en Beirut fue objeto de un bombardeo de
¿Será porque se trata de un hombre valiente? ¿O porque es un poeta de primer nivel y por lo tanto se mueve más allá de la teología en el mundo de la imaginación humana? Sus colaboradores chiítas en Irak hablaron contra la opresión de Saddam respaldada por Occidente y pagaron por ello con sus vidas. Ciertamente se trata de hombres muy fuera de lo común.
En el pasado junio, le recordé a Ahmadinejad cómo una joven mujer iraní fue llevada, llorando, a la horca mientras hablaba por teléfono móvil con su madre y rogaba que no se le ejecutara por un asesinato que ella no había cometido. “No me gusta la muerte; ni siquiera la de una mosca”, me respondió el presidente iraní, quien procedió a explicarme la independencia del sistema judicial iraní, con el que me prometió que discutiría el tema de la pena de muerte. ¿Pero cuándo, Mahmud, cuándo? Con todo, no dijo una palabra sobre la mujer ahorcada.
Sentimos rabia hacia la crueldad de Israel y contra la de los estadunidenses, y de los británicos, por sus excesos en Irak y Afganistán. También lo hacen los musulmanes y con justa razón. Pero sería agradable que alguien expresara un poquito de humanitarismo en la umma del Islam. Akmal Shaikh, huelga decir, no será un nombre que será recordado en las mezquitas esta semana.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca