Espejismos palestinos


El boom económico no puede reemplazar las negociaciones para poner fin a la ocupación israelí” Ponte el cinturón de seguridad”, dice el periodista palestino Ziad Darwish, que hace un año se mudó de Jerusalén Este a Ramala, la capital de Cisjordania. “Ahora hay policía de tráfico, y la semana pasado me pusieron una multa de 500 sheqels – 90 euros-porque no llevaba el cinturón”, añade ante mi cara atónita.

Las principales ciudades palestinas de Cisjordania han cambiado drásticamente su aspecto exterior. En las tiendas no falta ninguna marca internacional y en las calles se pueden ver decenas de tipos de coches europeos, japoneses y estadounidenses con olor a salpicadero nuevo. Y cientos de viviendas, tiendas y centros comerciales en construcción.

En el centro de Ramala, de Nablús, de Tulkarem, hay decenas de carteles que anuncian nuevos negocios, tiendas de electrodomésticos, financieras internacionales que se instalan en Cisjordania, tiendas para novias, empresas de telecomunicaciones.

En un informe del Banco Mundial publicado en julio, los datos no dejan lugar a dudas: el crecimiento económico en Cisjordania – gobernada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP)-ha sido en el 2009 del 7 por ciento, uno de los más elevados del mundo.

Los salarios se han incrementado un 24 por ciento y las exportaciones se han triplicado.

Hasta hace pocos años, los transeúntes eran detenidos en las calles por todo tipo de milicias islamistas de Hamas, del grupo nacionalista de Al Fatah o de las mafias locales, con enmascarados que apuntaban sus fusiles y pedían la documentación. Ha sido el actual primer ministro palestino, Salam Fayad, antiguo funcionario del Fondo Monetario Internacional, que tenía una imagen gris y poco carismática, el artífice de una revolución silenciosa: instalar un orden sin precedentes en las calles de Cisjordania, en las que viven dos millones y medio de personas.

Entrenadas por estadounidenses y europeos, las distintas fuerzas policiales palestinas están bien desplegadas. Han arrestado a centenares de activistas y dirigentes del grupo rival, Hamas, que en el 2007 dio un golpe en Gaza y expulsó a las fuerzas de la más moderada Al Fatah.

“Fayad ha logrado que muchos antiguos enmascarados sean hoy policías que reciben sueldos en su cuenta bancaria, y no en negro como ocurría en el pasado”, afirma Darwish, subrayando la campaña del primer ministro contra la corrupción. Muchos hombres de negocios y políticos, sin embargo, no ven claro este enorme crecimiento económico.

“Puede que sea un espejismo. Espero que ni Israel ni el mundo interpreten equivocadamente lo que ocurre con nuestra economía”, afirma Zaji Juri, director ejecutivo de la Compañía Nacional Palestina de Bebidas. “El boom económico palestino no puede reemplazar las negociaciones para poner fin a la ocupación israelí y establecer un Estado palestino independiente y soberano”, advierte.

El primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, es conocido como el gran seguidor de la paz económica.Su embajador en Washington, Michael Orren, llegó a afirmar, refiriéndose a la economía de la ANP: “¿Dónde se puede encontrar hoy en día en el mercado global actual previsiones tan prometedoras? ¿En Singapur? ¿En Brasil? No. En Cisjordania”.

Los intercambios comerciales entre Israel y la ANP crecieron en el 2008 en un 21 por ciento. Hay incluso proyectos turísticos mixtos en zonas como la ciudad palestina de Yenín y la vecina israelí de Gilboa. Israelíes y palestinos están desarrollando infraestructuras conjuntas para captar a miles de turistas europeos. Con el apoyo de España y Alemania, los primeros grupos ya han empezado a visitar la zona.

Basam Hamadan, dueño de la compañía de material electrónico Best Buy de Ramala, dice: “La clave de la prosperidad económica es la estabilidad y la seguridad. Mucho depende de la voluntad del Gobierno israelí de permitir nuestra libertad de movimiento, de frenar la construcción en las colonias judías y de que finalmente fundemos un Estado”.

En Cisjordania son conscientes de que esta tendencia no es irreversible. En Gaza, a sólo 45 kilómetros de distancia, un millón y medio de palestinos controlados por los radicales de Hamas sufren un desempleo del 40%, un boicot israelí casi total y un nivel de pobreza que va en aumento.

Abed Ayasi, joven palestino de 28 años, bebiendo un expreso en un moderno café recién inaugurado en Ramala, explica que “la gente en los dos lados está harta de violencia y sueña con lograr la paz, o al menos, la estabilidad”.

Por la noche, al volver a Jerusalén cruzando la frontera de Kalandia, vemos como los soldados israelíes arrestan a un joven palestino de 20 años que intentaba introducir en Israel explosivos escondidos en su mochila. Hace bastante tiempo que no ocurría algo similar, pero el incidente nos devuelve a la vieja realidad.

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua