Sociología soberanista

Algo está cambiando en Catalunya, en forma de corriente de fondo soberanista. Es poderosa y crece, pero es de fondo. A simple vista no se ve. No se detecta con los instrumentos de análisis académicos o políticos, porque radiografían superficies y se especializan en la inmediatez. Cuando emerge un signo de la corriente de fondo como la oleada de consultas informales, pilla a los profesionales por sorpresa. Prueba de ello es que, en vez de analizarla con instrumentos, la interpretan según sus sentimientos. No es extraño que haya tanta disparidad entre quienes quitan o exageran la importancia del pasado domingo. Como hecho en sí, la consulta es poco relevante y deja un sabor agridulce a sus promotores y posibles beneficiarios inmediatos. Como síntoma, responde según mi parecer a un fenómeno de primera magnitud: la deriva de Catalunya hacia la soberanía.

Hoy por hoy, todos los elementos que influyen en esta corriente la favorecen, tanto los que la propician como los que, al pretender combatirla en vez de integrarla, son sus principales propulsores.

Mientras esto ocurre, los sociólogos insisten en que apenas se ha movido la foto que distingue a quienes sólo se reconocen como españoles de quienes sólo se sienten catalanes, más una cosa que otra o ambas por igual. Según sus medidores, la deriva hacia una mayor catalanidad de la sociedad es de veras lenta, muy lenta. ¿Entonces? ¿Cómo se explica la corriente de fondo? No se explica, se niega, por muchos y no del todo ilusos que la veamos como una evidencia. Existe, es de fondo, se ensancha, pero no acelera. Por eso es difícil de medir. Veremos, cuando vaya eclosionando, a cuántos pilla por sorpresa.

Mal van quienes se limitan a contar a los que van cayendo del guindo español para engrosar las filas del soberanismo. Al calibrar el independentismo, además de contar a los convencidos, habría que distinguir entre quienes se oponen de momento, quienes no lo ven claro, quienes prefieren fórmulas de mayor o máximo autogobierno sin ruptura del Estado, quienes no lo ven conveniente o posible en las presentes circunstancias pero deseable en otras, etcétera. La gama de matices catalana huye del blanco y negro. Los profetas de la división andan equivocados. Aun así, no es nimio el número de quienes están en contra y lo estarán siempre, con toda su energía. Por si acaso, sugiero empezar a contar al revés. En vez de sumar a los independentistas y ponerles en una especie de coto cerrado, ya va siendo hora de contar a los antiindependentistas convencidos, a quienes están y estarán en contra pase lo que pase, incluso de forma activa. El amplio espacio de matices y posturas que permite el catalanismo no se ha resquebrajado por las consultas informales y la asunción de la independencia como posibilidad cierta. No tienen, pues, fundamento las amenazas o temores de que en Catalunya se reproduzca algo similar a la zanja vasca, que parte la sociedad en dos mitades nacionalmente opuestas e irreconciliables. Sería inútil negar que existe en Catalunya esa franja social refractaria por completo. Pero anda muy lejos de la mitad de la población. Calculemos que entre un quince y un veinticinco por ciento. Supongamos que no más, pero tampoco mucho menos. Mientras esperamos a que se mesure.

¿Se aferrará este porcentaje al PP, o bien preferirá una conjunción de lo que representan o han representado Vidal-Quadras o Rosa Díez? Destaquemos por ahora que, no tan paradójicamente, Ciutadans es un partido soberano. Se reconfigure de un modo u otro este espacio, sus gestores y adeptos se saben atrapados por la democracia y Europa. Más relevante es la lectura que desde el PSC se efectúe del proceso histórico. Hasta el momento ha encontrado el modo de favorecer la corriente de fondo (incluso con errores e inadvertencias, pero quién no los ha cometido). A mi juicio, el president Montilla es, en Catalunya, el principal instigador y artífice del nuevo soberanismo, si bien de modo indirecto. Él puso las bases conceptuales y políticas para una alianza duradera entre socialistas e independentistas. Él negoció el primer tripartito y lo salvó del naufragio entre enormes dificultades. Él preside el segundo. Él se ha abstenido de pasar de las palabras (desafección, amenazas de dañar al PSOE) a los hechos (votaciones diferenciadas en el Congreso) que hubieran puesto a España sobre aviso de que Catalunya iba en serio con el Estatut. En otras palabras, Montilla está culminando la operación de cerrar el callejón de la vía autonomista. Catalunya y el soberanismo le deben mucho más de lo que hoy por hoy se supone.

Volvamos a la gran incógnita. ¿Cómo va a posicionarse el PSC cuando la corriente de fondo emerja con magnitud algo mayor? Según mi parecer, el núcleo duro del partido no se ha preparado para transitar por la otra ribera después de haber construido el puente hacia ella. No creo que se hayan planteado -salvo alguna excepción más clarividente y menos influyente- si se van a quedar en la antigua o irán pasando hacia la nueva de la manera prudente, pausada y ordenada propia de un gran partido.

Publicado por La Vanguardia-k argitaratua