He leído con sumo interés los comentarios críticos realizados por José Mª Sasiain Arrillaga a la línea historiográfica de Nabarralde, centrada sobre mi colaboración “La soberanía perdida” en Haria 25 (octubre 2009).
En primer lugar, me gustaría aclarar que dicha colaboración fue realizada a petición de la dirección de Haria con la finalidad de centrar el contenido de dicho número, dedicado principalmente a la conquista de 1512-24 y a las consecuencias que supuso para organización social y política de Navarra, para su población en el fondo, la pérdida de la soberanía. Es decir, que no constituye una exposición ni una interpretación de la historia de Navarra, sino tan solo una introducción al contenido de los trabajos presentados y un intento de contextualizarlos.
Está claro, y así se dice en el texto de Haria, que el “esplendor” de la etapa de Sancho III el Mayor, rey de Pamplona etc., que no de Navarra, corresponde a la “extensión” de sus territorios, pero también a la bonanza económica que se produce en toda Europa en los comienzos del siglo XI. Es evidente que en todo conflicto que tiene como resultado mudanzas territoriales o poblacionales intervienen factores internos (banderías, partidismos o como se les quiera llamar), pero es necesario que existan también otros externos, es decir, las ambiciones de dominio de otras organizaciones territoriales ajenas. Es muy difícil calibrar las proporciones en que, en cada caso, intervienen unas u otras.
¿Hasta qué punto puede extenderse al reino de Pamplona o al posterior de Navarra (que sigue siendo el mismo en población y territorio, aunque con el trascendental cambio entre ambos de nombre y de la organización política y administrativa interna) lo que se afirma sobre el “comportamiento expansivo” como “característica “esencial” de los reinos peninsulares? Si nos atenemos a los hechos esta característica sería difícilmente aplicable a Navarra. Tal vez fue así por imposibilidad física, dado el poder y capacidad de los reinos vecinos, frente al ostensiblemente menor de Navarra. Pero siempre se puede hacer “de necesidad virtud”.
También está claro que las referencias al “reino” como “conjunto del pueblo de Navarra” (Sorauren, 2008, páginas 126 y siguientes, basadas en Lacarra, 1972) corresponden a una etapa muy posterior a la de Sancho el Mayor. Son de la época de la redacción del Fuero General (circa 1238) y ya con una cultura política bastante desarrollada y en un proceso acelerado por la llegada de una dinastía extranjera, la de Champaña.
Con referencia a las Juntas de Infanzones, bien sé que no eran representativas de “collazos, pecheros, judíos o musulmanes”. Estamos en el siglo XIII y había lo que podía haber. De todas formas su existencia denota una fuerte estructuración política de sectores si bien no totalmente desfavorecidos, tampoco de los dominantes o preponderantes en el reino. Sería interesante presentar organizaciones reivindicativas semejantes en otros reinos europeos de la época. No digo que no existieran, pero no los conozco.
Sobre los banderizos de las Provincias Vascongadas creo que queda bastante por investigar. Me da la sensación de que su surgimiento en la etapa que sigue a la conquista castellana de los territorios occidentales del reino, en 1200, tiene algo que ver con la misma. Habría que probarlo, pero, en mi opinión, tampoco sirve contentarse con decir que “la adjudicación de tendencias pro-navarras o castellanas puede considerarse un elemento secundario”. Cuando parece que efectivamente dichas tendencias existieron y que pudieron ser relevantes.
Como ejemplo curioso sobre este asunto se encuentra la obra colectiva “Los señores de la guerra y de la tierra: nuevos textos para el estudio de los Parientes Mayores guipuzcoanos” (Donostia, 2000). Tiene un prólogo a cargo de uno de sus principales autores, José Angel García de Cortázar, y una “Presentación” anónima. En la misma se puede leer: “…resulta evidente la importancia del Archivo General de Navarra para profundizar en el conocimiento sobre los Parientes Mayores guipuzcoanos durante una etapa en la que la documentación castellana apenas los menciona”.
En esta consideración radica, posiblemente, una parte de las respuestas al problema planteado por los Parientes Mayores. ¿Por qué la documentación sobre este asunto se encuentra en Navarra y no en Castilla? Si fuera un problema ajeno, no tendría sentido la realidad narrada por el anónimo autor de la presentación de este trabajo, es decir la preocupación de Navarra sobre dicho asunto..
En cualquier caso es necesario el agradecer a Sasiain Arrillaga su participación en un debate que está abierto. Y, además reconocer sus, para mí por lo menos, muy interesantes aportaciones sobre precedentes europeos a nuestra Cámara de Comptos, entre otros.
No soy historiador profesional, por lo que podré cometer errores de método o de otro tipo; siempre agradeceré su puesta en relieve. Creo que nuestra actitud debe ser la de aceptar la realidad que fue y que a la que podemos aproximarnos a través de los métodos que
Ezker anitz, José Mª. Historiaren bataila irabazi behar dugu. Eta ahal dugu.