Recientemente, se ha lanzado en Estados Unidos un nuevo libro sobre el país que algunos denominan como la nación de las empresas ‘start up’. Se trata de un estudio sobre el éxito y el papel de la innovación en la economía israelí. A veces caracterizada de ser un milagro que no es tal. El libro se titula “Start-Up Nation” y está escrito por Dan Senor y Saúl Singen. Ambos autores son grandes conocedores de la política exterior que mantiene Estados Unidos con respecto a los diferentes países de Oriente Medio.
El libro, que ya goza de una gran popularidad, intenta responder a la pregunta del millón: ¿Cómo puede ser que Israel, siendo un país de 7,1 millones de habitantes, que goza tan sólo de 60 años de independencia, que está rodeado de enemigos por todas partes que buscan su anulación cuando no su exterminio, que vive en un constante estado de acoso, cuando no de guerra, desde su misma fundación en 1948 y que apenas cuenta con recursos naturales, produce más empresas de hi-tech, innovadoras y creativas, del tipo “start-up” que todos aquellos grandes países que disfrutan de economías estables y en paz como Canadá, Corea, China, India, Inglaterra o Japón?
¿Cómo es posible que Israel, a pesar de las constantes amenazas de algunos de sus países vecinos como Irán y Siria, haya sido capaz de atraer más del doble de inversiones en capital per cápita que Estados Unidos y casi 30 veces más que toda Europa, incluida la Federación Rusa?
Israel tiene más compañías en el índice NASDAQ —índice bursátil de orientación tecnológica de la bolsa de Nueva York— que cualquier otro país del mundo, excepto Estados Unidos. Tiene más start-ups cotizando que toda la Unión Europea, India y China juntas. La innovación israelí no se limita a áreas de actividad relacionadas con los ordenadores, la seguridad y las telecomunicaciones.
Israel es también líder mundial en patentes relacionadas con el equipamiento médico-sanitario y la creación de fármacos y medicinas. También lo es en actividades relacionadas con el desarrollo sostenible: con el ahorro y la eficiencia energética, con la mejora de la productividad de los recursos, con las energías renovables y con la la agricultura ecológica y, además, es un fuerte competidor, a nivel mundial, en materia de biotecnología, optrónica, nanotecnología, etc.
En el libro, se destacan ejemplos de los más conocidos inversionistas mundiales y de los mejores y más creativos innovadores que han surgido en Israel. Senor y Singer, expertos estadounidenses en política exterior, describen cómo la cultura israelí, acechada por la adversidad, las jerarquías horizontales y aplanadas y las fuertes políticas de apoyo al I+D+i de su propio gobierno —da igual qué partidos estén en el poder— han sabido crear una sociedad que combina, de manera única, la intensidad de la fuerza innovadora con la sólida y robusta capacidad de emprendizaje. Todo ello, alimentado por el magnífico y fértil tejido científico-tecnológico que tan osadamente Israel ha sabido crear, cultivar y aprovechar en torno a sus universidades de excelencia y a sus competitivas empresas e innovadores centros tecnológicos de I+D+i.
Tal como lo argumentan los autores, Israel no sólo es un país sino que también se trata de una especie de “estado mental”. Los estadounidenses enfatizan el decorado y los preparativos, los europeos la norma y los formalismos, los israelíes colocan la “jutzpá” —insolencia— por encima del encanto: “Cuando un hombre israelí quiere invitar a una chica a salir lo hace esa misma noche, cuando un emprendedor israelí tiene una idea nueva, la echa a andar esa misma semana”.
Saben que no hay nada en este mundo que sea para siempre ya que tienen bien asumido que todo puede ser mejorado. Además, cuando surge una idea nueva, antes de rechazarla, el israelí gasta tiempo en compartir la idea con otros, en chocar cabezas y, así, en buscar la manera de hacer que dicha idea sea posible y realizable. La envidia apenas tienes lugar entre los investigadores israelíes y las financieras de capital-riesgo son partícipes también del éxito.
A un nivel más geopolítico, Senor y Singer profundizan en el tema y tratando de entender cómo las políticas de inmigración, de investigación y desarrollo y de servicio militar que se aplican en Israel han sido factores claves para el desarrollo del país, comentan algo que es una mera constatación de la realidad pero que podrá sorprender a algunos que tienen una opinión muy tergiversada de Israel:
“Ninguna universidad te enseña a pensar del modo como lo hace el ejército israelí. Lo hace sometiendo al soldado a situaciones límite que requieren asumir una gran carga de responsabilidad. Son situaciones que, a su vez, están sujetas a una intensa presión exterior”
En el libro se explica como el ejército prepara a los israelíes a ser responsables, a comunicarse, a ser generosos, a trabajar en grupo o a desarrollar el ‘networking’ y a improvisar, virtudes que luego todos podrán desarrollar ampliamente en el campo laboral.
En el libro “Start-Up Nation”, que recomiendo leerlo con viva atención y especial interés, también se demuestra claramente que el ejemplo de Israel no tiene que ser aislado y único. También puede convertirse en una importante lección de aprendizaje para aquellos países, empresas e individuos que busquen crear, impulsar, construir y desarrollar una innovación en el presente pero pensando en el futuro. Obviamente, para poder hacerlo de manera sostenible.