Desde que murió el dictador Franco en 1975, nadie recuerda un ataque público de un jerarca de
Rouco apuesta por Munilla e Iceta, muy conservadores y antinacionalistas
En unas semanas podrá conocerse si sale triunfadora la apuesta conservadora y antinacionalista del presidente de
El primer relevo previsto para este mismo mes es el del Obispado de San Sebastián. Juan María Uriarte deja la sede episcopal donostiarra tras diez años de mandato. Uriarte ha mantenido buenas relaciones con el nacionalismo, en línea con la tradición de
Dos nombres se barajan para sustituir a Uriarte: el de José Ignacio Munilla, obispo de Palencia desde hace tres años, y el de Miguel Asurmendi, obispo de Vitoria. Los dos son vascos, pero representan mundos diferentes. Munilla es guipuzcoano. Estudió en Burgos y Toledo y antes de ser obispo de Palencia fue párroco de El Salvador en Zumárraga (Guipúzcoa). Muy crítico con el nacionalismo en sus textos es, además, muy conservador en materia política y eclesiástica. Su nombramiento supondría la ruptura con la tradición episcopal guipuzcoana, marcada por el influjo de un clero mayoritariamente nacionalista. Es el candidato de Rouco.
Asurmendi, obispo de Vitoria desde 1995 lo fue antes de Tarazona (Zaragoza). Su perfil eclesial y político coincide con el del Obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, no nacionalista, pero comprensivo con el nacionalismo. Como relevo de Asurmendi, de salir de Vitoria, se especula con Raúl Berzosa, obispo auxiliar de Oviedo, ex candidato a suceder a Martínez Camino como portavoz de
El siguiente nombramiento previsto, aún sin fecha, será el relevo de Blázquez, Obispo de Bilbao desde hace 13 años. El mandato de Blázquez, elegido presidente de
El relevo de Uriarte, según sea Munilla o Asurmendi, y el de Blázquez, según sea Iceta o Berzosa, adquiere una significación política. Los nombramientos de Munilla e Iceta supondrían un giro evidente en la orientación conciliadora de
Pero los nombramientos de los obispos vascos tienen una segunda lectura en clave de poder interno en
La máxima tensión entre ambos se produjo en 2002 cuando Blázquez firmó con los demás obispos vascos una pastoral crítica con
Rouco, en su apuesta por nombrar obispos vascos afines, no sólo quiere alejar definitivamente al episcopado vasco del nacionalismo. También trata de enviar el mensaje a
Rouco topa con el obstáculo de que el Vaticano, que tiene la última palabra, tradicionalmente ha apostado en sus nombramientos por una línea conciliadora con el nacionalismo vasco en respuesta a la demanda de una mayoría del clero vasco. Así, Manuel Monteiro, el Nuncio del Vaticano en España hasta octubre, mantenía mayor sintonía con Blázquez que con Rouco. Habrá que ver lo que sucede con el nuevo enviado del Papa, Renzo Fratini.