La lengua bretona se muere. No es una novedad, pero cada vez más es una certeza. La Oficina del bretón acaba de denunciar que la oferta pública bilingüe es escasa. Escasísima. François Taillander es un conocido escritor y columnista habitual del comunista «L’Humanité» que lame el francés en cada libro que publica, en cada entrevista que concede. En la última, en el conservador «L’Express», este mosquetero del Larousse se lamenta de que el francés ya no sea un idioma imperial ni elitista y se exaspera viendo cómo hay quien reivindica que lenguas como el bretón o el euskara recuperen su lugar en el pedazo de planeta en el que crecieron e hicieron crecer. «No tengo nada contra ellas, pero que no me hagan creer que son una urgencia en el mundo moderno». Mucho mejor, «que se enseñe latín o griego clásico», idiomas estos sí impregnados de modernidad.
El bretón, como el occitano, el catalán o el euskara siguen siendo lenguas en peligro de extinción en este mundo moderno. Y ello a pesar de todos los esfuerzos y de las manifestaciones que como la del fin de semana pasado reunió a miles de personas en Baiona. El conocido electo conservador Max Brisson también acudió, pero no en representación de la Oficina Pública del Euskara que dirige, sino a título particular, porque no comparte el lema de la convocatoria, la cooficialidad, el único instrumento político capaz de asegurar la pervivencia de una lengua.
Cuando el responsable público de la salvaguarda del euskara habla prácticamente el mismo idioma que François Taillander, podemos colegir que París no espera otra cosa que la muerte de nuestra lengua. No es ninguna novedad, pero es cada vez más una certeza.
Publicado por Gara-k argitaratua