Entrismo y disidencia política como redefinición de la actividad institucional del independentismo identitario

El independentismo identitario participa en las instituciones democráticas del Estado opresor y ni define su actividad política. Y si la definiera seria como representación política del sufragio popular. Con una definición de este tipo se pierde de vista la naturaleza asistémica del independentismo identitario en las actuales instituciones. El mismo independentismo le hace el juego al sistema que quiere destruir. Entonces parece cierta la tesis sistémica según la cual todas las opciones políticas tienen las mismas posibilidades de acuerdo con los procedimientos establecidos. Todas las opciones políticas tienen las mismas posibilidades siempre que no quieran destruir el sistema que las hace posibles. El independentismo quiere superar el actual sistema. Es imposible que tenga las mismas posibilidades ni aun teniendo mayoría absoluta.

El sistema pluralista es abierto y flexible. Esto hace posible participar en sus instituciones. Por esto creo que sería el error contrario la marginalidad política. La marginación política de los pequeños grupúsculos los hace totalmente impotentes y desconocidos. Su radicalidad es ficticia. Sus críticas radicales son impotentes y no menos erróneas que lo mismo que critican. Los grupúsculos que critican a ERC por “botiflers” (“traidores”, en terminología política catalana clásica) caen en el mismo error: el voluntarismo político. Unos piensan que dentro de las instituciones encontrarán la vía hacia la independencia, pero es que los otros parten de la misma premisa errónea. Si ERC no hace más es porque no lo permiten las actuales instituciones, es por carencia de voluntad política. El independentismo institucional y el “revolucionario” están igualmente equivocados, pero es políticamente preferible el institucional porque al menos hace algo. La radicalidad, lo que no entra en las instituciones, es la marginación política. Palabras vacías de una revuelta que no existe. Si fuera un movimiento clandestino con fuerte base social sería otra cosa. Pero el sistema pluralista ya sabe marginar toda clandestinidad política.

El independentismo es rupturista por definición y al mismo tiempo es políticamente necesario participar a las instituciones. Por lo tanto tenemos que definir la participación en las instituciones del enemigo como “entrismo”. La misma palabra ya está indicando que no se participa dentro de instituciones propias, sino ajenas. Cuando se pierde de vista ésto entonces el independentismo es un barco a la deriva llevado por las “olas” españolas y sin ningún tipo de control. Así Carretero se separa de ERC para decir que la independencia de Cataluña está cerca y sólo depende de los catalanes. El error básico es el mismo: voluntarismo político. La diferencia entre Reagrupament y ERC es la hoja de ruta, los dos barcos van a la deriva y cada cual piensa que su camino es el correcto.

Cuando hablamos de entrismo queremos decir que reconociendo la naturaleza democrática de los actuales procedimientos no reconocemos que la base nacional sea democrática. Por esto hay que entrar en instituciones adversas que pervierten el procedimentalismo democrático por la base nacional. Entrismo también quiere decir reconocimiento de las limitaciones políticas. Si ya tenemos en cuenta que entramos en unas instituciones cuyo fundamento es antitético con nuestros objetivos políticos es evidente que estamos en desigualdad de posibilidades. Incluso gobernando estas instituciones tenemos que actuar de acuerdo con sus fundamentos políticos, no de acuerdo con nuestros principios políticos. Es extremadamente absurdo instalarse en las actuales instituciones, desarrollar una “cultura de gobierno” y esperar de ésto no la absorción sistémica, sino la independencia. La antítesis es inevitable. “Cultura de gobierno” y consultas soberanistas son antitéticas. Este curioso castillo de naipes tiene que caer. Absorción sistémica o rupturismo político. Entrismo quiere decir que no nos interesan estas instituciones y lo último que querríamos es acomodarnos mediante la “cultura de gobierno”. Hacer entrismo también quiere decir que ya somos conscientes de que no vamos a hacer nuestra política. Vamos a hacer lo que sea posible dentro de las actuales condiciones históricas. Hacer entrismo sería algo pareciendo a la actitud de Karl Liebneckt en el Parlamento alemán: “Estoy en este Parlamento para destruir este Parlamento”. Se trata de meterse en las instituciones que queremos destruir al mismo tiempo que sabemos que en cuanto que estamos dentro es porque no tenemos fuerza para destruirlas.

Entrismo tiene que ir ligado a disidencia política. No estamos en una situación de dictadura política que obligue a una disidencia clandestina. Pero tampoco nos podemos comportar como si nuestra opción fuera compatible con el sistema. Menos todavía tenemos que legitimar los procedimientos vigentes. Si es cierto que los procedimientos son democráticos, pero sobre una base nacional que no lo es. Negar el sistema como sistema implica la disidencia política. Negar el concepto de pueblo español es obligatorio para cualquier independentista y para cualquier demócrata. El pueblo español es la uniformización identitaria que niega la libertad y dignidad de las aportes que lo componen. El pueblo español no se puede considerar un sujeto de derecho político legítimo, no tiene derecho legítimo a constituirse bajo la forma de Estado. La constitución del pueblo español como Estado implica tratar a los pueblos oprimidos (gallegos, vascos y catalanes) como inferiores e indignos. Al mismo tiempo nada es posible políticamente fuera del pueblo español. Esta es la dialéctica entre entrismo y disidencia política. Entrismo es entrar dentro de algo a lo que se niega la legitimidad. La disidencia política es también la denuncia ideológica del sistema. Es poner de manifiesto los límites del sistema. Cuando el actual independentismo critica el individuo por no ser suficientemente militante de la lengua, por ejemplo, o a otro por poco catalanista, hace el juego al sistema. No denuncia al sistema como límite de sus posibilidades reales.

Entrismo y disidencia política puede estar a un paso de la ilegalidad. No hay fórmulas mágicas, tal vez mi solución resultaría todavía peor. Pero lo que si que es seguro es que es mejor hacer una praxis política consciente que inconsciente, no engañando absurdamente al electorado porque sucede que es la misma dirección la que no tiene el control de la situación. La disidencia política tiene que ser más ideológica que práctica. La disidencia de verdad tiene que esperar a tener fuerza política real.

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Publicado por Nabarralde-k argitaratua

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