DICEN, y creo que es cierto, que hay una cosa más cruel que una guerra, y es una guerra civil. La razón es que, aparte de los horrores que se sufren en los frentes matando hermanos a hermanos, hay horrores, abusos y sufrimientos infinitamente mayores en la retaguardia. Eso fue lo que sucedió en este país hace setenta y pico años. Los dos bandos cometieron auténticas barbaridades y atropellos en sus respectivas retaguardias. A mí y a mi familia nos tocó en Navarra, territorio en el que no existió frente. Nos tocó en el bando de los malos , los perdedores. A mi abuelo lo sacaron de la cama una noche a principios de septiembre de 1936 unos señores vestidos con camisa azul y boina roja en la cabeza. Eran compañeros vuestros, falangistas. Detrás quedaron una viuda, mi abuela, y tres hijas de 5, 3 y 1 año. Porque sí, los rojos también tenemos madre, esposa, hijos y familia como vosotros. Se llamaba Fidel Chaurrondo. Durante 42 años permaneció en una cuneta en Andosilla con otros tres compañeros más que corrieron su misma suerte. Recuerdo, porque nunca olvido, que cuando los desenterramos, allá por el año 1978, entre sus huesos también recuperamos lo que quedaba del chupete de mi madre, con la cual había estado jugando momentos antes de que se lo llevaran a pasear , y que conservó colgado en su cuello como queriendo aferrarse a lo que más amaba en los momentos tan crueles que él sabía que le iba a tocar vivir.
Durante todos estos años, su viuda e hijas lo han tenido que llorar en silencio y en la clandestinidad, ya que les prohibían incluso acercarse a donde estaba enterrado, y ni una cruz ni unas pocas flores. Mientras tanto, vosotros nos obligabais a llorar a vuestros mártires de la cruzada nacional . Inundabais nuestras calles y paseos con nombres de vuestros héroes asesinos. Nos obligasteis a aprender vuestro himno para cantarlo en las escuelas con vuestro saludo fascista y mirando al Cristo y a los dos ladrones que, como en el monte Golota, lo acompañaban. Hoy denuncian a los locales que exponen fotos de otros tan asesinos como los vuestros. A nuestros presos les obligasteis a erigir monumentos a loscaídos por la patria mientras a sus mujeres las violabais, rapabais el pelo y vilipendiabais. Todo ello en el nombre de Dios y por el bien de la patria.
Recuerdo un profesor de filosofía que tuve en el seminario (sí, para vuestra desgracia los rojos también estudiamos y algunos creemos en Dios) que os definía a vosotros a y los requetés muy bien. Falangista o requeté: especimen humanoide en extinción que, después de confesar y comulgar, ataca al hombre. Siempre hacíais vuestras fechorías amparados en la noche y refugiados en la masa borreguil. Después de los años seguís siendo iguales, os escondéis en la noche y en la masa para atentar contra los recuerdos a nuestros muertos, porque, como siempre, a la luz del día y de uno en uno y cara a cara no sois nadie. Mi abuela, mi madre y mis tías siempre me enseñaron a perdonar, y por ello os perdono como a los asesinos de mi abuelo. Pero también me enseñaron a no olvidar, y ni olvido lo que hicisteis con mi abuelo, ni lo que pretendéis seguir seguir haciendo al atentar contra los monumentos en los que, por fin, los podemos llorar, honrar y recordar públicamente y sin escondernos. Es para lo único que los hemos construido, para poder decir públicamente que son nuestros familiares, que los queremos, que nos los arrancásteis, que los recordamos, que el tiempo del miedo y de esconderse se ha acabado, y que nos sentimos muy orgullosos de ser descendientes de ellos. Vuestro tiempo, vuestro ventajismo y vuestro terror ya acabó. En el fondo, lo que siento por vosotros es lástima.