¡Es el poder, estúpido!
En las elecciones presidenciales americanas de 1992 Bill Clinton le espetó al entonces presidente Bush, que contaba con los triunfos del derrumbamiento del bloque soviético y la victoria a la guerra del Golfo, “Es la economía, estúpido!”. Centró la campaña en las medidas para combatir la recesión, ganó, las puso en práctica, y tuvimos 8 años de progreso económico y democrático americano y mundial. Clinton lo hizo porque presidía un Estado, con el poder, las competencias, y el dinero para ejecutar sus decisiones. España tiene Estado propio, “expresión formalizada de un ordenamiento constituido por voluntad soberana de la Nación española, única e indivisible”, pero Catalunya no tiene, se limita a la Generalitat, “un sujeto creado, en el marco de la Constitución, por los poderes constituidos. Este sujeto no es titular de un poder soberano, exclusivo de la Nación constituida en Estado” (sentencia pasada del Tribunal Constitucional), con competencias subordinadas: “un sujeto creado, en el marco de la Constitución, por los poderes constituidos. Este sujeto no es titular de un poder soberano, exclusivo de la Nación constituida en Estado” (sentencia futura del Tribunal Constitucional).
Como Catalunya no tiene Estado propio, no puede decidir ni ejecutar nada sobre aeropuertos y puertos, ni sobre conexiones ferroviarias ni de autopistas con la red europea, ni sobre suministro hídrico, eléctrico y energético, ni endeudarse sin permiso del gobierno español, ni extender ni ampliar las pensiones y los subsidios de paro, ni dar becas a los estudiantes, ni hacer política fiscal de apoyo a las empresas y a los trabajadores. Tampoco tiene nada a decidir ni ejecutar sobre la solvencia y liquidez del sistema financiero, ni sobre los créditos, las hipotecas, y el endeudamiento de familias y empresas, ni sobre la acogida e integración de los inmigrantes, ni las medidas de apoyo a las personas desfavorecidas. Algunas de estas competencias corresponden a la Generalitat según la letra muerta de los Estatutos de 1979 y de 2006; este año celebramos el 30è y 3r aniversario de su respectivo incumplimiento por los gobiernos españoles del PSOE y del PP.
Como Catalunya no tiene Estado propio, cada año España se lleva más de 20.000 millones de euros de nuestro dinero, más de 3.000 euros por persona y año, la diferencia entre los impuestos que pagamos y el gasto público que recibimos. Si el Estado de los españoles no se llevara nuestro dinero, cada familia de cuatro miembros recibiría más de 12.000 euros cada año, el presupuesto de la Generalitat crecería un 54%, el presupuesto de los Ayuntamientos catalanes se multiplicaría por tres, podríamos duplicar el gasto en sanidad, cuadruplicar el gasto en enseñanza, multiplicar por dieciséis el gasto en infraestructuras y obras públicas. Podríamos devolver a cada cual de los tres millones de catalanes perceptores no 400 euros como el gobierno español, sino 6.300 euros por persona, y dedicar a obras municipales dieciséis veces más del que asigna ahora Zapatero. Podríamos inyectar a las empresas en créditos y avales 35 veces más que ahora, y más que duplicar las pensiones y los subsidios de paro. Podríamos suprimir los impuestos de sucesiones, de transmisiones patrimoniales y de patrimonio, rebajar un tercio el impuesto sobre la renta y un 35% el IVA, y todavía nos sobraría para construir un aeropuerto como el de Barajas cada año. Podríamos decidir votando qué tienen que hacer nuestros representantes para combatir la crisis, podríamos llevar a la práctica nuestras decisiones, y asumir nuestras propias responsabilidades.
Solo con que el Gobierno española cumpliera la ley y las sentencias de su Tribunal Constitucional, haría llegar a los estudiantes catalanes tres veces más en becas que lo que reciben ahora, y multiplicaría por once las ayudas a las ONG catalanas el simple hecho que el gobierno español no se quedara para las ONG españolas el 91% del dinero que los incautos catalanes les asignan en el impuesto de la renta. Sin Estado propio, y con el Estado de los españoles a la contra, el único poder real de los catalanes es que nuestros electos condicionen el gobierno español, que, para serlo de un Estado, sí que puede decidir y ejecutar. La crisis desnuda todavía más la irrelevancia de nuestras instituciones y representantes, que hablarán y propondrán sin decidir ni ejecutar nada, porque no tienen nada que decidir ni instrumentos para llevar a la práctica las decisiones. Dirán, incluso algunos se lo creerán de buena fe, que se ocupan de los problemas de la gente, pero sólo hablarán, porque es lo único que pueden hacer, además de intentar convencer a los gobernantes españoles, con el éxito acreditado que no hace falta recordar: crueldad, la justa. Según Rajoy, “la Generalidad está para hacer carreteras y poca cosa más“. No es un objetivo, describe la realidad. Sólo el PSC tiene ahora la fuerza numérica para condicionar el gobierno español del PSOE, pero hace falta recordar que, en 32 años, ningún diputado ni senador del PSC ha votado diferente de los del PSOE. Nunca. “El PSC somos nosotros”, dice Zapatero.
EL PRESIDENTE NÚMERO 42 De AMÉRICA, Bill Clinton, pudo decir “¡Es la economía, estúpido!” porque hubo un presidente número 1, George Washington, que consiguió la independencia y el Estado propio, el poder de decidir y ejecutar. Sin el poder, todo es ilusión.
Noticia publicada al diario AVUI, página 30. Domingo, 8 de febrero del 2009