“Habría que revertir algunas privatizaciones de suelo”
Tengo 48 años. Nací en Barcelona, un buen sitio desde el que mirar el mundo. Casado con mi socia, Teresa: soy su álter ego, cinco hijos. Todos hacemos política; yo creo en la sociedad civil. ¿Religión? Quiero creer que vamos hacia algún sitio. Participo en la Expo de Zaragoza.
¿Notan la crisis ustedes los arquitectos?
Mucho, pero también será una crisis útil…
¿. ..?
Los arquitectos nos habíamos convertido en una pieza más – firmábamos y ya está- del sistema que ha transformado el limitado territorio de todos en enormes beneficios para unos pocos. Ese engranaje perverso ha privatizado y degradado para siempre ese patrimonio natural no sólo nuestro sino de nuestros hijos y sus hijos.
Ahora el mal ya está hecho… ¡Y les queda mucho todavía por vender!
Nos han esquilmado la playa, el bosque, la montaña, para beneficios de cuatro listos.
Pero eso tiene remedio.
Debería tenerlo. Deberíamos poder revertir algunas privatizaciones de suelo y las más dañinas urbanizaciones de nuestro territorio que fue de todos. La propiedad privada también debería tener límites.
Sólo habría que cambiar la Constitución y cuatro o cinco cositas más…
Le hablo en serio. Cada generación debe tener la oportunidad de revisar los errores urbanísticos de la anterior: algunos pastiches de la Costa Brava o de Valencia y de otras costas tienen que poder ser demolidos y restituida para todos los ciudadanos la prístina belleza natural de aquellos parajes.
Yo le apoyo y seguro que muchos ciudadanos, pero ¿y sus actuales propietarios?
A eso me refería: en muchos países la propiedad privada del suelo tiene límites: se le pone una fecha de caducidad. ¿Por qué no podemos arbitrar aquí recursos jurídicos que nos devuelvan a todos lo que siempre debería haber seguido siendo de todos?
¿Hablamos de países democráticos?
El derecho anglosajón, al contrario que los herederos del romano, potencia más el usufructo limitado en duración que la propiedad privada definitiva del suelo, y hay ejemplos en Holanda, Gran Bretaña, Canadá…
Son democracias, sí.
Esa es una posibilidad que yo desde luego pienso trabajar para que la política la haga posible e invito a otros ciudadanos a que me apoyen.
¿Y mientras tanto?
Mientras tanto debemos conectar el urbanismo y la arquitectura con la realidad y la época y hoy la primera necesidad es recuperar nuestra conexión esencial con el medio ambiente: respetarlo porque somos él.
¿En qué sentido?
Joan Oró solía decir que la Tierra era como una nave espacial autosuficiente navegando por el universo hacia alguna parte… ¿Envenenaría y degradaría la tripulación su propia nave? ¡Sería un suicidio!
Pues en ello estamos.
Yo quiero aportar un granito de arena para frenar esa degradación. Para empezar, reduciendo el consumo de los edificios: el 40 por ciento de toda la energía que consumimos la gastamos en acondicionar nuestras viviendas y oficinas y podríamos reducir enormemente ese derroche.
Explíquenos.
¿Por qué las ciudades jardín deben serlo en extensión? ¿Por qué no erigir edificios jardín? Parece claro que las grandes extensiones de unifamiliares son poco ecológicas y que deberemos redensificar los centros urbanos, pero eso no quiere decir que renunciemos a los beneficios de tener jardín.
¿Cómo?
Jardines en vertical. Claro que sí. Además, un edificio tiene que estar vivo, tener pieles, como una cebolla: la primera capa es el exterior, donde podemos usar plantas…
Ya las pondrá cada uno.
Las plantas son el edificio. El edificio está vivo. Cada planta tiene una función tan importante como los ladrillos. Hay plantas que templan desde el exterior temperaturas y humedades, otras actúan en la zona intermedia de patios, que son otros grandes termostatos, después están todas las posibilidades térmicas de los invernaderos…
¿Para qué?
Para gestionar los rayos del sol y llevar el calor a las zonas frías en invierno y canalizar la ventilación en verano. Sólo cuando se agotan todos los recursos naturales del edificio para regular la temperatura y humedad , deberíamos poner en marcha las máquinas.
Los edificios hoy son vidrio y metal.
¡Qué error! Es un modelo importado del norte, donde hay poco sol y tienen sentido; tener más luz y más calor. Copiarlo es tercermundista, porque aquí tanto vidrio nos obliga a derrochar aire acondicionado, y por eso gastamos más energía en verano.
Sus propuestas no parecen baratas.
Ahorran. Se podría ahorrar la mitad del consumo de energía acondicionadora de temperatura en los edificios por sólo un diez por ciento más de inversión en su construcción.
No veo a los constructores por la labor.
Porque ellos construyen, venden y se van, y dejan el gasto de energía para quien la paga, pero existen mecanismos para incentivar el ahorro. Y se implementarán. Lo que pasa ahora mismo es que la sociedad siente esa necesidad de conexión con la lógica y el medio ambiente pero aún no la demanda.
Tampoco veo edificios ejemplares.
Ahora tratamos de crear formas que creen comportamientos. Y encontrar nuevas armonías: ¡las terrazas, los áticos, los tendederos, los patios de las grandes ciudades están por habitar! Ahí tiene un potencial enorme. Al final, en arquitectura, tendremos que volver a empezar.
La Contra
Agua, aire, luz
Nadan los patitos en el estanque de la azotea del estudio Pich Aguilera y hozan los jabalíes de Collserola en la hierba que brota del tejado de su casa. Los humanos podemos gozar de su obra en el edificio Pau Claris 99. Allí ha conseguido una intensa ventilación gracias a un gran patio central y una claraboya, donde el aire calentado por el sol es succionado. Se crea así una corriente desde la calle a los pisos altos graduada por lamas. En la fachada más soleada se han recuperado las galerías típicas del Eixample, que actúan como colchón térmico con rejillas que evitan las bolsas de calor. En la terraza, un aljibe refresca los pisos altos y permite regar. Aire acondicionado gratis y sin resfriados.