No es un escenario descabellado: el 30 de agosto se puede gestar un nuevo equilibrio mundial en el noreste asiático en favor de China y en detrimento de Estados Unidos si el Partido Democrático, de oposición, gana las elecciones –como apuntan los sondeos–, lo cual pondría fin a la hegemonía del partido único en el gobierno, el Democrático Liberal, totalmente sometido a los designios unilaterales de Washington.
Cuatro días después del aniversario del lanzamiento de la bomba nuclear en Hiroshima, Yukio Hatoyama, líder del Partido Democrático, quien puede escribir la epopeya de la nueva historia asiática, arrojó su bomba atómica conceptual al fustigar el fundamentalismo del mercado dirigido por EU y su globalización sin límites, en un ensayo en la revista nipona Voces, que resume The Financial Times (El líder del Partido Democrático de Japón ataca la globalización lidereada por EU; Mure Dickie; 10/8/09), portavoz del neoliberalismo global neoliberal que no oculta su estupor.
Hatoyama aduce que en el marco del fin del unilateralismo de EU y la creciente preocupación sobre el papel del dólar, Japón debe también (sic) trabajar por una unión regional de divisas y una integración política mediante una comunidad del este de Asia.
La unión regional de divisas propuesta por el audaz Hatoyama epitomiza las tendencias globales que hemos detectado en la regionalización de las divisas, como reflejo del incipiente nuevo orden multipolar, lo cual anticipamos en nuestro libro Hacia la Desglobalización (Ed. Jorale/Orfila 2007).
El Japón liberado de los grilletes de la doble ocupación anglosajona (militar y financiera) no será el mismo durante la tercera cumbre del G-20 –en septiembre en Pittsburg– que el emasculado Japón neoliberal de la primera y segunda cumbres realizadas en Washington y Londres, respectivamente, donde el partido gobernante nipón: el Liberal (El PAN de Japón), selló en forma suicida la suerte del yen al desfalleciente dólar y en contra de la multipolaridad de las divisas, en particular del euro, y el BRIC (Brasil, Rusia, India y China).
Pese al entreguismo claudicante del Partido Liberal –como consecuencia del efecto dragón de 1997 (que hoy se sabe fue instigado por la CIA y su agente global: el megaespeculador filántropo George Soros), Japón, país ocupado desde hace 64 años por EU (ver Bajo la Lupa, 9/8/09), se había posicionado desde hace 10 años en el Grupo de Chiang Mai, con enfoque financierista, donde cohabitan los tres gigantes regionales del noreste asiático (China, Japón y Sudcorea) y las 10 naciones del sudeste asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés).
Más por una realista necesidad imperativa que por idealismo celestial y/o empatía hedonista, la integración geoeconómica y geofinanciera, encabezada por los tres gigantes del noreste asiático con sus pletóricas reservas (3.4 billones de dólares: 40 por ciento del total mundial), será menos difícil que la integración política de todo el este que incluya al sudeste.
Hatoyama basa su temeraria cruzada política en la filosofía de la fraternidad (Yuai), que define como un sólido concepto combativo y la bandera de una revolución, de la que se burlan sin piedad sus adversarios políticos, muy cortos de ideas y acostumbrados a recibir órdenes de Washington.
La filosofía del Yuai (la fraternidad) es sencillamente maravillosa y la aprobamos sin recato: No implementaremos políticas que abandonen a las olas de la globalización las actividades económicas en áreas vinculadas a las vidas (sic) y a la seguridad humanas, como la agricultura, el medio ambiente y la medicina, lo que obliga a la redistribución (¡super sic!) de la riqueza, a mejor bienestar socialy a mayor apoyo a los niños.
Hacía mucho que no escuchábamos el término revolución, menos procedente de los confines asiáticos, ya no se diga de Japón, que los insensatos neoliberales anglosajones pretendieron haber sepultado, pero que no se percataron haber contribuido en su resurrección cíclica.
No vivimos una vulgar crisis, sino el finiquito del paradigma neoliberal, concomitante a la decadencia ineluctable de EU, lo cual obliga a la creación de nuevos paradigmas (r)evolucionarios. Esto lo entienden los estadistas visionarios como Hatoyama (características de las que carecen los mediocres neoliberales con su séquito de bien amamantados seudointelectuales de México, Colombia, Perú y Chile, para citar a los mas conspicuos de nuestra geografía), quien aduce que la economía global dañó las actividades tradicionales económicas, mientras el fundamentalismo de mercado destruyó las comunidades locales, con una crítica específica a la privatización del sistema postal (un icono del ahorro nacional), desmantelado insensatamente por el fanático neoliberal, el anterior primer ministro, Junichiro Koizumi (el Zedillo nipón, pero sin un Acteal ni un Aguas Blancas en su conciencia).
The Financial Times, experto en la balcanización ajena, abulta la intrínseca fractura interna del Partido Democrático, lo que dificultará aplicar “la filosofía del Yuai”, que promete devolver el poder local a sus provincias.
En contrapunto a la teoría del ministerio de Finanzas, que incrementa los impuestos y guillotina con recortes el bienestar social, el propósito de Hatoyama consistirá en reformar la burocracia, recapturar la confianza en el sistema de pensiones y otorgar autonomía fiscal a las provincias, que en su conjunto pasan por la reconstrucción del sistema político de Japón.
Cita el ejemplo a imitar de la integración de la Unión Europea (pocos países masoquistas del planeta desean seguir el ejemplo del calamitoso ASPAN, donde el México neoliberal y, en menor medida, Canadá resultaron los grandes perdedores frente a la fagocitosis de EU) que resolvió creativamente las disputas territoriales, por lo que urgió acelerar la integración regional cuando China ha incrementado su gasto militar.
Temerario conceptualmente, pero precavido en materia de seguridad, Hatoyama no se arriesga en indisponer a EU, que todavía constituye la piedra de toque de la diplomacia nipona, lo cual no obsta para que entienda perfectamente la fase de decadencia de la unipolaridad estadunidense, por lo que se pronuncia por la multipolaridad, en especial por un acercamiento regional con China y Sudcorea: como resultado de la guerra en Irak y la crisis financiera, la era de la globalización liderada por Estados Unidos se acerca a su fin, por lo que el mundo se aleja de la unipolaridad estadunidense hacia la era multipolar. Ni más ni menos que la tesis expresada dos años antes en nuestro libro agotado El Fin de una era: turbulencias en la globalización (Libros del Zorzal; Buenos Aires, 2007).
El probable triunfo de Hatoyama marcará uno de los hitos históricos de la construcción del nuevo orden multipolar del siglo XXI.