Un año más nos reunimos para recordar uno de los hechos más importantes de la historia de Navarra y que más ha influido en el devenir de este pueblo. La importancia de la batalla desarrollada en Getze, a las puertas de la vieja Iruñea, no sólo radica en la dimensión del encuentro, en el número de soldados que tomaron parte o en la horrible cifra de muertos y heridos, sino en que supuso el fin virtual del Reino de Navarra y el inicio de una ocupación cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.
El día 30 de junio de 1521 es una fecha que ha quedado grabada para siempre en la historia de Navarra, dejando un poso de amargura en la memoria colectiva del pueblo navarro.
Y a pesar de la trascendencia que tal hecho supuso para Navarra, nunca ha sido tratado con justicia por nuestros gobernantes. Este comportamiento no nos debe extrañar puesto que, aún hoy, el poder político, económico y religioso sigue en manos de los herederos del Duque de Alba, a quien no le faltó la ayuda, también entonces, de navarros que vieron recompensada su labor a favor de los castellanos. De ahí que no falten reconocimientos para quienes no han tenido empacho en convertir la invasión y el saqueo en una “feliz adhesión”.
Hoy, a pesar de todo, podemos decir que el recuerdo de la Batalla de Noain se ha hecho un hueco en nuestro calendario a base de trabajo y tesón por parte de numerosas personas, colectivos populares y entidades de estudio.
Pero no busquemos esta fecha en el calendario oficial, no, ahí no la vamos a encontrar. La fecha que hoy recordamos, como muchas otras conmemoraciones, celebraciones o fiestas, forman parte del calendario que el pueblo va componiendo con sus vivencias, con sus alegrías y también con sus penas. Es el calendario popular, en el que perduran costumbres sociales y ritos transmitidos de generación en generación; en el que se mantienen danzas y canciones, cuentos y leyendas; es el que nos habla de la relación de nuestros antepasados con la naturaleza; el que permite la transmisión de conocimientos, artes y oficios ancestrales; el que se va enriqueciendo continuamente con aportaciones de quienes se incorporan a esta sociedad.
Es, en definitiva, todo aquello que conforma el alma de un pueblo, todo un conjunto de manifestaciones que alimenta la memoria colectiva y mantiene viva su identidad a través de los siglos.
Esta necesidad del pueblo por saber que sigue existiendo como tal, reflejándose en cada acto que protagoniza, en cada rito que mantiene, en cada conocimiento que transmite, incomoda sobremanera a los poderes, como todo aquello que escapa a su control.
Y cuando no puede acabar con alguna de estas manifestaciones identitarias, intenta apropiarse de ellas, convirtiendo una fiesta social en una celebración religiosa u ocupando la calle, las plazas, con actos insípidos o espectáculos elitistas que impiden la participación.
La conquista de Navarra por parte de Castilla supuso el fin de su existencia como reino independiente, pero no consiguió el propósito de toda anexión, cual es la asimilación de su población con los ocupantes.
Cada vez que recordemos esta fecha, cada vez que celebremos una fiesta colectiva, si seguimos teniendo la capacidad de hacer que nos emocionemos con una canción o con una danza, será una nueva demostración de nuestra firme voluntad de ser, de seguir siendo un pueblo.
Iruñea, 20 de junio de 2007