El pasado 18 de abril, en el mundo civilizado se celebraba el Día Internacional de los Monumentos y Sitios que fue instaurado por ICOMOS en tal fecha de 1982 y posteriormente aprobado por UNESCO en su 22ª Sesión. Con dicha proclamación se pretende sensibilizar a la sociedad sobre la diversidad del patrimonio en el mundo y sobre los esfuerzos que requiere su protección y conservación, así como advertir de su vulnerabilidad.
Para este año 2006 se ha elegido como tema el Patrimonio Industrial. Esta decisión está justificada porque tal legado cultural se encuentra amenazado en todo el mundo. Los cambios económicos del siglo XX han tenido un enorme impacto sobre los procesos y conjuntos industriales, que han sido progresivamente sustituidos por nuevas tecnologías, lo que ha provocado el abandono de maquinaria, ingenios y recintos.
He esperado a ver si se producía alguna declaración institucional de toda esta legión de asalariados de la cultura, Consejera, diputados, concejales, alcaldes… Nada; están como casi siempre de vacaciones o vacíos de interés. La indiferencia es su personalidad.
El valor cultural del patrimonio industrial
El patrimonio industrial, habitual integrante de nuestro territorio, tiene el mismo derecho que cualquier otro legado material colectivo a seguir formando parte de la historia de la arquitectura y de la ciudad, y a ser contemplado, por su contenido histórico, estético, técnico, constructivo e iconográfico, como un irrenunciable valor cultural. Posee una especificidad funcional, lo mismo que las edificaciones religiosas, formando parte en el ámbito urbano de un paisaje cotidiano y de la vida social de numerosos pueblos desde la implantación de la civilización industrial. Su simplicidad expresiva, a pesar de su audacia constructiva, su vinculación a la actividad laboral y una cierta falta de perspectiva histórica han impedido una justa y mayor consideración artística. A pesar de todo ello, la arquitectura industrial es uno de los elementos más simbólicos de las ciudades actuales y como tal un patrimonio irrenunciable.
Este legado es mal comprendido, con frecuencia despreciado, y no existe conciencia ciudadana sobre la importancia del mismo y de la necesidad de conservarlo y reutilizarlo. Está en peligro de desaparición debido a las destrucciones y al abandono. Fábricas, almacenes, garajes, chimeneas, etc., son testimonios de lugares de producción y trabajo que contienen un rango cultural similar a sitios religiosos y edificios civiles.
Es injusto y erróneo atribuir a esta herencia cultural únicamente connotaciones negativas de explotación, sufrimiento o contaminación. La industrialización ha exigido y desarrollado un enorme conocimiento constructivo y productivo que generó un amplísimo repertorio tanto inmueble como mueble. Tiene otras connotaciones como el desarrollo económico, el avance tecnológico y el progreso social que también deben ser analizados. Como todo legado es una historia repleta de memoria popular de conflictos y satisfacciones
La característica de industrial se refiere no sólo a los lugares de producción sino también a las edificaciones construidas para necesidades sociales como mercados, mataderos y lonjas; para los servicios comunitarios, centrales de aguas, suministro y saneamiento, centrales eléctricas, fábricas de gas; o para las comunicaciones, puentes, estaciones, puertos, canales y obras públicas.
La recuperación y conservación del patrimonio industrial no es un objetivo fundamental en Euskal Herria ni, desafortunadamente, se sigue ningún modelo reconocido. Lo escasamente conseguido ha sido debido a muy precisas reivindicaciones de la Asociación Vasca del Patrimonio Industrial y Obra Pública y alguno más. La sociedad y las instituciones culturales no se han implicado en este asunto y los colegios profesionales de ingenieros y arquitectos mantienen un vergonzoso y cómplice silencio. Por sus características constructivas, dimensiones, especialidad interior, flexibilidad de usos y cualidades tectónicas tiene numerosas posibilidades de reutilización para diversos usos compatibles con el mantenimiento de sus rasgos fundamentales en total sintonía con políticas medioambientales.
En los países y ciudades de fuerte carácter industrial ha surgido en los últimos años una creciente fascinación por este tipo de arquitecturas e ingenios que son apreciados como unas construcciones alegóricas e incluso hitos referenciales de carácter simbólico por su monumentalidad a pesar de su concisión formal. Asimismo, incluye un repertorio anexo de arquitecturas-máquina como grúas, silos, depósitos, cargaderos o altos hornos de enorme interés figurativo y el expresivo lenguaje constructivo de sus materiales, pilares de fundición, vigas de celosía, chapas de hierro, remaches, paredes de ladrillo, suelos de hormigón, etc, que aportan cualidades y texturas de gran belleza.
Este pasado reciente generó un carácter laboral, una cultura productiva, una idiosincrasia social y una gran riqueza económica en lugares fuertemente industrializados como Inglaterra, Lombardia, cuenca del Rhur, Euskal Herria, Catalunya, Asturias y tantos otros sitios. La explotación de recursos propios, la especialización productiva y su reconocimiento cualitativo consiguiente ha conseguido identificar producciones con pueblos y regiones con especializaciones como en Avilés, Manchester, Milano, Barakaldo o Terrassa. Este reconocimiento no es una nostalgia exacerbada, sino un sinónimo cultural de gran popularidad, de autoestima y alta capacidad atractiva para visitantes en cuanto que mantenga su configuración patrimonial y paisajística.
La cultura industrial es muy didáctica ya que permite conocer el avance progresivo de procesos y técnicas productivas esenciales en el desarrollo humano que han aliviado el esfuerzo manual del trabajador, desde las tareas más elementales del sector primario, como la recolección, hasta el montaje de complejos mecanismo con la robotización o la transmisión del propio conocimiento mediante la informática. La historia industrial, mediante todos sus testimonios materiales e inmateriales, es una riqueza cultural que compendia los conocimientos científicos y técnicos que por su continua evolución tecnológica han tenido un extraordinario impacto sobre la humanidad.
La industrialización, exceptuando sus anteriores consecuencias contaminantes, ha creado incluso conceptos nuevos de idiosincrasia local como los entornos perceptibles, bien sonoros, introduciendo percusiones, estruendos y vibraciones, u olfativos que definen la particular atmósfera de un pueblo, olores de arcilla, algodón, azufre, etc.
Los objetos de la industrialización son muy elocuentes y se entienden como elementos complementarios, por lo que no deben ser desvirtuados de su contexto, de las circunstancias que los originaron y del entorno que crearon. Es ya inadmisible el habitual recurso del objeto aislado, solitario: el síndrome de la chimenea. Cuando la economía fracasa la actividad se paraliza y comienza la angustia. Si no hay producción el factor humano desaparece, pero el patrimonio y el paisaje que se constituyó pueden mantenerse como testimonio de una cultura industrial, conservando los elementos esenciales de esa civilización dominada por la intuición, el ingenio y la precisión.
La difusión de imágenes por medio del cine y la publicidad ha valorado el contexto industrial como un escenario atractivo por la contundencia, rotundidad, volumetría, aspereza y sobriedad de sus formas para, por contraste, presentar productos muy depurados de diseño refinado como automóviles o ropa de moda.
Euskal Herria, que ha sido un país próspero y avanzado gracias a la industrialización, está sometido en la actualidad a una política de exterminio cultural por la plaga de los dirigentes (en materia de cultura) más atroces que existen en Europa, en un país sin conflictos bélicos, para la conservación del patrimonio recibido. Son ya más de 30 años admitiendo y aplaudiendo todo tipo de brutalidades y demoliciones.
Finalmente conviene recordar una recopilación de recientes atentados, solamente sobre elementos industriales, admitidos o promocionados por las instituciones vascas: la burda manipulación en el Puente-Transbordador Bizkaia, en Getxo-Portugalete, y el lamentable estado, preludio de la ruina total, en el horno alto nº 1 de AHV en Sestao. Derribos: Depósito Franco de Uribitarte, Bilbo; Mecánica Olalde, Mungia; Toña y Leguineche, Gernika; Indaux, Getaria; Fábrica y oficinas Alfa en Eibar; Conservas Azkue, Orio; Central Térmica de Burtzeña, Barakaldo; Forjas de Zaldibar, Zaldibar; Aurrerá, Sestao; Santa Ana de Bolueta, Bilbo; Krugg, Basurtu Bilbo; Harino Panadera, Bilbo; edificio Anduiza, Rekalde, Bilbo; el arrasamiento total del recinto industrial en el puerto de Pasaia Donibane. Y las inmediatas anunciadas, con evidente entusiasmo: Esmaltaciones San Ignacio, Gasteiz; Gabilondo y Cía, Gasteiz; Metacal, Etxebarri; Sefanitro, Barakaldo; Harino Panadera, Getxo; Fortelec, Sestao; Garage RAG, Bilbo; la total incertidumbre la fábrica de Gas de Donostia; y quizá algunas más.
He intentado promover alguna difusión de esta conmemoración solicitando y ofreciendo la primicia a ETB y Radio Euskadi para algún reportaje. Nada. Sólo interesa el fútbol, ciclismo, pelota y toda la basura de imitación a las cadenas españolas. Triste papel el de los medios oficiales de un país sin futuro cultural. Entonces, ¿para qué queremos la independencia?
Publicado por Nabarraldek argitaratua