Zapatero y su “perestroika”

Entre 1985 y1991 mientras Mihail Gorbachev desarrollaba la Perestroika y la Glasnöst, entra otras medidas, como ejes propagandísticos para la reformar el Estado soviético, centenares de manifestaciones fueron reprimidas en la mayoría de las repúblicas federales soviéticas. Kazajastán, Azerbaijan, Georgia, Lituania o Estonia, estaban sumidas en una dinámica inédita en la URSS: la dinámica acción, represión, acción. La represión precipitó los procesos de autodeterminación. Nadie en todo el planeta hubiera apostado por un proceso de disolución tan vertiginoso como el que se dio en la URSS. Pero los acontecimientos sobrepasaban las proyecciones y los diagnósticos de los más avezados sovietólogos.

En la República federal yugoslava tres cuartos de lo mismo, en pocos meses se pasaba de una situación relativamente estable a un proceso de descomposición fulgurante. Razones históricas, intereses exógenos, dramas endógenos…mil razones para un proceso que se cerrará en breve con la independencia de Kósova. La separación checoslovaca, la unificación alemana…Entre 1988 y 1991 se pudo vislumbrar que la estabilidad de los ciclos históricos en el mundo contemporáneo era y es cada vez más exigua. Ni que decir que tras la revolución tecnológica que aún vivimos, la velocidad de posibles cambios es exponencialmente superior.

Al hilo de lo argumentado y tras lo acontecimientos de los últimos días cada vez estoy más convencido de que al proyecto de Nación española, que desde que surge por la fuerza de las armas hace algo más de medio milenio no ha sido capaz de asentarse como Nación homogénea, se le ha pasado el arroz. Aunque parezca a día de hoy presuntuoso decirlo, lo cierto es que a la España mediocre y totalitaria que hoy conocemos le quedan dos telediarios.

El que no se haya asentado como proyecto nacional de común disposición no solo parte del origen impositivo de la Unidad española; en la actualidad pudiendo haber superado su estigma mediante una refundación acorde con los tiempos, sufre una grave crisis estructural que se deriva del deficiente nivel político desarrollado en la “ejemplar transición”, siempre a la vera de los criterios clásicos de imposición . Al margen de que el espejismo europeo y el desarrollo de la economía mundial, los fondos de cohesión tocan a su fin y ello pondrá a cada uno en su sitio, matice la imagen del estado, proyectando una indiscutible imagen de modernidad, no es menos cierto que la unidad política reside exclusivamente en la convergencia fiel de los diferentes sectores estratégicos y fácticos en torno a la institución sobre la que se constituyo el atado y bien atado: la monarquía borbónica y por ende en las FF.AA. y punto pelota.

Así es, el nacionalismo español es débil. Las constantes campañas de españolización simbólica, la última sobre el logo gubernamental, demuestran que el proceso de globalización planetario basado en el consumo masivo y la uniformización anglófona también pasan factura a los estados constituidos. Crisis de identidad nacional, potencial crisis económica descomunal y sobre todo crisis estructural en las FF.AA.

Las FF.AA. españolas están barajando la posibilidad de reponer el servicio militar obligatorio ante la falta de vocaciones al ejercito profesional. Los españoles de la cómoda España del siglo XXI pasan del ejército y sin levas suficientes la institución militar se colapsa: ¿quién va a garantizar al aplicación del artículo 8.1 de la Constitución que garantiza la “unidad nacional”?

Y mientras, a botón de muestra, en el Principat la quema de retratos del símbolo español por antonomasia, el “rey democrático”, no supone, al margen de la represión impotente, ninguna muestra popular de solidaridad y desagravio en “el resto del estado” (¿por qué si es nuestro campechano y tan amado rey?). Se siente, el ciclo borbónico toca a su fin y el castillo de naipes de la popularidad es más evidente que nunca. Y en esa lógica de elocuencia en la que una tras otra quedan en evidencia todos los grandes bulos de la “democracia española”: “todo es posible sin violencia” (como el estatut del Principat catalán, el Plan Ibarretxe…); “todas las ideas son respetadas y posibles” (ser independentista o republicano por ejemplo), el estado español se lanza una vez más por la vía de la represión indiscriminada contra el independentismo vasco. Desgraciadamente, ¡una más!

Impotencia no más. Las actuales fórmulas represivas, el discurso monocorde, más aún tras un presunto proceso ¿de paz?, han sido el pan nuestro de cada día desde hace…¡tantos años! Solo queda por explorar el encarcelamiento masivo en campos de concentración y estadios “a la chilena” de decenas de miles de independentistas vascos que han demostrado con tesón que la máxima histórica de “resistir es vencer” da frutos.¡Si pudieran!

Tortura y muerte, desaparecidos, palizas, disolución de manifestaciones, guerra sucia, versiones oficiales, desprestigio propagandístico, compra de voluntades, chantajes, espionaje, ilegalizaciones, redadas masivas, ejecuciones sumarias, pucherazos electorales, prisión, dispersión, arrepentimiento, doble rasero, control social… encarcelamiento de dirigentes… terrorismo de estado… todo está ensayado, todo ha sido vano, sufrimiento indecible, miles de víctimas anónimas, de segunda categoría, solo falta la “pinochetada”, la “guantanamada”.

A estas alturas de la película, la represión es la cara lúgubre de la derrota total de España y su proyecto totalitario. España, la Una, Grande y Libre, ahora unidad indivisible constitucionalmente garantizada por las FF.AA., ¡por suerte en proceso de minimalización real! no ha podido nunca constituirse de verdad. Ese fracaso colectivo es la madre de su impotencia, de su rabia, de su negacionismo secular a la existencia de Euskal Herria, de su castigo permanente a los vascos y vascas por su capacidad histórica de sobrevivir como pueblo consciente, como colectivo con personalidad propia; de mantener durante miles de años viva nuestra lengua única y ancestral, de seguir sintiéndonos, vascos y solo vascos, a pesar de la invasión, de la ocupación, de la asimilación, de la colonización, de la “democratización”, de la “modernización”… “Mil veces invadidos pero nunca conquistados”.

Son tiempos de activación, de espabilar. Salir de la narcotizada cotidianidad de nuestro bien pensado e implantado consumista estado del bienestar y trabajar al son por activar ese impulso popular masivo determinante por la recuperación estatal. En Eslovenia en 1987 solo el 18% de la población defendía un estado independiente en las encuestas. La represión también precipitó el proceso de autodeterminación. Tres años después el 72% voto a favor del estado en un “referéndum ilegal”. En Euskal Herria, en condiciones de criminalización, según las encuestas alrededor del 38% ¡se declara independentista! ¡Y sin que exista de modo nítido posibilidad alguna de vertebrar políticamente y jurídicamente un proceso de este tipo! Es por eso, compromiso ineludible de los agentes sociales, de los trabajadores, de los centenares de empresarios que en silencio reconocen que la recuperación de la estatalidad de Euskal Herria es indispensable, proverbial, no solo para sus “business” sino también para garantizar el futuro colectivo…económico ¡y cultural! exigir e impulsar la búsqueda de consensos activos que permitan políticas hegemónicas mayoritarias, como en su día y de modo unilateral proclamaron y desarrollaron homologados estados europeos como Estonia, Eslovenia, Montenegro…

Zapatero pretendía la “perestroika” española. Así ha sido, fatua, sin determinación, propagandística, ingenua, o maquiavélica . Salvando las evidentes distancias ideológicas e históricas esto parece agosto de 1991 en la URSS. Son momentos en los que el talante-glasnöst opta claramente por el seguidismo a los “golpistas conservadores” y los presuntos neoespañoles aperturistas se pliegan al rancio discurso de “constitución, constitución, constitución” o lo que es lo mismo: “unidad, unidad, unidad… de España”; que no Unión, ni falta que hace.

La botella está medio llena, se lo debemos a los que ya no están y tanto dieron por ello, y a los que vienen detrás, para que puedan desarrollar en libertad las grandes proyección colectivas (las individuales se evidencia día a día con tantas actividades notables que caracterizan en cualquier ámbito a los vascos y vascas) que residen en nuestro país, nuestro pueblo. ¡Querer es poder!