La batalla de Noáin fue una derrota del Estado navarro, que perdió una parte territorial decisiva, allá donde la capital del reino, Pamplona, se hallaba desde la llamada época romana. Por tanto, nada que celebrar política ni militarmente.
Así, el acto actual tiene el objetivo de recuperar la Memoria Histórica, y de ahí mi intención de remarcar las diferencias étnicas de la cultura del pueblo que perdió en ella su independencia, después de unos ataques que se prolongaron durante más de 800 años.
La nación vasca nunca tuvo ejércitos ofensivos, ejércitos profesionales, ni ejércitos ocupantes. Cuando se alude a soldados navarros o vascos en ejércitos ofensivos, ha de hacerse siempre como alistados en obediencia a otros reyes, otros intereses, otros imperios, pero foráneos al derecho propio vasco y de sus gentes.
Lo que los vascos en general entendieron siempre para su alistamiento fue dentro de una necesidad defensiva comunitaria, de la defensa de su territorio, y sólo durante un número determinado de días (mayormente tres días poniendo ellos sus armas y su comida).
Estas medidas pueden apreciarse en todos los pasajes de su historia. El ejemplo más específico y contradictorio, por las interpretaciones dadas al mismo, es la actuación de guipuzcoanos, alaveses y bizcaitarras, en su participación contra la Navarra resistente. Partícipes en el ejército imperial, compuesto de 30.000 soldados (engrosado de profesionales apátridas), su cifra se estimó en 800 hombres, y su reclutamiento se formó fuera de la profesionalidad, y con mando local (el conde Miranda).
Su movilización se hizo en forma vecinal, con las condiciones de tiempo, y sin formar parte del soldado profesional. Obvio la existencia de presiones por la falta de espacio, pero ya las recogí en el libro Navarra 1512-1530.
La diferencia con el ejército imperial que invadió Navarra quedó demostrada en la actuación de terrorismo genocida de éste, reconocida posteriormente por el almirante de Castilla, uno de los mandos que formaron el triunvirato dirigente.
La entrada del ejército imperial en Navarra se produjo transportando las armas y municiones (prescindiendo del transporte de alimentos), y lanzando en vanguardia a los vencidos en Villalar, obligados a ganarse el perdón. Todos los soldados, con el hambre de varios días, se vieron en la necesidad de conseguir su manutención del campo enemigo. Así, aterrorizando a los soldados con el hambre o la victoria, se promovió desde los mandos la masacre y el genocidio, con el total conocimiento de los jefes que lo ejecutaban.
Para ello, pues, se usó del hambre, no sólo como necesidad, sino como mérito de los mandos para obtener la ocupación del Estado navarro. Las diferencias entre uno y otro de los bandos (que pueden especificarse históricamente), señalan dos formas de vida diferentes, nacionales, sociales, culturales y políticas.
Es, pues, la recuperación de estos hechos históricos, ocultados en la información oficial, los que han de conformar la Memoria histórica vasca, la persistencia del derecho navarro a formar su Estado, y el derecho de sus ciudadanos a decidirlo.
Vaya esta reflexión como explicación previa a lo que constituyen los actos anuales de Noáin, y reflejen que el DERECHO, con mayúsculas, sobrepasa la legalidad implantada por la fuerza ilegítima y genocida de los ejércitos colonizadores.