La inconsciencia, entre la autoestima y el autoodio

Servidor, como el presidente de Navarra, tampoco asistió a la manifa del día 13 de enero, “por la paz y contra la violencia y -marca UPN- contra ETA y por la libertad…” Ahí es nada.

Obviamente, las causas de mi inasistencia nada tienen que ver con las del ruiseñor de Corella. Aquella convocatoria no me parecía que ofreciera otro interés que el de contemplar a los políticos oficiales extremando codazos para colocarse en la foto. Pura ineficacia y aburrimiento. Francamente, me pareció mucho más estimulante divagar por los hayedos de Erremendia.

En cambio nuestro ínclito artista de la jota y del mariachi, con ese estilo de “homo calderetensis”, se dedicaba a sus labores de embajador de la cultura navarrista. Seguro que la algarabía de la corrala extremeña, rodeado de sus compinches, le ofrecía más atractivos que un Nafarroa oinez, una korrika o una txapelketa de bertsolaris (odiosos y pertinaces montajes de los abertzales).

Al sr. Sanz le han debido poner como chupa de dómine. Otra flagrante pérdida de tiempo, teniendo en cuenta su destreza en capear temporales. Uno ya no sabe si las salidas de este buen señor obedecen al odio, a una supina inconsciencia, a bravuconería o a falta de ética. Quizás a todas ellas, ¡auskalo!

Era justamente aquí a donde quería llegar. Victor Aleixandre, en “Yo no soy español”, define perfectamente el perfil de muchas personas, como “el presi” de la CFN, enfermas de odio hacia su propia cultura. Es el caso de muchos navarros y de otros muchos baskos.

Desde una perspectiva global y prescindiendo de matices, unos nos movemos dentro de la autoestima, otros rumiando un odio compulsivo…Y ahí queda una amplia masa babieca o necia o inconsciente o teledirigida o ¡vaya Vd. a saber!

La autoestima, al sentir tu pertenencia a un pueblo, te impulsa a venerar y amar su cultura, su historia, su patrimonio… Esto nos conduce irremediablemente a un planteamiento más que separatista (rechazo de plano el vocablo, por su contenido egocéntrico) soberanista, al menos en lo que a mí me concierne.

Esta autoestima, si ha de ser enriquecedora, debe fluir generando inconfundibles estímulos de solidaridad hacia las demás comunidades, en ningún caso movimientos facciosos o fanáticos (tan difíciles de evitar en contextos de opresión). Y por encima de todo, un compromiso contra todo tipo de esclavitud en nuestro universo. Es el único motivo que puede dar sentido a nuestra autoestima.

El autoodio es moneda habitual de cambio entre los colaboracionistas. El colaboracionista es un Judas que se vende al enemigo a cambio de dádivas y prebendas. Todo usurpador e invasor lo tiene bien claro: ha de contar con un negro plantel de traidores para concretar sus objetivos. Lo sabía Micer Rena, el siniestro y plenipotenciario secretario del felón Fernando el católico y del emperador Carlos. En una carta, el tal Rena explicaba al monarca lo importante que era recompensar (evidentemente con el patrimonio arrebatado a los buenos patriotas) a los fieles a la corona de Castilla. No sólo el Conde de Lerín. Charles de Artieda, Luis de Donamaría, Juan de Andueza, Charles de Góngora y muchos otros, encabezan una nutrida lista de recompensados por la venta de Navarra, que sin duda se prolonga hasta nuestros días.

El verse despreciados por los buenos patriotas, y el propio grito de sus conciencias, es sin duda lo que les lleva, más que a olvidar la cultura y las raíces de su pueblo, a renegar de ellas. Eso es lo que explica la inquina y el desprecio hacia todo lo que huela a basko, en todas sus actuaciones.

Este autoodio les coaliga con toda una fauna de bandas, foros, tertulianos y pesebreros fanáticos y de baja catadura moral. Personajes harto conocidos, que viven exclusivamente de la maledicencia, del bulo, de la insidia, y con las espaldas bien cubiertas por ciertas instituciones corruptas del sistema. Sicarios que se encuentran más cómodos en la guerra y en la confrontación que en un ámbito de paz. Aquí se les esfuman todos sus argumentos y triquiñuelas.

Es posiblemente la inconsciencia, la ignorancia, la necedad, la estupidez de las masas, lo que mantiene el sistema. En definitiva, son éstas las que conceden patente de corso a sus dirigentes. Y es por eso por lo que estos próceres, aquí y acullá, estudian con tanto esmero el manejo y control de los pueblos.

No por repetirlo infinidad de veces es menos cierto que hoy la gente está programada para ser insolidaria con los desheredados, acrítica con los asesinos que provocan el hambre y las guerras, frívola para enredarse en el corrompido mundo del fasto y del glamour de “los famosillos”, auténtico despilfarro de riquezas en un planeta de miserias…

Es así como el mundo se está desquiciando debido a los perversos intereses de unos pocos, conscientes de que sus fechorías estarán a buen recaudo mientras se contenga la rebelión de las masas. Dominan la prensa, y a través de ella nos movilizan en un sentido o en otro, nos dicen por ejemplo qué muertes son una tragedia y cuáles pura rutina, por qué hemos de movilizarnos, qué hemos de ver y consumir, etc.

Hoy no está en juego la moralidad de la prensa, sino su eficaz servicio al stablisment.

Ryszard Kapuscinsky decía que para ser un buen periodista antes hay que ser una buena persona. Al parecer los buenos periodistas no interesan y son expurgados.

Es por lo que, viniendo a nuestro entorno inmediato, nos preocupan tanto las alternativas que, tras un escáner sobre el cuerpo políticosocial de Euskalerría y más en concreto sobre Navarra, puedan llegar a configurarse.

Prevención ante esa masa de seres cansados o desmotivados y, sobre todo, engañados y manipulados. Paisanos nuestros que ignoran nuestro proceso histórico y las razones intrínsecas que puedan explicar la realidad que vivimos. Gentes cuyo único interés sea el trabajo inmediato, el resultado de su equipo de fútbol, el último cotilleo o la correspondiente juerga del fin de semana…

Evidentemente estas personas han de merecer nuestra comprensión. Son el resultado de esa manipulación de las masas a la que hemos aludido. Pero ahí están, contribuyendo (con frecuencia no tan inconscientemente) al mantenimiento de un poder corrupto, zafio y demoledor. Un gobierno que incapaz de insinuar un mínimo paso por las sendas de la paz, se obsesiona en esparcir encono y rencor entre sus gobernados.

Navarra ni se compra ni se vende… ¡Cómo blasonan los sinvergüenzas que llevan siglos vendiéndola y traficando con ella!

Javier Sádaba, muy acertadamente, advertía que los partidos, actualmente, han perdido el papel de orientar y ser fermento de las masas para dotarles de una conciencia democrática. Se han convertido en meras empresas dedicadas a vegetar en sus poltronas y en sus aparatos. Su labor se centra en airear todas sus baterías de marketing y todo su aparato económico, ¡vaya despilfarro!, en épocas de comicios. El resto de de su periplo se reduce al conocido tejemaneje de dimes y diretes, insultos, declaraciones grandilocuentes vacías y poco más. Eso sí, con un atildamiento muy medido para soliviantar o apaciguar a las masas a su conveniencia, nunca para dejarles pensar fuera de los parámetros que ellos marcan.

Es decir, son entes caducos de los que la sociedad tendrá que desprenderse paulatinamente si quiere progresar hacia cotas más justas, mas humanas, más solidarias…

En este sentido, bienvenidas todas las iniciativas libres nacidas de movimientos ciudadanos, hartos de la inoperancia de los partidos. ¡Ojalá! resurjan como hongos, hasta fermentar las masas y humanizarlas!

Si la gente en general está adormecida (o alienada en toda la plenitud del concepto marxista) habrá que despertarla. Si no lee, que oiga. Si no reflexiona, que vea. Atiborrémosles de las imágenes que genera la injusticia y la inmoralidad de la política de la globalización.

En definitiva, y volviendo a esa autoestima a la que como patriotas y sobre todo como seres humanos solidarios aspiramos, creemos canales de inmersión en el corazón de esa masa inconsciente o indecisa, pero decisiva. Los poderes fácticos que diseñan este mundo lo tienen clarísimo.

Es urgente poder trasmitir a los pueblos la necesidad de una regeneración ética, el sentido de la justicia y de la solidaridad a fin de que el grito de todos los pueblos sea una denuncia unánime contra la perversión de este sistema. Estas palabras pueden parecer grandilocuentes, simplismos, enormes “boutades” o lo que se quiera. Tal vez. Pero nadie me negará la urgencia de un cambio en nuestra Navarra y en cualquier otra latitud del planeta. Porque de no ser así, ¿no es cierta la amenaza de que se nos desmorone el tinglao?