Paciencia, toca esperar

El panorama se emborrona hora a hora. Se suceden las declaraciones y comparecencias. Cada cual arrima el ascua a su sardina y nadie da un ápice de razón al adversario/enemigo. Es lo que toca. Tras la tremenda explosión de la semana pasada en el aeropuerto de Barajas, el humo sigue cegando los ojos de la gran mayoría. Quienes se hartaron de repetir que el proceso sería “largo, duro y difícil” arrojan la toalla a la primera dificultad verdaderamente seria [léase Zapataero y Rubalcaba]. No hay altura de miras por ese lado, sino simple táctica politica cortoplacista. Así nos va.

No seré yo quien reste responsabilidad a ETA en la comisión del atentado [si finalmente ha sido ella la autora], pero tampoco podemos desligar esa acción violenta, que por la forma de realizarse no parece que buscara víctimas humanas, del contexto en el que se ha producido. Pese a ello, hubo dos víctimas mortales y esa cuenta corresponde a ellos. Pero lo que no entra en la lógica de las cosas es que quienes ensalzaban hasta el pasado día 30 las enormes virtudes del diálogo político, abandonen ahora la práctica del mismo y rompan los puentes construidos con los representantes de la izquierda abertzale [léase PSOE y PNV]. De ese modo nos condenamos todos.

Se quiera reconocer o no, todos los agentes políticos se encuentran a la espera de lo que pueda decir ETA en los próximos días o semanas. Si ésta manifiesta la reapertura de todos sus frentes -cosa que dudo-, la cuestión se complicará para mucho, muchísimo tiempo. Si en cambio mantiene el alto el fuego, admitiendo que lo de Barajas ha sido una ruptura puntual del mismo, una especie de “toque de atención”, se podrían reanudar los contactos en un futuro más o menos cercano. Por lo tanto, toca esperar. La paciencia siempre ha sido una virtud revolucionaria, o al menos eso es lo que se decía en mi pueblo.