Ha llegado a mis manos el resumen del avance de la investigación realizada por el profesor de origen australiano, residente en Ontario (Canadá), Sterling McGray, acerca de las “Disfuncionalidades psicosociales entre los habitantes de los territorios de Bizkaia y Gipuzkoa”, que es como, traducido del inglés, se viene a titular el trabajo. Un estudio que le ha llevado cuatro años de trabajo y cuyas primeras conclusiones, aún provisionales, publicará próximamente el prestigioso mensual científico estadounidense “Psycho-social features”.
El estudio se centra en la exploración de algunas de las variables más repetidas en las disputas acaecidas en los últimos años entre ambas comunidades, si así se les puede llamar, profundizando de forma clarividente en las profundas razones en que, según McGray, se sustentan tales comportamientos. El autor repasa diversos escenarios de enfrentamiento, como el fútbol (el más evidente), pero sin olvidarse de la antigua competencia remera entre Kaiku y Orio; la fervorosa disputa entre la amatxo de Begoña y la virgen de Arantzazu, o ya en un terreno más prosaico, el devenir de las disputas entre la morcilla guipuzcoana (de verdura) y la vizcaina (de arroz) o los piperras de Ibarra y Gernika. Las disputas sobre las olas de Mundaka o Zumaia; la pugna sobre si ha sido mejor ciclista Abraham Olano o Julián Gorospe o el clásico pique entre el txakoli de Getaria y el de Bakio, son también algunas de las variables tomadas en cuenta en el amplio estudio realizado por Sterling McGray.
Debido a lo reciente del caso, el profesor australiano no entra a valorar lo acontecido en torno al llamado “caso Zubiaurre”, que tanto ha dado que hablar en los últimos meses, llegando a causar la ruptura de relaciones institucionales entre el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad de San Sebastián. Lamentablemente, el trabajo de campo de McGray se desarrolló entre los años 2000 y 2004 y por tanto no ha podido incluir ese asunto, aunque no se descarta que lo pueda tratar en una futura ampliación del trabajo.
Las conclusiones de McGray, que no tenemos porque compartir en su totalidad, se basan en la búsqueda de emblemas identitarios que den sentido a la vida de una comunidad, remontándose en ese sentido a luchas que se dieron en la misma Edad Media, las llamadas guerras banderizas, o a la participación de soldados vizcainos y guipuzcoanos en la conquista de Nafarroa Garaia. Ahí es donde McGray explica que, en realidad, Bizkaia y Gipuzkoa no son comunidades per se, sino que, por el contrario, son simples territorios, más o menos históricos (sus fronteras han variado en los últimos siglos), que forman parte de una comunidad más amplia a la que el autor denomina Basque Country y a la que nosotros llamaríamos Euskal Herria. Es por ello que el profesor de la University of Western Ontario (*) se subleva, afirmando que muchas de las disputas habidas en los últimos años han sido fomentadas por aquellos agentes políticos, sociales y mediáticos que no desean la unión de todos los territorios vascos en un solo proyecto nacional, lo que me atrevo a traducir como Estado europeo de Navarra.
Por todo ello señala que polémicas como las habidas sobre los campus universitarios de la UPV-EHU, sobre las relaciones Athletic-Real Sociedad o sobre la localización del Conservatorio Superior de Música en Bilbo o Donostia, obedecen a intereses ajenos a un proyecto nacional vasco y contribuyen de forma decidida a debilitarlo y, en su caso, a romperlo. Recuerda en ese sentido McGray, y creo que muy oportunamente, la munición empleada por España en su intento, parcialmente logrado, de diluir las señas de identidad comunes entre Navarra, Gipuzkoa, Araba y Bizkaia, insistiendo en la especificidad propia de un territorio foral que tampoco puede ser una nación sin sus territorios hermanos deletreados en las Coplas de Monteagudo.
Sterling McGray no es político, y por tanto no entra a valorar las raíces políticas del asunto ni a repartir responsabilidades. Sin embargo, su conocimiento del mundo globalizado y de la importancia de los reflejos mediáticos de las distintas realidades sociales lo empujan a denunciar sin complejos uno de los principales focos del problema. Así incluye un párrafo que no me resisto a reproducir íntegro: “El activismo del mayor grupo de comunicación del país, el bilbaino Vocento, ha sido uno de los factores principales a la hora de enconar las rivalidades entre vizcainos y guipuzcoanos. Gracias a la existencia de dos cabeceras de prensa en las dos capitales: “El correo español”, favorable a las tesis vizcainas, y “El diario vasco” a las guipuzcoanas (pese a su pertenencia al grupo bilbaino), ha conseguido vehiculizar los ánimos de uno y otro lado con resultados sorprendentes. El hecho de que existan aficionados del Athletic Club de Bilbao que deseen que la Real Sociedad baje a Segunda División y viceversa, muestra bien a las claras que alguien ha realizado muy bien su trabajo psicosocial”. Cita textual.
En ese sentido cabe decir que organismos como Euskal Hintxak o Esait están realizando una labor didáctica que intenta romper estas tendencias disgregadoras y antinacionales, pero el trabajo a realizar es demasiado arduo para abordarlo tan sólo desde los colectivos populares. La disputa por un jugador de fútbol como Iban Zubiaurre, en la que los dos clubes han actuado rematadamente mal, no debiera acentuar la brecha que llevamos años sufriendo entre una y otra parte. Todos quienes sientan que Euskal Herria es una comunidad nacional, plural y diversa, pero única, deben reflexionar y abandonar posturas provincialistas absurdas que tan sólo pueden traer peores consecuencias. Ana Urkijo y Miguel Fuentes, a los que considero personas maduras y competentes, deben sentarse a una mesa y hablar de sus problemas, para zanjarlos de manera dialogada y no en los tribunales de justicia. Cuando tanto se habla de diálogo y de mesas para resolver un conflicto mucho más complicado que éste como es el del reconocimiento del derecho a decidir de los vascos, no podemos dejar pudrir las diferencias futbolísticas, acentuando aún más los malos modos entre vizcainos y guipuzcoanos. Espero que aún haya un espacio para la cordura y el encuentro, en el que los seguidores de ambos equipos podamos abrazarnos, olvidando pasados agravios, y juntar fuerzas en defensa del fútbol vasco y de su selección nacional.
(*) Como el lector habrá adivinado, Sterling McGray es un personaje inventado por el autor.