El reciente acuerdo de St. Andrews ha supuesto un importante paso hacia delante y puede ser un intento para superar los obstáculos que venían manteniendo el proceso en una grave situación de impasse.
La importancia del acuerdo ha motivado que algunos analistas, tal vez prematuramente, lo hayan situado como una de las fechas claves en la historia más reciente de la región. El proceso de paz irlandés sigue su largo camino, solventando los obstáculos y los impedimentos. Las conversaciones previas a la declaración de Downing Street de 1993, el posterior Acuerdo de Viernes Santo en 1998 y ahora puede ser la materialización de un gobierno liderado por el DUP y el Sinn Féin el próximo año.
Si se cumple lo acordado, el próximo veinticuatro de noviembre se acordará el calendario que desemboque en el nombramiento de Ian Paisley (DUP y Martin McGuinness (SF) como los dos ministros principales del futuro ejecutivo. Posteriormente tendrá lugar algún tipo de consulta electoral, bien en forma de referéndum o elecciones, y si todo marcha según lo acordado, el 26 de marzo del próximo año la Asamblea estará en marcha con nuevas competencias de su gobierno y con esa histórica presencia y liderazgo. De momento, tanto el Sinn Féin como el DUp tienen hasta el once de noviembre para aceptar, o no, el acuerdo. En caso positivo, Paisley y McGuinness serán nombrados primer ministro y vice-primer ministro respectivamente. Más adelante vendrá el primer informe del 2007 a cargo de la Comisión Independiente (IMC), que probablemente indicará que el movimiento republicano ha cumplido con sus compromisos de desmilitarización. Tras ello vendría la consulta electoral y la puesta en marcha de las instituciones con la asamblea y el nuevo gobierno. Intereses
La mayoría de las partes han acometido estas negociaciones con diferentes intereses en sus respectivas agendas. Así, Tony Blair, con los reveses de Iraq y las divisiones de su partido, intenta despedirse con una acción positiva, como sería encaminar el proceso irlandés por la senda de la resolución definitiva. Por su parte, Bertie Ahern busca una baza electoral de cara a las elecciones legislativas de la primavera en los veintiséis condados del sur de la isla, más todavía si tenemos en cuenta los últimos escándalos que han rodeado al primer ministro irlandés.
También el Sinn Féin quiere resolver la situación de estancamiento y poder poner toda su maquinaria electoral a trabajar en los comicios del sur de Irlanda. Si se cumplen los plazos acordados en Escocia, el movimiento republicano podrá presentarse como una fuerza “de gobierno” consolidada en el Norte y con importantes aspiraciones a desempeñar un papel clave en la formación del próximo gobierno en el sur.
El principal partido unionista, el DUP de Paisley, ha mantenido una posición previa a las negociaciones que impedía conocer el desenlace de las mismas, pero al tiempo que muestra esa imagen de intransigencia ante los republicanos, los dirigentes unionistas son conscientes que el tiempo no juega a su favor y que dilatar mucho más tiempo esta situación, pudiera ser rentable a corto plazo, pero a medio o largo plazo podría volverse contra sus propios intereses. Tras el acuerdo, y ante el reto electoral de marzo, la estrategia de Paisley y los suyos pasará por convertir al en su día todopoderoso UUP en una partido residual o con un poder muy limitado dentro de la propia comunidad unionista.
Los seis condados del norte de Irlanda han cambiado mucho a raíz del proceso de paz, las inversiones económicas han potenciado una mejora en la situación de la población, la colaboración entre norte y sur se ha intensificado desde el Acuerdo de Viernes Santo y el movimiento republicano está cumpliendo sus compromisos. Por ello al DUP se le hace muy difícil mantener su imagen del pasado. Los días de “No nos rendimos”, “nunca, nunca, nunca”, “Papa No” o “un parlamento protestante para un pueblo protestante” deben ser historia. Si este partido que hoy representa a la mayoría de la población unionista quiere mantener su estatus debe integrarse en la política real del siglo veintiuno y poner fin a su discurso anti-nacionalista, anti- católico y reaccionario.
Relevo
Algunos analistas malintencionadamente quieren situar la clave de la resolución en la voluntad que exprese en cada momento Ian Paisley, son los que se oponen a los cambios que han venido de la mano del proceso de paz y son los mismos que no dudan en poner todo tipo de obstáculos para impedir el avance del mismo. Es ese conjunto de segurócratas y resentidos que no pueden ni ver que una opción como la que representa el Sinn Féin llegue al gobierno con las reglas que ellos mismos dicen defender.
Dentro del DUP en los próximos meses pueden acentuarse los movimientos de cara a una supuesta sucesión de Ian Paisley, quien a su edad no puede a aspirar a mantenerse al frente de su comunidad y del partido durante mucho tiempo. De momento la imagen que se quiere presentar es la del indiscutible líder y de la estrategia de éste como bandera inquebrantable para el futuro. Sin embargo, observadores próximos al partido no dudan en señalar que las maniobras de relevo se han puesto en marcha, aunque todavía nadie se atreve a desafiar a Paisley.
Las tres principales corrientes serían los llamados “fundamentalistas” con Ian Paisley al frente que buscan mantener la unidad del partido y recientemente parecen buscar beneficios con sus cambios políticos. Luego están los “modernistas” que se articularían en torno a Meter Robinson, quien buscaría alianzas con el otro partido unionista, el UUP, para formar una “gran alianza” unionista. Finalmente están los llamados “ultras” de Jim Allister, contrarios a cualquier acercamiento al Sinn Féin, y que podrían buscar una salida para presentar la opción más conservadora del unionismo fuera del DUP.
Los cambios estructurales siempre han atemorizado a los dirigentes unionistas, recelosos de perder sus privilegios, pero conscientes al mismo tiempo que los tiempos han cambiado, las mentes más claras del mismo ya buscan adaptarse a los nuevos tiempos, sabedores que en caso contrario podrían ser finalmente superados por la propia historia.
Desde que el IRA anunció su primer alto el fuego en 1994, los unionistas siempre han venido buscando excusas para evitar el cambio, la colaboración de Londres y Dublín con aquellos ha permitido que el Acuerdo de Viernes Santo, aprobado por el conjunto de la isla, pudiese implementarse. Si en los meses venideros se cumple lo acordado, con el traspaso de competencias en materia policial y judicial, con nuevas inversiones económicas y con las instituciones funcionando, el proceso de paz irlandés se habrá situado en el carril adecuado para lograr sus objetivos.
Para ello los protagonistas políticos deben asumir riesgos y superar reticencias de cara al cambio. Los obstáculos evidentemente no han desaparecido, pues aquellos que no apostaron por el proceso no dudaran en nuevos sabotajes, sin embargo, si los frutos del proceso se materializan, la percepción de la mayoría de la población se mostrará favorable al mismo y se hará mucho más difícil para los saboteadores mantener impunemente su posición intransigente y obstruccionista.
El camino del proceso de paz irlandés se ha mostrado largo y complejo, pero las negociaciones y los acuerdos de estos días pueden suponer nuevos avances dentro del mismo.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).